Artesanas por herencia familiar

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  • Plantas, flores, aves, alebrijes, figuras e imaginaciones de todo tipo estas artesanas logran plasmar en coloridos y versátiles bordados.
ISRAEL SÁNCHEZ / AGENCIA REFORMA

CIUDAD DE MÉXICO.- “Desde que me acuerdo”, respondieron cada una de las maestras artesanas al preguntarles hace cuánto tiempo que bordan tenangos. Una tradición enraizada en sus hogares.

“Empezamos a jugar con los hilos, viendo que las mamás, las tías, las abuelitas bordaban; a nosotras nos atraían los colores. Y así empezamos: jugando”, rememoró la maestra Silvia Martínez López, en cuya rutina diaria siempre está el bordado junto con preparar la comida y los quehaceres del hogar.

“Ya en mis ratos libres le dedico, lo más que avance yo. Y ya, le dejo un rato, porque no le aguanta uno; llega el momento en que lastima los ojos. No le puede uno estar todo el santo día ahí porque sí es cansado”.

En su propia casa se ha ocupado ya de heredar este saber a su hija mayor, de 25 años, que también borda. Sin embargo, su hija más chica, de 12, no parece querer continuar la tradición.

“¿Qué cree?, que no, ella no quiere. Como que luego, a veces le atrae, pero como que ya no. Y pues, ahora sí que tratamos de que les atraiga, porque si no, esto se pierde”.

Plantas, flores, aves, alebrijes, figuras e imaginaciones de todo tipo están plasmados en los coloridos bordados, que con magistral versatilidad las artesanas realizan en chamarras, vestidos, bolsas, fundas, blusas, capas, tortilleros, monederos o en uno de los favoritos que más miradas atraían: el camino de mesa.

Una pieza de unos 2 metros de largo por 45 centímetros de ancho, con un derroche de creatividad digno de exponerse en un museo, y en cuya manufactura pueden participar varias personas por hasta cuatro meses, pero cuya inversión de tiempo y esfuerzo no siempre es valorada por los clientes, quienes suelen regatear el precio.

“A veces (mil 200 pesos) sí se les hace caro. Y yo por eso les hago la invitación: aprendan, para que vean que no es fácil, que se lleva un proceso y que se cansa uno. Sobre todo los ojos se van ahí, la espalda”, dijo la artesana Susana Hernández Núñez.

“Un sobrino que tengo dice: ‘¿Por qué vas a una tienda comercial y no regateas, pero sí vas a un lugar donde venden cosas manuales a regatear?’. No debería de ser así”, señaló la maestra María Teresa Hernández Núñez.

De suerte, contrasta la maestra Susana, no todos son así: “Tenemos gente muy linda que viene, ve nuestras artesanías y nunca nos dicen ‘¿cuánto es lo menos?’; y, al contrario, valoran mucho nuestro trabajo”.

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