Buscadoras blanco de amenazas y asesinatos

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  • Las mujeres buscadoras, que han resultado ser mucho más efectivas que las autoridades en detección de fosas clandestinas, son amenazadas y vigiladas.
STAFF / AGENCIA REFORMA

CIUDAD DE MÉXICO.- Las integrantes de un grupo de voluntarias que buscan los cadáveres de familiares asesinados están empezando a ser blanco de los homicidas, un giro que pone a prueba las promesas del Gobierno de ayudarlas.

Las mujeres, que han resultado ser mucho más efectivas que las autoridades en la detección de fosas clandestinas, dicen que reciben amenazas y son vigiladas, probablemente por la misma gente que mató a sus hijos, hermanos y maridos.

Pero ahora, los amagos dieron paso a las balas. Dos buscadoras fueron asesinados en los últimos dos meses, informó AP.

Aranza Ramos llevaba un año buscando a su marido, Bryan Celaya Alvarado, desde el 6 de diciembre del 2020, siendo hoy uno de los 87 mil 855 desaparecidos que hay en México.

Se cree que la mayoría de los desaparecidos fueron asesinados por los carteles de las drogas y sus cuerpos fueron enterrados o quemados, creando campos de la muerte.

Fue allí, en un terreno conocido como Ejido Ortiz, en Sonora, que Ramos fue asesinada el 15 de julio, mientras buscaba a su marido.

“En el ejido Ortiz se han encontrado varios crematorios clandestinos, algunos todavía con brasas y humo al momento del hallazgo”, dijo el grupo de buscadoras de Ramos en un comunicado. “Ese ejido es un lugar de exterminio activo”.

Tan activo que las buscadoras y buscadores dicen que se ponen nerviosos cuando llegan a un sitio donde todavía hay restos de un fuego. Quiere decir que los asesinos pueden estar todavía usando el lugar.

Luego de buscar durante un día los voluntarios clavan varas metálicas en la tierra para ver si surge el olor delator de la muerte, Ramos regresó a su casa en la ciudad de Guaymas. Poco antes de la medianoche, fue secuestrada. Los asesinos se la llevaron en un auto y arrojaron su cadáver lleno de balas a un costado de una carretera.

“Aranza hizo una publicación la semana previa, diciendo que quería (encontrar) a su esposo, no a los culpables” de su muerte, explicó Cecilia Duarte, otra buscadora.

Hay tres reglas de oro que siguen los voluntarios: No usan expresiones como cuerpos o cadáveres. Dicen que buscan “tesoros”. Generalmente llaman a la policía si creen haber encontrado una tumba común y las búsquedas no tiene por fin encontrar a los culpables, sino a los seres queridos, en la esperanza de que eso les evite represalias.

“No buscamos culpables, buscamos tesoros”, reiteró Patricia “Ceci” Flores, fundadora de “Madres Buscadoras de Sonora”, quien el día del crimen también recibió una amenaza telefónica. “Me dijeron que yo era la que seguía”.

Sin embargo, Ramos no fue la primera persona abocada a la búsqueda de desaparecidos asesinada este año. El 30 de mayo, otro activista, Javier Barajas Piña, fue baleado en Guanajuato.

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