NIDO DE VÍBORAS

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POR KUKULKÁN

SI ALGO tiene el presidente Andrés Manuel López Obrador con sus subordinados es no regañarlos en público, y no tanto para que no se sonrojen y hagan el ridículo. No, Obrador prefiere pasar el trago amargo y apretar mandíbula, que demostrar ineficacia en su gobierno de la Cuarta Transformación. Pero cuando le colman el plato, el inquilino de Palacio Nacional no tiene reparo alguno para fustigar a sus funcionarios, tal como lo hiciera hacia su propio doctor de cabecera, el secretario de Salud, Jorge Alcocer, y hacia Juan Antonio Ferrer, director del Instituto de Salud para el Bienestar.

FUE EL DÍA 11 de noviembre del año pasado cuando López Obrador, en tono molesto, exigió a ambos resolver, “sin excusas”, el problema del desabasto de medicamentos; “yo no quiero escuchar que faltan medicamentos, y no quiero excusas de ningún tipo”, retumbó la voz del mandatario de los mexicanos y desde ese día, Alcocer y Ferrer fueron la comidilla en el gabinete presidencial, en lugar de poner sus barbas a remojar.

PERO ayer el hilo se rompió por donde uno menos se lo esperaba, en una de sus obras insignia, el Tren Maya. Muy a su estilo, apenas amaneciendo el 2022, el día 6 de enero, el presidente de México prácticamente se la sentenció a uno de sus funcionarios consentidos, Rogelio Jiménez Pons, titular del Fondo Nacional de Turismo al ponerle enfrente nada más y nada menos que a su paisano, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.

“El secretario de Gobernación nos tiene que ayudar allá en Quintana Roo, y aprovecho para enviar un mensaje a los hoteleros de la Riviera Maya, que nos ayuden, porque se está definiendo un nuevo trazo del Tren Maya y ojalá cooperen: no les afecta sus terrenos, es decir, la parte que tienen construida se va a hacer un trazo en los espaldares de sus terrenos, o sea no es a la orilla de la playa, sino en la parte de atrás, es un nuevo trazo”, sentenció Obrador desde su conferencia mañanera del Salón Tesorería de Palacio Nacional.

Y ES QUE Jiménez Pons le habría ocultado a su jefe la creciente inconformidad de cámaras empresariales, colegios de profesionistas y sindicatos sobre el inminente caos vehicular que generaría el Tren Maya en ciertos puntos de Playa del Carmen, a grado tal que en su visita más reciente a tierra quintanarroense, Obrador le dijo al gobernador Carlos Joaquín que no veía razón alguna para modificar los trazos de su magna obra, pero con el paso de los días el presidente de México cambió de parecer y fue justo el día 6 de enero que hizo público su descontento con el titular de Fonatur, a quien, nos dicen, “no puede ver ni en pintura” pues lejos de que el Tren Maya marche sin contratiempos, están comprometiéndose los tiempos de su conclusión.

NO SÓLO ESO, en las entidades por donde correrá el Tren Maya, comenzaron a aumentar las versiones —no comprobadas— de que Don Rogelio estaba metido en el negocio de los moches y compra de terrenos a bajo costo, para después venderlos a precio de oro cuando entre en operación esta magna obra. Por eso, ayer martes 11 de enero, con todo y su convalecencia por estar contagiado de la variante ómicron, López Obrador decidió, a través del secretario de Gobernación, cortarle la cabeza a Rogelio Jiménez Pons, al quitarlo de Fonatur y colocar en su lugar al tabasqueño Javier May Rodríguez.

EL NUEVO director de Fonatur ahora es responsable, junto con Adán Augusto, para dialogar directamente con los hoteleros de la zona, así como con profesionales en materia de obra pública, para convencerlos de que el Tren Maya no les afectará en ningún sentido y que Rogelio Jiménez Pons ha quedado relegado a una subsecretaría de Comunicaciones y Transportes, pues haberlo corrido del todo, hubiese significado un reconocimiento tácito de Obrador de que el suyo, es un gobierno inexperto, insensible ante la queja de diversos sectores.

@Nido_DeViboras