NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

EN LA TIERRA del tequila y el mariachi, el circo electoral ha levantado su carpa una vez más, prometiendo un espectáculo sin precedentes en la temporada 2024. En este rincón, nueve fieras políticas de diversos pelajes se preparan para el gran duelo en la arena: Veracruz, Morelos, Tabasco, Yucatán, Guanajuato, Chiapas, Jalisco, Puebla, y la joya de la corona, la Ciudad de México. Cada uno, con sus propios trucos bajo la manga, promete dar un espectáculo digno de la historia política de este país.

EN EL ACTO de apertura, los magos de la demagogia y los trapecistas de las promesas se elevan por encima de la realidad, intentando capturar la atención de un público ya escéptico con malabares verbales y saltos de fe. Los candidatos, esos prestidigitadores políticos, lanzan sus encantamientos, prometiendo desde el pleno empleo hasta la erradicación de la pobreza con la facilidad con que un ilusionista saca un conejo de la chistera. Pero el público, curtido en mil batallas, sabe que después del espectáculo la magia suele desvanecerse, dejando atrás sólo la neblina de las palabras no cumplidas.

Y ES QUE en este circo, la pista central la ocupan los domadores de bestias, aquellos valientes o insensatos que intentan controlar las fieras de sus propios partidos. Con látigos hechos de astucia y coraje, luchan para mantener en línea a las facciones más rebeldes, aquellas que amenazan con transformar el espectáculo en un descontrolado zoológico político. Mientras tanto, los payasos, siempre presentes, nos recuerdan con sus tropiezos y bromas pesadas que, al final del día, la política también puede ser una comedia de errores, una sátira de la sociedad que nos obliga a reír para no llorar.

EN VERACRUZ, el calor se siente no sólo en el clima sino en la feroz batalla por el Golfo, donde Morena, PAN y PRI se enzarzan en una danza tan delicada como el ritual de los voladores de Papantla, aunque menos elegante y ciertamente más ruidosa. Mientras, Morelos, con la partida de Cuauhtémoc Blanco, parece más un partido de fútbol en tiempo extra donde todos buscan desesperadamente el gol del triunfo, y Morena juega con la estrategia de poner una mujer al frente, buscando encantar como las sirenas a los marineros.

TABASCO, cuna del actual presidente, parece seguir fiel a su linaje, con Morena llevando la delantera. Y en Yucatán, la batalla es más reñida que la final de un campeonato de pelota maya, donde el PAN y Morena disputan el favor de los dioses de la política. No podemos olvidarnos de Guanajuato y Chiapas, estados que como los viejos amantes, parecen no poder escapar de su historia política. Guanajuato, bastión del PAN, y Chiapas, feudo de Morena, están listos para escribir el próximo capítulo de su saga electoral.

SIN EMBARGO el espectáculo peliagudo parece concentrarse en las joyas electorales: Jalisco, Puebla y la Ciudad de México. Estos tres grandes están preparados para una batalla épica digna de los mejores dramas aztecas. Jalisco podría cambiar de estandarte y unirse a la familia guinda, Puebla ve cómo la balanza se inclina cada vez más hacia Morena, y la Ciudad de México… ah, la CDMX, ese microcosmos de la política mexicana donde la lucha se calienta más que el asfalto en verano.

Y COMO en todo buen circo, el gran final promete dejar al público al borde de su asiento. Los acróbatas de las coaliciones caminan por la delgada cuerda de las alianzas, balanceándose precariamente entre el compromiso y la conveniencia, sabiendo que un paso en falso podría significar la caída al vacío del olvido. La tensión es palpable, la atmósfera cargada de electricidad, mientras todos aguardan el desenlace de este acto de equilibrio. ¿Quiénes serán los héroes que lograrán cruzar al otro lado, y quiénes los villanos condenados a desaparecer bajo la carpa del circo político mexicano? Sólo el tiempo, ese juez implacable, dictará la última palabra en esta apasionante temporada electoral, donde cada voto es un ticket de entrada para el espectáculo más impredecible de todos.

@Nido_DeViboras