Por: Kukulkán
QUE LA policía municipal en los estados del sureste sea la menos confiable a ojos de la gente, no resulta una sorpresa.
EL VOTO de desconfianza no es gratuito: años y años de malos tratos a la población y de abuso de poder hacen que los “cariñosos” apodos que se les endilgan se los hayan ganado a pulso.
PERO LA animadversión tiene su lado injusto, ya que la policía municipal representa, para muchas personas, la única salida que tienen para ascender desde las escalas más bajas de la sociedad.
EL PROBLEMA, como puede verse, es complejo y va más allá de una simple capacitación, pláticas de servicio o jornadas de entrenamiento, pues la raíz se hunde directamente en la desigualdad y en la incapacidad de un sistema educativo que aliente la superación.
LO MÁS lamentable es que esto deviene en un circuito repetitivo muy difícil de romper y al que sólo se le aplican parchecitos que solucionan muy poco. En un esquema ideal, ser parte de la policía municipal debe ser un orgullo; la realidad, por desgracia, es otra.
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“USTED ME llama y yo aquí voy, Don Barredora es quien yo soy”. No es que Homero Simpson se haya tropicalizado, pero el Ayuntamiento de Benito Juárez anda viendo quién le renta unas barredoras de playa para limpiarlas de sargazo antes que comience su llegada masiva.
QUE DE hecho ya hubo un primer aviso días atrás en Playa del Carmen, donde una de sus más céntricas playas fue ocupada por una buena cantidad de sargazo, señal de lo que se viene para más adelante en el año.
CON LA experiencia acumulada de temporadas anteriores, lidiar con la marea marrón debería ser más eficiente, que no necesariamente más fácil. El asunto aquí es que la idea municipal de rentar siete barredoras se realice con transparencia y no derive en un negocio más turbio que la marea de sargazo.
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DE ACUERDO con cifras del INE, los partidos políticos en México han adelgazado una barbaridad: de tener millones de afiliados hace apenas unos meses, han iniciado el 2020 con números muy por debajo de lo que presumían.
ASÍ, LOS tres millones de Morena se desinflaron a poco más de 300 mil; el PRI pasó de seis millones a menos de dos; el PRD de más de cinco a también menos de dos; en tanto que el PAN de casi 400 mil a menos de 300 mil.
LOS DÍGITOS, aportados por los mismos partidos, ofrecen dos posibilidades: o hubo una renuncia masiva de militantes desencantados de sus siglas o se trataba de números inflados. ¿Usted cuál cree sea la verdad?
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