‘Prolifera el odio; hay que frenarlo’

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  • El feminicidio y el odio a las mujeres es una característica de México, hay dos personajes que concitan un rencor increíble.

ROBERTO ZAMARRIPA / AGENCIA REFORMA

CIUDAD DE MÉXICO.- Nefasta, vulgar, horrible, ignorante, mugrosa, imbécil. Eso cae en la catarata de desprecio que inunda las redes sociales, principalmente Twitter. Dos mujeres destacadas son blanco de ese odio: la analista Denise Dresser y la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller. Así lo demuestra un estudio coordinado por Sergio Aguayo Quezada, académico del Colegio de México.

El analista advierte que no debe minimizarse ese alud de hostilidad virtual.

“No basta con denunciar, debemos, ante un problema de tal magnitud, dar un paso más. Nuestras instituciones por razones que no entiendo, ven como si no les afectara ese tipo de comportamientos. Y eso alienta al odio. No podemos seguir con esa pasividad”, dice.

¿Por qué ellas dos?

Partimos de unas cifas que me comentó Lorena Becerra, encuestóloga de Grupo REFORMA, de que México está dividido entre 40 por ciento que idolatra a Andrés Manuel López Obrador, 40 por ciento que lo aborrece y 20 por ciento que oscilamos. Por tanto somos un país dividido y la manera de ver cómo se comportaba el odio en las redes era tomar a dos figuras paradigmáticas de ambas corrientes, y dado que por otro lado el feminicidio y el odio a las mujeres es una característica de nuestro México, decidimos que ellas dos serían ilustrativas de dos personajes que concitan un rencor increíble. Lo que no nos esperábamos eran las cifras, los resultados, eso si fue sorprendente.

¿Cuáles son?

Tomamos 8 mil 200 tuits. Cuatro mil 100 dedicados a la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller y cuatro mil 100 dedicados a Denise Dresser durante tres semanas de julio. Todo fue exactamente el mismo periodo donde la historiadora no lanzó un solo tuit, mientras que Denise se dio vuelo, pues ella utiliza con intensidad las redes sociales, y lo que nos impresionó es que salió que 95 por ciento de los mensajes que recibían, dijeran lo que dijeran, hicieran lo que fuera, eran negativos. Y de ese 95 por ciento, la mitad eran insultos que van dirigidos a su condición de mujer. Por tanto encontramos un odio reconcentrado que en su caso se condensa en su condición de mujer, y lo sorprendente es que ambas eran maltratadas de igual manera.

Ello llevó a conclusiones de que Twitter es muy laxo en dejar pasar los insultos, y dos, que el gobierno de la República y las fiscalías estatales no se interesan en perseguir a los causantes de este odio.

Hago un paréntesis: se esté o no de acuerdo con la decisión del Presidente de leer las injurias que le lanzaron a su esposa, lo que me llamó la atención, lo que faltó, fue que dijera ‘he interpuesto una denuncia ante la Fiscalía de la Ciudad de México, ante la Feadle (Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión) o ante la Conapred o la CNDH’; es decir, no hubo la búsqueda de la institución gubernamental que tiene la capacidad –ellos tienen policías cibernéticas– de avieriguar la identidad de quien injurió a la esposa del Presidente.

Hay odio y no hay ningún muro de contención; pueden soltar lo que quieran y no va a pasar nada. Hay una preparación sicológica de eliminar al otro, a la otredad. La democracia se basa en el respeto al otro, se esté o no de acuerdo con él. En el momento en el cual hay una deshumanización del otro se facilita la agresión física. Eso es lo que estamos señalando, los riesgos de que en un país no se tome en serio la proliferación del odio.

Ya tuvimos la primera reacción: nos buscaron de Twitter para ver qué se podría hacer. Pero es una tarea que atañe a muchísimos más actores.

¿No ves un valor importante que el Presidente lo haya dado de alta en la conferencia?

Simplemente lo presentó. No basta con denunciar, debemos, ante un problema de tal magnitud, dar un paso más. Que luego las instituciones no hagan nada, eso es otra cosa. Hace tres años Héctor de Mauleón, Gaby Warketin, Julio Hernández López y yo recibimos amenazas de muerte. En ese momento presenté una denuncia ante la Feadle y el Fiscal de la Feadle, que es el mismo de Peña Nieto, me dijo: ‘ya los identificamos. Es una banda que se dedica a vender sus servicios para difamar’. Las famosas granjas de boots, ahí estaba una. Me dijo que los iban a acusar de bullying. Le dije: ‘oye no, perdóname, esto no es bullying, esto es una amenaza de muerte. No es lo mismo’.

Pero ese es el problema. Nuestras instituciones por razones que no entiendo deciden ver como si no les afectara ese tipo de comportamientos. Y eso alienta al odio. No podemos seguir con esa pasividad.

Dice el estudio: ‘Preocupante si son espontáneos, grave si son orquestados’

Te voy a adelantar algo. Vamos a intentar establecer cuántos de los tuits de los que se enviaron contra Denise y contra la historiadora Gutiérrez Müller podrían caer en la categoría de boots como parte de un esfuerzo orquestado y seguramente orquestado por personajes no identificados. La parte más difícil es establecer la responsabilidad que tiene tal o cual persona, tal o cual grupo, en la proliferación del odio.

La periodista Anne Applebaum en un artículo titulado “Los nuevos puritanos”, publicado en The Atlantic, plantea como estos nuevos tribunales, esta nueva santa inquisición virtual, moldea conductas, inhibe, condiciona a instituciones, a universidades, a periódicos a centros de investigación, a intelectuales.

Es cierto que tiene un efecto intimidatorio. Pero en la medida que uno entienda la magnitud de la amenaza, del riesgo del ataque, puedes procesarlo y manejarlo mejor. Lo inquietante de las redes sociales es el anonimato. Quiénes son estos tipos, de dónde vienen, por qué me quieren destruir, qué hice. Es ahí de donde viene el efecto intimidatorio.

El conocimiento empodera. Da instrumento para poder resistir mejor la crítica. Pero aquí no estamos frente a una crítica intelectual sino ante el odio visceral y ese es el que tenemos que frenar. No a la crítica razonada.

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