- Las aulas vacías por el cierre de escuelas por la pandemia obligó a Emiliana, María Belén, José Guadalupe y Evan a cambiar sus actividades cotidianas.
IRIS VELÁZQUEZ / AGENCIA REFORMA
CIUDAD DE MÉXICO.- Las aulas vacías por el cierre de aulas por la pandemia obligó a Emiliana, María Belén, José Guadalupe y Evan a cambiar sus actividades cotidianas. Ellos prefieren ayudar en los trabajos de sus padres que permanecer en sus casas y coinciden: las clases por televisión no son lo mismo.
Sueños y anhelos a pie de carretera
Al puesto “Las Tulipancitas”, ubicado sobre la carretera 36 en el Municipio de Cuapiaxtla, han llegado a comer médicos, a los que la niña admira.
“Para salvar a la gente”, dice sobre la motivación que la mueve para dedicarse a esa profesión.
Repite que extraña las aulas, colorear en su salón, a sus maestros y ya le gustaría regresar.
Su hermana, María Belén, de 7 años, también coincide en que ya quiere volver a las aulas porque “no es igual”.
“Me gusta más estar en la escuela porque aprendo”, dice, quien asegura que su fuerte son las matemáticas, pero añora en un futuro ser una gran maestra de primaria.
“Quiero ayudar a aprender a los niños (…) hace mucho que no veo a los maestros. Ya quiero regresar a la escuela”, comenta.
Su madre, la señora María Inés Cervantes, resalta que no es opción para ella dejar a sus hijas solas en casa mientras trabaja, por eso las lleva al puesto.
De vez en cuando, dice, le ayudan a llevar platos a los clientes, y les enseña a hacer cuentas con el cambio que debe dar a los comensales. Para ella es una clase práctica de matemáticas.
“Se nos complica un poquito por la cuestión del trabajo y de las tareas que nos dejaban en las clases y lo que nos ponían hacer ahí por el teléfono, pero pues ya gracias a Dios hemos cumplido con esa parte y pues sí, la verdad, yo siento que sí ya les hace falta regresar a la escuela para que se desenvuelvan más, porque uno les enseña, pero no es lo mismo”, opina.
‘Le vengo a dejar la comida a mi papá’
No tiene mamá y su padre lo lleva al trabajo para que no esté solo en casa.
En su hogar no hay computadora y la televisión no sirve bien, por lo que se perdió los primeros programas del Aprende en Casa. Al enterarse, la jefa de la estación le prestó una computadora de su oficina para emparejarse en las lecciones.
La gasolinera se ha convertido en su escuela, y los empleados y su padre en los maestros.
Entre ellos, se han cooperado para comprarle plastilina, libros de cuentos y cuadernos para dibujar.
Con los debidos cuidados, le han enseñado a calcular el cambio, a despachar combustible y ya también domina la emisión de facturas.
¿Extrañas las aulas?, se le pregunta.
-Sí, por mis amigos y mis compañeros.
“Le vengo a dejar la comida a mi papá. Acá le ayudo a sacar un ticket, veo videos de Aprende en Casa, y de Matemáticas”, agrega sobre sus actividades durante la contingencia.
Aunque comenta que le ha encantado estar en la gasolinera, no pretende dedicarse a nada relacionado, sino aspira a ser ingeniero en sistemas computacionales.
“Mi tío es así y me gusta como trabaja”, refiere el niño, quien asevera que una de las ventajas de este tiempo fuera del salón de clases ha sido pasar más tiempo con su papá.
Su padre, José, confiesa que su labor de “maestro” durante la pandemia le preocupa, ya que teme que su hijo no haya aprendido lo necesario.
“Sí se ha complicado un poquito porque estábamos acostumbrados a que fuera toda la semana a la escuela. Allá en la casa se queda solo y de que esté en la casa, mejor me viene a dejar de comer y aquí nos ayuda un rato”, relata.
Frena pandemia educación especial por cierre de aulas
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