NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

ESTA parodia bien podría titularse: ‘La insólita danza de los fugitivos: un mosaico político solidarense’… Y es que, en el intrincado tablero político del ayuntamiento de Solidaridad, donde la estrategia supera a menudo la lógica y la moralidad es un juego de azar, asistimos a un espectáculo que desafía incluso a la ficción más osada. La protagonista de esta trama, la alcaldesa Lili Campos Miranda, alguna vez disfrazada de la justicia y el combate frontal contra la corrupción, ha decidido aplicar la máxima de que, si no puedes vencer a tus enemigos, lo mejor es invitarlos a tu fiesta.

EN UN GIRO que roza lo kafkiano, los antaño perseguidos se convierten en aliados de batalla en una cruzada electoral donde el fin justifica los medios, y el eslogan ‘quien la hace la paga’ parece haber caducado, dejando paso a un nuevo mantra: ‘si no puedes contra ellos, úneteles’. El caso de Campos es emblemático de la política quintanarroense, un espectro donde las alianzas se tejen y destejen con la facilidad de quien cambia de camisa. Con un pragmatismo que rozaría lo admirable si no fuese tan profundamente cuestionable, esta estratega salida del joaquinismo ha sumado a su planilla nombres que, no hace mucho, figuraban en la lista negra del combate a la corrupción y que ella misma persiguió para supuestamente hacer justicia.

ENTRE estos, destacan Gabriel Mendicuti Loría y Román Quian Alcocer, ex presidentes municipales cuyas historias se entrelazan con el tumultuoso legado de Roberto Borge Angulo. A la planilla también sumó a otro ex alcalde y ex tesorero municipal, Filiberto Martínez y José Luis Toledo Medina, respectivamente. La estrategia de Campos, sin embargo, dista mucho de ser un sutil juego de ajedrez político; se asemeja más a un acto desesperado de supervivencia electoral ante el avance imparable de Morena, con Estefanía Mercado liderando la carga.

BAJO este contexto, la alianza PAN-PRI parece un intento de conjurar el fantasma de una derrota anunciada, recurriendo a figuras cuyo pasado podría ser más un lastre que un activo. La ironía de esta situación no escapa a la ciudadanía, que con sarcasmo comenta sobre esta ‘pandilla’ que parece más destinada a ocupar una celda que una alcaldía. Este malabarismo desafía la comprensión y parece sacado de un proverbio revisado para la política moderna: “Si no puedes contra ellos, úneteles”. La alianza entre joaquinistas y borgistas no es tanto una demostración de fuerza como una señal de los tiempos desesperados que se viven en la política local. ‘En esa planilla hay como 500 años de cárcel’, murmuran con sorna en los corrillos políticos, una frase que, aunque cargada de ironía, destila una verdad incómoda sobre el pasado (y quizás presente) de quienes ahora buscan unificar fuerzas.

LA IRONÍA final de esta parodia política es que, en su intento de unir a tirios y troyanos para contener lo inevitable, la alianza puede terminar no como una fuerza competitiva, sino como un monumento a la desesperación política. Un recordatorio de que, en el juego del poder, las alianzas de conveniencia son tan frágiles como las promesas hechas en campaña. Frente a una popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador que oscila en el entorno del 80%, este mosaico de conveniencia política parece más un acto de fe que una estrategia coherente.

LO ABSURDO de esta contención, sin embargo, no radica en la unión de opuestos, sino en el olvido temporal de principios y convicciones en aras de la supervivencia política. ‘No los une el amor sino el espanto’, parafraseando a Jorge Luis Borges. Así, mientras Quintana Roo se prepara para una elección que promete ser tan turbulenta como el mar Caribe en tiempos de tormenta, una pregunta flota en el aire: ¿Es posible construir un futuro sólido sobre las arenas movedizas de alianzas tan volátiles? Solo el tiempo, ese juez implacable, tendrá la última palabra. Pero por ahora, la política quintanarroense ofrece un espectáculo que, por absurdo que parezca, es imposible ignorar.

@Nido_DeViboras