NIDO DE VÍBORAS

1070

Por KUKULKÁN

EN EL ÚLTIMO acto de la tragicomedia que es la política quintanarroense, nuestros distinguidos legisladores se han visto enfrentados a un espejo que refleja la ironía de su propia creación: una propuesta legislativa que sanciona la ausencia en sus puestos de trabajo. Sí, damas y caballeros, en un giro de guion digno de la más picaresca de las novelas, el Congreso de Quintana Roo debate si debe multarse a sí mismo por no asistir a… trabajar.

LA DIPUTADA Andrea del Rosario González Loria, de la fracción parlamentaria de Morena, con la solemnidad de quien propone un cambio radical, presentó esta iniciativa que busca, nada más y nada menos, que obligar a los diputados a cumplir con ese mínimo exigible en cualquier empleo: la asistencia. Pero, ¿acaso no es el colmo de los colmos que necesitemos leyes para asegurar que nuestros legisladores simplemente se presenten en el lugar para el cual fueron electos?

LA PROPUESTA, ya remitida a comisiones para su “análisis profundo” (léase: buscarle tres pies al gato), sugiere un castigo pecuniario y, en un audaz ejercicio de imaginación, la posibilidad de ser reemplazados por sus suplentes. ¡Qué innovación! ¡Un trabajador faltista podría ser sustituido! ¡Qué concepto tan revolucionario para nuestra clase política!

ESTE movimiento legislativo no sólo resalta la disparatada realidad en la que nuestros representantes parecen vivir, sino que también subraya una desconexión casi cómica con la realidad laboral del ciudadano común. En el mundo real, si uno no asiste a su trabajo, no se necesita una comisión para decidir el castigo; la consecuencia es inmediata y, a menudo, definitiva. Ya en anteriores Legislaturas, nuestros representantes ante el Congreso también se aventaron la gran ideooota de proponer una iniciativa que permitiera la reelección de los diputados por dos ocasiones, para estar en el cargo nueve años consecutivos.

AQUELLA ocasión el promotor de esa gran iniciativa fue el diputado Gustavo Miranda, del Partido Verde Ecologista, quien para completar el paquete pidió que el Congreso les pagará la profesionalización mientras estuvieran en el cargo, o sea pretendía que con dinero público se pagará la escuela para ser mejor diputados. Pues no se supone que cuando alguien ocupa una curul ya debe llegar con estudios o una trayectoria de liderazgo social, representativa. Obvió que su propuesta no pasó y él está desaparecido del espectro político.

LA SITUACIÓN ahora es si la iniciativa de González Loria será acogida por su grupo parlamentario a cuya cabeza recientemente fue nombrada la diputada Jissel Castro Marcial, o sea que apenas está tomando las riendas de la junta de gobierno y coordinación política —luego de la licencia solicitada por algunos diputados que competirán electoralmente—, por lo que uno no puede evitar preguntarse si este será el acto que finalmente nos lleve al clímax de esta obra de teatro absurdo. ¿Podría ser que, bajo su liderazgo, el Congreso se autoimpusiera la disciplina que tanto parece necesitar? O, ¿seremos testigos de más actos de esta comedia de pifias legislativas, donde la promesa de cambio sólo sirve para mantener el statu quo?

EN ESA picarona política mexicana, la propuesta de sancionar la inasistencia legislativa es una sátira viviente, un espejo que nos muestra la surrealista (y, a menudo, decepcionante) realidad de nuestros representantes. Como audiencia, nos queda una tarea crucial: recordar que, al final del día, nosotros somos los directores de esta obra. Y quizás, sólo quizás, en el próximo acto, podamos escoger un elenco que no necesite una ley para recordarles ir a trabajar.

@Nido_DeViboras