Mamá de todo corazón

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  • Mujeres les abrieron las puertas de su casa y de su corazón a estos niños para darles amor, educación y cuidado como una mamá.
DALIA GUTIÉRREZ / AGENCIA REFORMA

MONTERREY, N.L.- Hay mujeres que se convirtieron en madres tras tener a sus hijos en el vientre. Otras lo hicieron al adoptar un menor y hay unas más que son mamás de corazón.

Ellas son aquellas mujeres que forman parte de Familias de Acogida, programa del DIF Nuevo León en el que un matrimonio o una persona soltera recibe en su hogar, por tiempo indefinido, a un menor que está bajo la tutela del Estado.

Aunque no los unen lazos sanguíneos y saben que en cualquier momento podrían volver con sus familias de origen, esas mujeres les abrieron las puertas de su casa y de su corazón a estos niños para darles amor, educación y cuidado como una mamá. En este Día de la Madre, algunas de ellas comparten sus historias.

‘YO LOS ELEGÍ’

Fue en una reunión con sus amigas cuando Consuelo escuchó la historia de una mujer que había quedado con discapacidad a causa de violencia de su pareja y necesitaba con urgencia que alguien le ayudara con sus niños.

A sus 54 años, viuda y con tres hijos, Consuelo no dudó en atender su llamado de auxilio.

“Si lo hubiera pensado no lo hubiera hecho. Solamente dejé seguir mi instinto materno, yo creo, de protección, y nada más”, expresa Consuelo, hoy de 60 años.

“Porque si alguien se pone detalladamente (a pesar): ‘A mi edad, ponerse a cuidar niños que no son nada mío’, realmente dices: ‘¡Estás loca, te toca otra etapa!'”.

Desde el momento en que acudió a conocer a los menores, dice Consuelo, nació una conexión. No dudó en llevarlos a su casa en ese instante, pero sabía que tenía que hacerlo de forma legal. Pidió orientación, encontró el programa de acogimiento familiar del Gobierno del Estado y realizaron todos los trámites necesarios.

De esta manera, Ángel y Diego, hoy de 10 y 12 años, respectivamente, viven con ella desde el 2015.

La mamá comenta: “Tengo mis hijos biológicos, los de vientre y los que yo elegí (Ángel y Diego). Elegí tenerlos en mi vida, yo fui por ellos… Me nació del corazón”.

No ha sido fácil y en muchas ocasiones pensó en desistir, pero basta mirarlos para recordar lo orgullosa que se siente y por qué no dejará de luchar por ellos, porque lo que busca es brindarles una experiencia de vida sana y libre de violencia.

“Si ellos regresan a su casa, qué bueno. Lo mejor es estar con tu familia”, expresa. “Es mi objetivo: que si ellos regresan, que hagan la diferencia en su casa”.

‘SOY SU MAMÁ’

“Soy su mamá”, expresa con emoción Marbella, “yo la cuido, yo la protejo de todo”. A su lado juega Ana, de 4 años, quien vive con ella y su esposo Jaime desde diciembre del 2017. La pequeña tenía entonces 1 año y medio.

Durante más de 20 años el matrimonio intentó sin éxito tener hijos biológicos. Su deseo de convertirse en padres los llevó a buscar adoptar a un menor, pero en el camino se enteraron del Programa Familias de Acogida.

Cuando la conocieron, la niña no caminaba ni hablaba. Tras más de tres años de cariño, cuidado y terapias de diferentes tipos, hoy Marbella siente un gran orgullo por los avances que ha conseguido su hija.

“Poco a poco empezó a responder a los estímulos, a reírse, a jugar, después ya a caminar, a hablar”, recuerda. “Es algo que emociona mucho, porque es algo muy grande dar tanto amor a un niño que lo necesita. Que se pase el tiempo en una institución a que se pase el tiempo con una familia, la calidad de amor es muy diferente”.

Hasta el momento, explica, el acogimiento de Ana es a largo plazo. Esto significa que estará con ellos hasta la mayoría de edad. Pero todo puede cambiar y Marbella está consciente de ello.

“A mí me dicen: ‘Ya te ganaste el cielo’. Yo no lo hago por eso”, expresa.

“Me ganó mi deseo de ser mamá, pero ya cuando estás en esto son muchas satisfacciones que dices: ‘Vale la pena, porque es una personita a la que tú vas a educar, que no es de tu sangre, pero la quieres'”.

SON SU MOTIVACIÓN

En una de sus visitas al ahora desaparecido Penal del Topo Chico con el grupo religioso al que pertenecía, Marisela conoció a una mujer foránea que necesitaba una figura de acogimiento para llevar a su bebé de 1 año al médico cuando lo necesitara.

Cuando aceptó ayudarla nunca pasó por su mente que cuatro años después ese pequeño y otra menor estarían bajo su cuidado: Alan y Andrea, de 4 y 9 años, respectivamente. Hoy la llaman mamá.

“Pensaba que familiar de acogimiento era sólo ir a las vacunas, (sacarlo) si se enfermaba”, relata la mujer. “Nunca pensé que iban a estar unos niños viviendo conmigo”.

Una vez inscrita al programa de acogimiento para llevar a Alan al médico, las autoridades le propusieron hacerse cargo de Andrea. Meses después, en 2018, le ofrecieron también llevarse al niño. Aunque estaba recién divorciada y sabía que sería difícil, aceptó.

Hoy Marisela está desempleada como consecuencia de la pandemia y vende productos para sostener a la familia. Asegura que no va a desistir de cuidar a sus hijos.

“Qué fácil me hubiera sido a mí decirle a DIF Capullos: ‘¿Saben qué?, tengo el problema de que no tengo trabajo y les voy a regresar a los niños'”, cuenta. “Al contrario, voy a seguirlos sacando adelante. Buscarle de todas las maneras posibles”.

Y aunque sabe que será difícil si ellos tienen que regresar con sus familias de origen, Marisela afirma que siempre los va a apoyar. “No hay que decir: ‘Si ya va a suceder, los voy a rechazar o no me voy a preocupar por ellos’. Al contrario”, expresa.

“Cuando puedan regresar con su familia, que puedan expresar ese amor que se les brindó conmigo”.

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