Juega la silla seductora con aspiraciones de los candidatos a la gubernatura.

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AGUSTÍN AMBRIZ

 

CANCÚN, Q. ROO.- La silla ha jugado con las aspiraciones de la mayoría de sus ocupantes durante medio siglo.

Pocos de ellos resistieron al falso señuelo de que ser alcalde del municipio de Benito Juárez los convertía en potenciales candidatos a la gubernatura de Quintana Roo, pero salvo algunos casos de éxito, el futuro que encontró la mayoría de ellos fue el ostracismo.

De los 20 alcaldes que han ocupado esta silla, sólo uno sigue vigente en la administración pública estatal, el resto atiende sus negocios particulares, disfruta su fortuna o sufre la sepultura política.

La trayectoria de al menos cinco de ellos se vino abajo al resultar involucrados en escándalos de corrupción o vínculos con presuntos hechos delictivos, peculado y narcotráfico entre ellos.

Seducidos por la falacia de ser potenciales candidatos a la gubernatura de Quintana Roo, sólo uno de los 20 alcaldes ha logrado dar ese gran salto, aunque paradójicamente ello implicó el fin de su carrera política, desprestigio social y la privación “ilegal” de su libertad durante 19 años.

Mario Villanueva Madrid fue el sexto alcalde, ocupó la silla municipal sólo un año de su trienio y de ahí escaló en 1993 a un escaño del senado, antesala a la gubernatura, que concluyó en 1999 en franca huida por enfrentar denuncias que lo relacionaban con actividades del narcotráfico.

Fue detenido en mayo de 2001 y después de recorrer diferentes penales federales, en junio de 2016 regresó a su natal Chetumal para seguir cumpliendo con una condena a 36 años y nueve meses de prisión que la justicia estadounidense le impuso por el delito de lavado de dinero.

Desde el hospital local donde permanece por su deteriorado estado de salud, con más de 15 padecimientos encima, Villanueva sigue luchando jurídicamente por comprobar que es inocente, que le fabricaron delitos y que su caso nada más fue un “trofeo” de algunos presidentes de la República para colgarse medallitas en la implementación de programas de combate al narcotráfico dictados por Estados Unidos.

 

Un bajo perfil

 

En 1991 fue relevado en la presidencia municipal por Arturo Contreras Castillo a quien posteriormente Villanueva, ya como gobernador, lo persiguió por vender el Mercado 23 de la zona centro de Cancún; por años mantuvo bajo perfil hasta su reciente designación como titular de la Secretaría de Gobierno de Carlos Joaquín, el segundo hombre del gabinete estatal.

A la silla municipal llegó en 1993 Carlos Cardín Pérez, a quien su compadre Villanueva pretendió enviar a prisión cuando el gobierno estatal auditó y encontró anomalías en las finanzas municipales de los dos años que el político priista estuvo al frente; entregó la estafeta a su interino Edmundo Fernández Meza (1995-1996).

 

Para el trienio 1996-1999, el PRI confirmó su hegemonía estatal llevando a la silla a Rafael Lara y Lara, y un trienio después a la líder social Magaly Achach Solís, en medio de un proceso de transición democrático nacional cuando el PAN dinamitó el poder absoluto del tricolor en la presidencia de la República.

En esa atmósfera política, en 2002 el panista y luego verdecologista Juan Ignacio García Zalvidea, convertido entonces en un fenómeno social, le arrebató por primera vez al PRI el poder de la presidencia municipal y desafió a la clase política local históricamente controlada por poderosas familias de Cozumel y Chetumal.

 

Pagó su osadía

 

En 2005, el “Chacho” García Zalvidea consiguió la postulación por el PRD para competir por la gubernatura, pero no contó que, aunque dividida, la clase política local controló la elección, unos bajo las siglas del PRI y otros del PAN, para dejar en claro que era competencia entre locales.

El nativismo confirmó su supremacía sobre el intento de un “fuereño” que no sólo fracasó en el intento, sino que pagó su osadía con casi un año de cárcel bajo cargos de peculado por 97 millones de pesos.

Por más que gritó ser preso político y culpó de su encarcelamiento a los ex gobernadores Joaquín Hendricks Díaz y Félix González Canto, Zalvidea jamás recuperó el gran apoyo social que alguna vez alcanzó y, débil, llegó a convertirse en animador del PRI en sus actos de campaña.

“Chacho” no concluyó su trienio en la presidencia municipal y dejó como interino a Carlos Canabal Ruiz, casi seis meses que le fueron suficientes para operar la mayor venta de usos de suelo de que se haya tenido registro en la historia.

Durante este período se permitió la arquitectura vertical para construir grandes desarrollos hoteleros e inmobiliarios en Cancún, aprovechando la especulación generada por la tragedia que el huracán Wilma dejó a su paso en octubre de 2005.

La silla fue recuperada por el PRI de 2005 a 2008 con Francisco Alor Quezada, quien dilapidó el patrimonio público municipal en favor de grupos políticos y empresariales afines, atropellando derechos de terceros, con una pésima administración que desencadenó en la derrota del PRI ante el candidato del PRD Gregorio Sánchez Martínez.

 

Arrollador triunfo

 

El arrollador triunfo del perredista, le hizo sentirse futuro gobernador y tras dos años de gobierno pidió licencia para participar como candidato a la gubernatura por el PRD, lo que le costó enfrentarse con el entonces gobernador Félix González y terminar en la cárcel acusado por supuestos nexos con el narcotráfico.

En 2010, Greg Sánchez dejó como suplente en la silla a Jaime Hernández Zaragoza, personaje gris que pasó su periodo de nueve meses con más penas que glorias.

En el siguiente proceso electoral, el PRD mantuvo el poder a través de su candidato Julián Ricalde Magaña, quien tres años después se lo regresó al PRI.

Durante el trienio 2013-2016, el alcalde Paul Carrillo de Cáceres gobernó bajo la sombra acechante del entonces gobernador Roberto Borge Angulo, quien jugó con sus aspiraciones al contemplarlo en la lista de ocho precandidatos a sucederlo en 2016, aunque nunca figuró como el favorito.

Postulado por el Partido Verde en alianza con el PRI, Remberto Estrada Barba conquistó la presidencia municipal en 2016, tras una carrera política meteórica de seis años que empezó con una regiduría, pasó por una diputación estatal, otra federal y después de la alcaldía soñó con alcanzar un escaño en el Senado como antesala de la gubernatura.

Pero lo único que encontró Remberto Estrada a su paso por la presidencia municipal fue el rechazo social y el desplome de su carrera política, con apenas 25 años de edad.

Con Mara Lezama como actual alcaldesa, el fantasma del futurismo político también juega con su destino y, aconsejada por su equipo cercano, ya se ve como la próxima gobernadora en una contienda cuyo calendario es a tres años.