NIDO DE VÍBORAS

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NIDO DE VÍBORAS

Por KUKULKÁN

LAS CAMPAÑAS negras entre los suspirantes a un cargo de representación popular en el actual proceso electoral están más oscuras que la avenida Kukulkán. Se están dando con todo y la difamación es el común denominador de memes, encuestas cuchareadas, “notas informativas” publicadas en lacornada.com.mx o en proceiso.com.mx (ni siquiera disimulan el nombre del dominio fake). El torbellino del toma y daca es impresionante en los medios digitales llamados redes, inspirador para una película de ciencia ficción que bien podría ser “La loca historia de las precampañas en Quintana Roo” o “Las difamaciones perfectas; apuntes para un votante ingenuo”, aunque pensándolo bien podría ser un éxito con un nombre como “La fina clase política quintanarroense” o qué tal algo más millenial nostálgico como “Superbad contra superbad”.

CUALQUIER MANUAL de cómo hacer una campaña ganadora no aplica en Quintana Roo. Es letra muerta por mucha pestaña e investigaciones detrás. Aquí vale la ley del oeste con escupitajo de por medio, el que pega más fuerte, el que difama con anticipación, el que suelta un buscapiés, el que dispara primero. Cualquier código de barrio por muy bajo que sea o de alguna región del inframundo humano es como un poema entre tanta evocación macarra. El que piensa pierde, regla número uno.

SEÑORES SUSPIRANTES de Quintana Roo, en serio en serio nos merecemos este desalineado proceso sin debates de ideas. ¿Creen que difamando al otro van a ganar? y ¿para eso querían medios digitales abiertos y masivos? Tienen la última palabra, pero las personas traen un hartazgo hacia partidos y personas que cualquier ciudadano con algo de estrategia y buenas propuestas puede ganar. De este lado del escenario la verdad se asoma. Ojalá se eleve el debate, el trabajo por las personas, el respeto a ustedes mismos y a los próximos votantes. Quintana Roo se merece elevar el debate.

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AHORA QUE entró a discusión la próxima iniciativa que pretende regular y gobernar a las empresas transnacionales propietarias de las redes sociales y que, algunos creen, son tan mexicanas como las tunas, el nopal y el águila devorando una serpiente, debemos informarles en este humilde nido de lágrimas (de risa) que no es así, que están equivocados. Que toda esa información que entregamos diariamente en opiniones, afilados pensamientos mañaneros, acaudalados despliegues de orfandad política y filosofías banqueteras a esas empresas, todas, hasta las comas mal puestas y los horrores de ortografía se guardan en millones de servidores protegidos físicamente en enormes centros de datos (data center, para los ingenieros conocedores) ubicados en Estados Unidos y Europa. Nada se pierde, aunque usted crea que borró esa conversación hot con la vecina. El lenguaje binario es así: permanente y sin deterioro.

QUÉ DIRÁN nuestros biógrafos cuando salgan a relucir todo el messenger, el whatsapp, los mensajitos secretos, etcétera. Serán felices, por supuesto, pero al parecer el senador Ricardo Monreal y sus huestes morenas quieren echar a perder la fiesta de la oreja de estas empresas de redes sociales. ¿Imaginemos por un instante cuánto no saben de nosotros esas empresas? Más que nadie en el mundo, como dice la canción. Ni nuestra madre, caray, si es que todavía tenemos algo.

DE AHÍ que no perdamos de vista que son emporios económicos voraces, además de poderosos instrumentos de comunicación. Por esa razón, el Estado mexicano no puede mantenerse ajeno, omiso o indiferente a ellos y deben ser regulado por órganos del Estado. La pregunta es: ¿podrán?