Por KUKULKÁN
LA INSTRUCCIÓN directa del nuevo gobierno federal hacia todos los niveles de gobierno en la etapa del segundo piso de la Cuarta Transformación, es desterrar la corrupción y la impunidad no sólo en la Federación sino también en Estados y Municipios, y quien pescó al vuelo el mensaje fue la gobernadora de Quintana Roo, Mara Lezama Espinoza que después de días de gestiones en la Ciudad de México trajo consigo un coro de sirenas y el inconfundible aroma de la “austeridad republicana”.
EN UN EVENTO digno de una novela de realismo mágico, la gobernadora Mara Lezama ha convocado a los once flamantes presidentes municipales de nuestro estado para, en sus propias palabras, “alejarse del canto de las sirenas” y enfundarse en el traje de superhéroes del pueblo, dispuestos a transformar, ahora sí, la vida de los quintanarroenses. Y es que, según la gobernadora, los días de vino y rosas han quedado atrás.
ANTAÑO dedicados a la ardua tarea de enriquecer sus bolsillos, los funcionarios públicos deben ahora redirigir sus energías a la noble causa del servicio público, bajo el estandarte de la honestidad y la transparencia. ¡Adiós a las ambiciones personales y bienvenidos sean los ideales del pueblo! Claro, siempre que estos no interfieran con la sacrosanta autonomía municipal, que la misma Mara Lezama se encargó de recalcar con una mano sobre la Constitución y la otra en la chequera de la SEFIPLAN.
SIN EMBARGO, queridos lectores, no podemos evitar preguntarnos: ¿de qué manera se logrará que estos políticos, acostumbrados a los deleites del poder, renuncien a sus tentaciones? La receta propuesta parece sencilla: para empezar, un curso de inducción para nuestras nuevas autoridades municipales, donde se les ofrecerá una “panorámica básica” de sus facultades, atribuciones y obligaciones. Es decir, un diplomado exprés para aprender a administrar siendo honestos y austeros. ¡Quién diría que la ética política se podía condensar en unas cuantas horas de capacitación!
POR SUPUESTO, el objetivo es claro: que los recursos públicos no terminen en paraísos fiscales o en bolsillos ajenos. No, ahora el dinero del pueblo debe regresar al pueblo. Y para ello, nuestros flamantes alcaldes, síndicos y regidores deberán estar más presentes en las colonias que en los restaurantes de lujo. “Lejos del escritorio, cerca del territorio”, insiste la gobernadora, consciente de que la solución al problema de la corrupción no está solo en cambiar la ubicación física de los funcionarios sino en transformar sus corazones.
PRECISAMENTE ese será el reto de esta cruzada moral, identificar si entre las nuevas autoridades quedan algunas sirenas que ayer compartían la mesa del festín neoliberal. No vaya a resultar que la prosperidad compartida, ese mantra que resuena en cada discurso oficial, es incompatible con los vicios del pasado. Nos dicen que con la Cuarta Transformación la música ha cambiado, pero ¿será que los bailarines siguen siendo los mismos? Mientras tanto, nuestros presidentes municipales se preparan para su travesía, armados con manuales de buena conducta y promesas de trabajar para todos y todas.
DESDE luego, no podemos evitar el escepticismo porque en Quintana Roo, la historia nos ha enseñado que las promesas se desvanecen con la misma rapidez que un amanecer en el Caribe. La gobernadora ha puesto el listón alto, y ahora toca ver si sus aliados municipales son capaces de saltarlo. Nos dicen que la primera etapa de la transformación fue acabar con la corrupción en las altas esferas del poder, “de arriba a abajo como se barren las escaleras”. Ahora, nos aseguran que ha llegado el turno de los municipios. Pero la pregunta permanece: ¿Será que en este segundo piso se requieran más aspiradoras que escobas para barrer con la corrupción?