Pasan maestros duros exámenes

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Pasan maestros duros exámenes
  • La de los maestros es una de las profesiones más nobles, pero, al mismo tiempo, en ella hay quienes enfrentan situaciones que ponen a prueba la vocación.
DANIEL SANTIAGO / AGENCIA REFORMA

MONTERREY, NL.- La de los maestros es una de las profesiones más nobles, pero, al mismo tiempo, en ella hay quienes enfrentan situaciones que ponen a prueba la vocación.

Imagina, por ejemplo, que eres un popular profesor de secundaria a quien muchos alumnos siguen y quieren. Una mañana, uno de ellos te confiesa: “Maestro, ya no voy a estudiar, porque estoy con tal o cual cártel”. ¿Qué harías?

O que eres un maestro entregado a su puesto de director. Un día, al llegar a tu escuela para comenzar la jornada del turno vespertino, ves que la Policía se lleva a uno de tus estudiantes. ¿Cómo reaccionar en situaciones para las que no hay una preparación previa?

A la responsabilidad de educar en el aula, los maestros tienen otros retos derivados de los contextos en los que viven sus alumnos, y que penetran a la escuela, como la violencia en casa, las adicciones y hasta el narcomenudeo.

El director de una secundaria en el área de Guadalupe recuerda cuando una patrulla se llevaba a uno de sus estudiantes.

“El muchacho llevaba el uniforme de la escuela”, cuenta el maestro de manera anónima.

“Me bajo de mi carro luego luego, y les digo ‘¿qué onda, por qué se lo llevan?’. Y me dice el policía: ‘Mire, profe lo que traía su alumno’.

“Traía un ‘quesote’ así”, relata el docente mientras con sus manos da forma a un gran paquete, “pura mariguana, una bolota ¡de dos, tres kilos!”.

Por la gravedad de la falta, la medida puso en jaque a la escuela.

Por un lado, ameritaba cambiarlo de plantel o reportar el caso a las autoridades para el tratamiento del joven, quien pertenecía a una familia dentro del crimen organizado muy conocida en el sector.

Por otro lado, también estaba el privilegiar su derecho a la educación, recuerda el directivo.

Se optó por la segunda, y el alumno siguió en la escuela.

-¿No tiene miedo en estos casos?, se le preguntó.

“No, por lo menos con los maestros ellos (los distribuidores de droga) no se meten, nos respetan, porque aquí están sus hijos. Nosotros a todos les damos el servicio”.

DE MANOS ATADAS

El sentir generalizado de los maestros consultados es el de estar atados de manos en cuanto a cómo promover la disciplina.

No están de acuerdo, por ejemplo, con flexibilidades como permitir que los alumnos asistan con el cabello teñido, como Conapred lo recomendó al inicio del ciclo escolar.

Consideran que no cuentan con el apoyo de las autoridades educativas para imponer sanciones al nivel de las faltas.

“Creo que deberíamos tener un poco de respaldo para que haya consecuencias por cualquier acto, bueno y malo”, dijo una profesora de secundaria.

“Pero las consecuencias malas no se nos permiten. Entonces los alumnos están creciendo con esa formación de ‘si no cumplo una regla de la escuela, no pasa nada'”.

El reglamento general actual para la convivencia escolar, con sanciones calificadas como leves, graves o muy graves, se queda corto para lo que se ve en las escuelas, señala la docente.

“Está la cuestión de traer drogas a la escuela”, ejemplifica. “Si se encuentran drogas, se habla a Seguridad Escolar, se habla con los papás y el alumno puede ser suspendido por uno o tres días, ¡y listo, es todo! Hablar con él, aconsejarle, y luego se reintegra al salón como si nada hubiera pasado.

“Esto, cuando una sanción más adecuada pudiera haber sido colocar al alumno en otro plantel, porque no podemos darles el ejemplo a otros estudiantes de que pueden traer drogas y no pasa nada”.

SE SIENTEN SOLOS

También, coinciden, no cuentan con el apoyo y la responsabilidad compartida de los padres de familia. De hecho, es en los hogares en donde inician muchos de estos problemas de violencia, adicciones y peleas.

“Los alumnos no llegan a la escuela o llegan muy tarde (en algunas escuelas no los dejan entrar, por lo que se convierte en falta), no llevan materiales, desde cartulinas hasta lápices, no estudian ni hacen tarea en casa, no respetan a los maestros ni a los compañeros”, contó el director de una primaria.

“Los padres no acuden a citatorios, no van a juntas de calificaciones, a algunos padres de familia apenas los conozco en los festivales o en la graduación”.

La Constitución ya incluye en su artículo tercero la corresponsabilidad de los padres de familia en el proceso educativo de los hijos, indicó el docente.

“Sin embargo, al profe se le deja solo. Secretaría (de Educación) le exige, pero no le da herramientas ni respaldo. Los papás le exigen, pero no le tienen respeto ni le dan apoyo. Y que no se atreva a quejarse porque entonces ‘le falta vocación'”.

RESISTEN DOS AÑOS SIN ESCUELA

La vocación de maestro puede resistir tanto como dos años en una escuela sin agua, y sin luz.

