Manuel Bartlett… 800 millones, mucho por aclarar

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@elmerando / elmerancona@hotmail.com

Elmer Ancona

Con una presunta fortuna de más de 800 millones de pesos tan sólo en bienes inmuebles (el valor de sus 25 propiedades), Manuel Bartlett Díaz se convertiría en uno de los funcionarios públicos más ricos del gabinete de Andrés Manuel López Obrador.

Gran revuelo provocó el periodista Carlos Loret de Mola al exhibir, en diferentes medios de comunicación, el supuesto patrimonio inmobiliario del titular de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

Bartlett Díaz, ex militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI), ahora del Partido del Trabajo (PT) y colaborador de la Cuarta Transformación -¡vaya trapecista!-, reportó al inicio de su gestión una fortuna de 51 millones de pesos. Al parecer, toda una mentira.

Al inicio de la administración de López Obrador también registró en su declaración ingresos anuales por once millones de pesos. De acuerdo con el reportaje periodístico, esa fortuna es 16 veces más grande.

“A través de familiares, empresas y presuntos prestanombres se ha hecho de un imperio inmobiliario de 23 casas y dos terrenos con un valor aproximado de más de 800 millones de pesos”, asegura el documento.

La investigación arroja que, a partir de 2001, cuando Bartlett Díaz había dejado de ser gobernador de Puebla postulado por el PRI y se vuelve senador “lopezobradorista” en el PT, deja de registrar los bienes a su nombre.

“Y justo a partir de esa fecha se multiplicaron de forma acelerada los inmuebles a nombre de su pareja, Julia Elena Abdala Lemus, y de los hijos que ambos tienen de matrimonios anteriores”, denuncia el reportaje.

El personaje principal del patrimonio inmobiliario de los Bartlett es Abdala Lemus, a cuyo nombre han quedado nueve de las 25 residencias que ha adquirido la familia en 20 años.

Dos de esas propiedades que están a nombre de Julia Abdala fueron adquiridas con sólo tres meses de diferencia”, afirma Loret De Mola.

 

Y se dicen ‘austeros’

 

¿Qué es lo extraño de todo esto? Que el actual titular de la CFE trabaja para una administración que se dice “austera”, que prometió limpiar la corrupción “de arriba abajo”, que dice luchar a favor de las clases más desprotegidas. ¿Dónde quedó el compromiso?

El dinero no es malo, es perverso cuando lo sustraen de las arcas públicas; la riqueza es bendición cuando se gana a pulso, trabajando, sudando todos los días.

Malo cuando es mal habido, producto del engaño, la mentira, la transa, la política traicionera, la sumisión, de la rapacería ¿Cuántos funcionarios públicos están en este tenor?

Para muchos es más tentador saquear las arcas del Estado, obtener del erario lo que no les pertenece, pasar a la historia con harto dinero, que salir del gobierno sin prestigio. La honestidad vale nada.

Cuando se nace así no se puede heredar cosas buenas; no se puede dar buen ejemplo; no se puede legar a los hijos lo mejor de uno mismo, porque no hay nada bueno dentro de sí.

Hay políticos que creen que lo mejor es traspasar a los hijos la riqueza mal habida, arrebatar a los pobres para saciarse como “nuevos ricos”, hacerse pasar como defensores “de los que no tienen nada”, para quedar como los aristocráticos que tienen todo. Inmoralidad pura.

Ondear banderas de “Austeridad Republicana” y de “Regeneración Nacional” cuando en la realidad se hace todo lo contrario, cuando no se es austero, cuando no se transforma nada, es vileza pura.

¡Qué lástima!, diría el poeta León Felipe, qué lástima no tener una Patria, un País, una Nación, una República, un México al cual servir con amor, con honra, con entrega desinteresada.

¡Qué lástima tener políticos de cuarta que sólo piensan enriquecerse a costa de los demás, cuando lo que pide México son funcionarios públicos más dignos, con mayor decoro!

Los ciudadanos seguirán en espera de respuestas contundentes de un gobierno que desde antes de asumir el poder se comprometió a terminar con la podredumbre interna.

En otros países ya habrían movido con rapidez a los funcionarios públicos señalados de corrupción, para investigar de inmediato su caso. Aquí hay quienes al parecer los justifican.

El buen juez por su casa empieza, pero hay quien no ve una casa común; hay quien prefiere ignorar todo y taparse los ojos con tal de mantener a los amigos lo más cerca posible ¿Se habrán beneficiado de esa riqueza?

No importa si hay culpa en el presente o las hubo en el pasado, lo vital es el futuro; no importa que se manche el prestigio de toda una administración, de toda una República. Lo que vale es la amistad.

Pobre México, engañado generación tras generación, sexenio tras sexenio; mareado con fuegos y comparsas, con luces de colores, con música de banda, con discursos llenos de magia.

 

Nadie los recuerda

A los políticos corruptos nadie los recuerda, ni para bien ni para mal; pasan a la historia como muchos otros “de altos vuelos”. Quedan en el olvido. Para qué amargarse la vida.

Su nombre quizá se registre en los anales de algunas secretarías de Estado o dependencias de gobierno por las que han pasado, incluso, que han dirigido. Un garabato más en la hoja.

Cuando mueren nadie lo registra en la memoria, nadie lo nombra para temas serios y de trascendencia, ni por los cargos que ocupó ni por los libros que escribió. Pasan a la historia como estafadores de cuarta.

Son los que nacen en cuna política podrida, colmada de seda, con pétalos de rosa, pero hedionda, insalubre, contagiosa; la categoría no la da el apellido ni los estudios afrancesados. Su paso por los reinos tampoco suma elegancia. Lo que nace podrido, podrido muere.

El dinero sucio mancha las manos, penetra los poros, contamina el alma. Triste para México, lleno de gente buena y honrada, por haber tenido entre sus hijos a muchos parias ¡Qué pena!