- El médico inventor, Ariel Lozano, lamenta que la Cofepris haya desautorizado sus respiradores, porque no tiene facultades para ello, no por fallas de funcionamiento o de eficacia
ÉDGAR FÉLIX
CANCÚN, Q. ROO.- Dos meses después al médico cancunense inventor del respirador artificial casi le da un paro respiratorio cuando la anquilosada burocracia de Cofepris le negó la autorización de sus aparatos, a pesar de que se contaba ya con apoyo de gobierno estatal y financiamiento privado para lanzar su producción masiva.
La negativa a este proyecto asfixió la iniciativa de otros inventores del país, como un grupo de científicos de la UANL, de la empresa Mabe (la de las lavadoras), de la prestigiada Aeroespacial y hasta de la Volkswagen.
Ninguno de los respiradores artificiales, hechos con gran profesionalismo y escrupulosidad, inclusive mejores que algunos del mercado internacional, pasó la autorización de la Cofepris no por asuntos mecánicos, ni de funcionalidad ni de efectividad, sino porque el gobierno de México no tiene la capacidad de evaluación y autorización de inventos. Una desgracia para muchos y una mala historia para un país cada vez más dependiente de otras tecnologías, cuando aquí hay talento de sobra.
Para el médico cancunense, Ariel Lozano, quien durante más de 60 días, con casi sus noches, se dedicó en cuerpo y alma a desarrollar un respirador artificial para atender a pacientes con Covid-19, “esta es una gran experiencia para impulsar leyes que permitan a todos nosotros, los inventores, tener una dependencia especializada para autorizar cualquier tipo de propuesta o invento”.
Cuando en marzo pasado, el cirujano Ariel Lozano anunció y explicó en Luces del Siglo nunca imaginó la enorme respuesta que tendría para apoyarlo con el proyecto del respirador. Llamaron muchísimas personas para preguntar qué necesitábamos, cuánto dinero; el gobernador Carlos Joaquín estuvo muy al pendiente todo el tiempo, “un empresario me dijo que me depositaba lo que necesitaba, pero que le guardara uno por si lo llegara a necesitar”, y durante todos esos días fue creciendo el proyecto hasta convertirse en algo muy profesional.
“No recibimos ningún dinero porque nuestra intención desde el inicio era no lucrar sino contribuir solidariamente con las instituciones de salud del país que luchan diariamente contra la propagación y atención del Covid-19”, dice el médico del IMSS en Cancún, Quintana Roo.
En este proyecto cancunense del respirador se inmiscuyeron ocho personas profesionales y especializadas en cada una de las ramas afines para la manufactura del respirador. Al final, quedó un aparato que nunca imaginaron obtener en funcionalidad. El mecanismo mejoró radicalmente y hasta se anexó una compleja computadora que lo pone en competencia con cualquiera otro de su tipo.
Pero la Cofepris les echó a perder el invento, no sólo al cirujano cancunense sino a todos los inventores mexicanos. “Ha sido una muy buena experiencia”, explica, del que hemos aprendido. “Me voy con pérdidas de dinero, pero eso no importa ahora porque todos pusimos nuestro entusiasmo, nuestra alma, nuestra dedicación y el honor de poder servir a mucha gente”, pero no se logró, dice entre varias reflexiones sobre cómo fue desarrollándose el respirador artificial cancunense.
Por lo pronto, regresa a la clínica, a sus cirugías, a estar atento sobre el desarrollo del Covid-19. Agradece a todas las personas que le hablaban continuamente, al gobernador, a todos quienes estuvieron al pendiente del proyecto. Por último, hizo un llamado al gobierno federal para que destrabe la parte de la Cofepris, se hagan las evaluaciones de estos procesos burocráticos.
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