ELMER ANCONA
Los empresarios están que truenan contra el gobierno federal y no es para menos. Las razones son obvias. Aparte del desaire que reciben públicamente del presidente Andrés Manuel López Obrador, son objetos de burla y de chistes de mal gusto lanzados desde Palacio Nacional.
Todavía ayer, quien lidera el destino de este país pidió al presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Carlos Salazar Lomelín, que le ayude a cobrar a los grandes contribuyentes que deben hasta 50 mil millones de pesos al Sistema de Administración Tributaria (SAT).
“No podemos condonar, no podemos diferir el pago de impuestos, al contrario, le vamos a pedir a Carlos Salazar que nos ayude hablando con los
dueños de las grandes empresas que deben dinero a la hacienda pública. Si nos pagan tendríamos muchos más recursos para apoyar a las pymes”.
López Obrador precisó que son 15 grandes contribuyentes los que deben 50 mil millones de pesos, incluyendo multas y recargos, dinero con el cual se podría dar créditos a un millón de pequeñas empresas.
El tono sarcástico que utilizó el presidente de la República, refleja, en primer lugar, el odio o resentimiento que se carga contra los dueños del capital de este país. Contra los magnates.
Esto es, contra los que él considera son los saqueadores, la rapiña, el hampa, los delincuentes agazapados que han hecho sufrir, durante décadas, a todos los mexicanos.
Para sacarse la espinita, López Obrador dijo que tres importantes empresarios del país -auténticos magnates- le han expresado su apoyo al Plan de Alivio Fiscal que tiene preparado para enfrentar la contingencia sanitaria.
“Les hablo de tres que participaron: Carlos Slim, Alberto Baillères y Germán Larrea, entre otros; es un grupo que se denomina Grupo México o Ciudad de México y les expuse el plan que estamos llevando a cabo, estuvieron de acuerdo”.
El mensaje que quiere dar el presidente de la República es más que claro: “los buenos millonarios están con el gobierno, con nosotros”, pero “los pérfidos evasores fiscales, los ruines capitalistas, deben ser condenados”.
Lo que no sabe, lo que no entiende o lo que trata de ocultar Andrés Manuel López Obrador, es que los más de 50 empresarios (hombres y mujeres) que integran el Consejo Mexicano de Negocios, se sienten una sola familia, se protegen como parientes cercanos, se cuidan las espaldas unos a otros.
No hay unos que estén con él y otros que estén contra él. Los grandes inversionistas mexicanos forman una unidad, un grupo compacto de vida o de muerte, porque primero están sus capitales y luego la supuesta lealtad a un presidente. Uno de tantos, por supuesto.
Como dicen sabiamente las mujeres: “quien le pega a una, le pega a todas”. Esa misma fórmula se aplica para los potentados de este país: “quien
le pega a uno de los nuestros, le pega a todos”.
López Obrador, para defender su postura anti empresarial, lanza un argumento demasiado manoseado, choteado, ridículo y ya poco creíble: “Carlos Salazar está en su derecho de defender a su gremio, pero ojalá que entienda que yo estoy aquí para representar los intereses del pueblo,
de todos”.
Quizá no entiende, o no termina de entender, que el Estado Mexicano está compuesto por Pueblo, Tierra y Gobierno, y por “pueblo” se entiende a toda la población, a todos los mexicanos, sean ricos o pobres, cultos o ignorantes, blancos o negros, altos o bajos.
Así que tratar de encubrir su ignorancia y limitada cultura (no conocimientos, cultura), para ocultar su falta de inteligencia y pericia gubernamental, no justifica que persiga de tal forma al empresariado nacional.
SALVARLOS O HUNDIRLOS
Entre salvar a los pequeños, medianos y grandes empresarios o hundirlos con la ausencia de apoyos ante la contingencia sanitaria, con toda seguridad el presidente de la República optará por la segunda opción.
Lo que dijo recientemente uno de los principales funcionarios del Sistema de Administración Tributaria es una realidad: “si los grandes empresarios mexicanos quieren largarse de México, que lo hagan. Nadie los está deteniendo. Para México, mejor”.
Temerosa declaración que suele escucharse constantemente de altos funcionarios públicos mexicanos, de diputados y senadores, que forman parte del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Por lo que se ve, quieren un país de pobres, de miserables, de desempleados, porque su filosofía, copiada de otras naciones sudamericanas sumidas hoy en el marxismo-leninismo, es el de ser todos proletarios.
Lo que quiere el gobierno federal, liderado por Andrés Manuel López Obrador, es dejar un país sin esa “rapiña empresarial” a la que consideran evasores, delincuentes de cuello blanco. Es dejar a México sin capital.
Por lo tanto, hay que promover el desorden, la anarquía, la guerrilla urbana y rural, el caos total.
Por eso no habrá apoyo para los empresarios, ni chicos ni medianos ni grandes. Aquí todos seremos pobres.
Esa postura, con toda seguridad le costará el puesto público más pronto que tarde, porque terminará afectando a todos los mexicanos. Nadie se lo perdonará. Pero él está dispuesto a asumir los costos políticos.
Pero para que lo saquen del poder, por supuesto, tendrá que estructurar una auténtica dictadura, muy difícil de vulnerar. Eso no pinta nada bien para nuestro querido México.