La deficiente infraestructura en los edificios escolares son casi la norma, pero los profesores de la Secundaria Técnica 129 “Héctor Carrizosa Andrade” han demostrado ser capaces de trabajar por largos meses sin los servicios básicos, soportando altas y bajas temperaturas por igual, casi a la intemperie.

Puesta en marcha en la pandemia, en 2021, esta escuela en Escobedo ha funcionado desde entonces sólo con diminutas aulas móviles en donde los estudiantes toman clases casi en hacinamiento.

Aunque estas aulas cuentan con aire acondicionado, éste no podía operar por la falta de luz eléctrica. Su primer ciclo escolar lo pasaron también sin servicio de agua.

El Municipio de Escobedo les instaló baños portátiles, pero si alguno de los chicos necesitaba usarlos, preferían que el papá o a la mamá fueran por él para llevarlo a casa y luego regresarlo.

Actualmente, la escuela ya cuenta con energía eléctrica y baños con agua potable, pero los maestros no tienen techo, ni piso.

La “sala de maestros” de este plantel es a la intemperie. En estos días de fuerte sol o lluvia, un toldo, una mesa y sillas plegables sobre un terreno relleno de grava sirve para que tomen su almuerzo o esperen a que llegue su hora de la clase.

De igual manera, el área de trabajo social es una mesa instalada sobre un segundo toldo, sólo que éste un tanto alejado, a la orilla del terreno, para dar esa “privacidad” que el trabajador social y la psicóloga requieren para dialogar con los estudiantes que necesitan de alguna atención especial por su conducta.

“Ahí vemos el alma y corazón de los profes, porque muy a pesar de todo, se quedaron”, dijo la directora María Angélica González al referirse a que sus casi 12 docentes han permanecido en los dos ciclos escolar con carencias.

“Esto yo creo que ni yo como directivo ni los padres de familia, nunca se los vamos a pagar porque no hay un pago para todo lo que ellos están poniendo de su parte”.

A un lado de este terreno con aulas móviles avanza la construcción del edificio escolar a donde se mudarán el próximo escolar, una señal que los maestros ven con esperanza de que sus condiciones laborales, poco a poco mejoran.

VOCACIÓN DOCENTE QUEDA EN FAMILIA

La familia del profesor Arnoldo Hernández Peña, de 63 años, es muy unida, no sólo por lazos de sangre, sino también por la vocación del magisterio. Para ellos, el Día del Maestro es una celebración que se multiplica por seis.

En los años 80 conoció y se casó con la profesora Rosa María Villarreal Velocio. Y tuvieron dos hijas, Karen Miroslava, hoy de 29 años de edad, y Grecia Viridiana, de 28.

Las dos eligieron ser maestras, y también casarse con maestros: respectivamente con Pedro Alonso Yerena López, de 31 años, y Jesús Ernesto Ríos González, de 28.

En las reuniones familiares de los domingos, su intención siempre es hablar de temas que no sean educación, pero invariablemente terminan hablando de la escuela.

“A veces queremos empezar otra plática y siempre nos desviamos y terminamos hablando de escuelas, de los retos y satisfacciones que la educación nos da”, cuenta Rosa María, de 62 años, profesora de una secundaria nocturna.

“Creo que eso nos ha unido más como familia: hablamos el mismo idioma”.

Los primeros años de Arnoldo y Rosa María como maestros fueron en escuelas de ejidos en el sur de Nuevo León.

Sus dos hijas siempre los acompañaban a los cursos de capacitación, además de que en casa había libros de textos, exámenes y materiales educativos, por lo que por ahí pudo haber venido el interés de ellas por ser también maestras.

“Disfrutamos en familia nuestra vocación”, comenta Arnoldo, maestro la secundaria 10 Moisés Sáenz Garza, “compartimos opiniones, puntos de vista para resolver problemáticas que se nos presentan, además, nos empapamos de la juventud y experiencia de nuestros hijos que les ha tocado vivir una etapa diferente a la nuestra del magisterio”.

Karen conoció a Pedro en sus estudios para ser maestros, en el Colegio Labastida, mientras que Grecia conoció a Jesús Ernesto cuando hacían fila en el evento de asignaciones de plaza. En ese momento se dio “el flechazo”, cuenta Grecia.

Hijas y yernos valoran que tienen en Arnoldo y en Rosa María no sólo a unos padres y suegros, sino también a figuras con experiencia  siempre dispuestos a dar un consejo.

“Lo principal que siempre nos han dicho es ‘tu prioridad es el alumno'”, cuenta Karen, “él es el que tiene que estar seguro, tiene que estar bien, tienes que brindarle a ellos esa seguridad y al padre la tranquilidad”.

Karen recuerda cuando fue su primer día de clases como profesora.

“Mi papá me llevó y se esperó afuera de la escuela y me dijo ‘tú entra solita, preséntate, pero voy a estar aquí por si pasa algo”, relata.

Los nietos ya llegaron, Paulo y Leonel. Son apenas unos bebés, pero en la familia surge la misma pregunta: ¿seguirán con la tradición del magisterio?

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