Por KUKULKÁN
CUANDO el gobierno de Carlos Joaquín decidió cerrar su administración con broche de oro, no imaginaba que lo haría indirectamente con un proyecto fallido: la tirolesa de 40 metros de altura en Calderitas, municipio de Othón P. Blanco. ¡Qué ironía! ¿no? Lo que iba a ser una atracción turística de aventura, terminó convirtiéndose en un mirador de 26 metros que, aunque menor a lo prometido, terminó siendo el salvavidas económico para la zona.
PARA ningún quintanarroense ha sido un secreto que el sur del estado ha sido el pariente pobre de la familia, mirando de reojo el crecimiento vertiginoso de Cancún, Playa del Carmen y Tulum, mientras se repartían las migajas que sobraban de la gran fiesta turística del norte. En su momento, la promesa de la tirolesa sonaba espectacular. Un viaje de 200 metros por un alambre de acero, desde 40 metros de altura, para lanzarse al agua y terminar en una simulada isla rodeada de selva y mar. Para los adictos a la adrenalina, parecía un sueño. Para el gobierno de Carlos Joaquín, era su manera de mostrar que también se preocupaba por Othón P. Blanco, una de las zonas más olvidadas de Quintana Roo, cuya capital, Chetumal, lleva décadas viviendo a la sombra de los grandes destinos turísticos.
SIN EMBARGO, como siempre, la realidad fue menos amable: una falla estructural truncó el proyecto y, en lugar de la emocionante tirolesa, la estructura quedó como un simple mirador. Y vaya que les salió “el tiro por la culata”, pero en una de esas casualidades del destino, lo que parecía un fracaso se transformó en el principal atractivo turístico de Calderitas.
DESDE la Plaza del Mirador, ahora turistas de todo el mundo han venido a disfrutar de una vista espectacular de la Bahía de Chetumal y sus alrededores, hasta alcanzar a ver los linderos de la frontera sur con Belice. Un escenario envidiable que, sin querer, puso a esta olvidada playa pública en el mapa del turismo local e internacional.
GRACIAS a esta estructura “milagrosa”, la economía local ha comenzado a florecer de nuevo. Los visitantes llegan, consumen y, de paso, le echan una mano a los habitantes de la zona, cuyos ingresos han aumentado un 30 por ciento en comparación con 2019. ¡Nada mal para una obra que iba a ser otra promesa rota! El “milagro” de Calderitas también ha sido oportunamente aprovechado por Mara Lezama, quien, como primera gobernadora de Quintana Roo, se ha dedicado a fortalecer la sinergia entre los proyectos federales del gobierno de la Cuarta Transformación y los intereses locales. Bajo el paraguas de su “bienestar compartido”.
LEZAMA ha tejido acuerdos para el estímulo de negocios comerciales e inmobiliarios que buscan ampliar los beneficios del turismo hacia los trabajadores de la industria, y no sólo a los grandes hoteleros del norte. Un discurso bonito que, al menos de momento, ha dado frutos en lugares como Calderitas. El desempeño de Mara Lezama fue reconocido este fin de semana por el presidente Andrés Manuel López Obrador quien no desaprovechó la oportunidad de visitar lo que probablemente será una de sus últimas paradas en Quintana Roo antes de dejar la presidencia.
DESDE la óptica nacional, AMLO no sólo alabó el trabajo de Mara Lezama, sino que reafirmó su compromiso con el sureste, esa región históricamente olvidada y relegada a la categoría de “patio trasero” de la república mexicana. Con la llegada del Tren Maya, el nuevo aeropuerto de Felipe Carrillo Puerto y otros proyectos de infraestructura, el sureste por fin está recibiendo su tan esperado momento de gloria. O al menos, eso nos quieren hacer creer. No se puede ocultar que la brecha entre el norte y el sur sigue siendo enorme. Mientras Cancún, Isla Mujeres y Tulum siguen acumulando riqueza y turistas como si no hubiera un mañana, Othón P. Blanco y sus alrededores apenas empiezan a ver la luz al final del túnel. El desarrollo del sureste ha sido clave para equilibrar la economía nacional.
ESTÁ claro que el ejemplo de esta obra fortuita, no es lo recomendable ni suficiente para hacer la gran diferencia, pero lo que es una realidad es que en Calderitas las cosas están mejorando. Aunque el elefante blanco de la tirolesa nunca vio la luz, el mirador sigue en pie, y con él, la esperanza de que el sur de Quintana Roo algún día deje de vivir a la sombra del norte. Como diría AMLO, el sureste sí importa. Y por una vez, parece que alguien finalmente lo está escuchando.