NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

¡VER para creer! Tuvo que ser una mujer la que se fajara los pantalones en el Ayuntamiento de Benito Juárez para emprender la lucha contra un nuevo apocalipsis urbanístico que amenaza el equilibrio ecológico y urbano de Cancún. Uno pensaría que en el principal destino turístico del Caribe mexicano, la contienda en la Zona Hotelera se centra en la cantidad de cócteles que uno puede consumir sin morir en el intento, pero no: aquí estamos en espera de que esta amenaza urbanística no logre consumarse.

LA ESTRELLA de esta pretensión es el megadesarrollo inmobiliario “Península Cancún”. Un nombre que, seamos honestos, suena más a una estación del Tren Maya que a un complejo habitacional. Y es que, al parecer, los magnates de Hazama Corporation Desarrollo de Turismo S.A. de C.V. quieren transformar un campo de golf de 18 hoyos en una mini-ciudad con 1,378 viviendas, 850 cuartos hoteleros y tres zonas comerciales. La ambición no tiene límites, y la ironía, menos.

MIENTRAS tanto, la alcaldesa Ana Patricia ha decidido ponerse la capa de superheroína y ha lanzado un mensaje al mundo, negando con firmeza que hayan otorgado algún permiso para semejante desatino. Según ellos, ni la Secretaría Municipal de Ecología y Desarrollo Urbano, ni el Ayuntamiento en sí han dado su aval para el “polígono de actuación”, el “Plan Maestro” o los usos mixtos, hoteleros, comerciales y residenciales que el proyecto pretende imponer en un terreno que, hasta hace poco, era un apacible campo de golf.

MEDIANTE un giro que sólo un guionista de comedia negra podría haber imaginado, la empresa promotora argumenta que el campo de golf “ya no puede competir” con otros campos en la región. Tal vez porque los campos de golf, como los caballos de carreras o los patinetes eléctricos, están claramente en decadencia. Sin embargo, es curioso que la misma empresa que se encarga de “revitalizar la zona” parece haber olvidado el pequeño detalle de que Cancún ya está a punto de colapsar bajo el peso de sus propios desarrollos.

A FIN DE CUENTAS, la inversión de 16,422 millones de pesos, con 180 trabajadores en preparación, 1,700 durante la construcción y 1,600 en operación y mantenimiento, promete un festín económico que probablemente sólo sirva para alimentar el caos.

EL DOCUMENTO de Manifestación de Impacto Ambiental, presentado en la Ciudad de México, muestra un mapa de ensueño donde se planea construir el complejo: 44.62 hectáreas de áreas verdes y 12.63 hectáreas de suelo de conservación. Un punto extra para la empresa por tratar de disfrazar el proyecto como una mezcla de desarrollo y sostenibilidad. Claro, porque nada dice “respeto por el medio ambiente” como construir torres de hasta 66 metros en una zona que ya parece estar rebosante de hoteles y turistas.

EN TODO esto, la cereza del pastel es la parte en la que la empresa se compromete a donar un parque público de 9,050 metros cuadrados. Un gesto tan noble como cuando tu primo te deja el último pedazo de pizza porque ya está demasiado lleno. Ah, y si el proyecto sigue adelante, habrá que esperar que el “nuevo parque” no sea otra área de césped artificial con bancos incómodos y farolas que parpadean.

METIDO el Ayuntamiento en su papel de héroe en esta farsa urbanística, el resto de nosotros nos preguntamos si esta batalla es realmente una cruzada por el bien público o simplemente una serie de maniobras políticas para distraer de la verdadera falta de planificación. En el fondo, puede que sólo estemos ante otro ejemplo de cómo en la lucha por el desarrollo, los verdaderos perdedores son siempre los ciudadanos que viven en el caos que queda después de que los grandes proyectos inmobiliarios pasan por encima de sus vidas.

@Nido_DeViboras