NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

DURANTE 48 años de gobierno la clase política local logró lo imposible: enriquecerse mientras el resto de la población empobrecía. Y es que, bajo la batuta de familias “nativas” de Chetumal y Cozumel, el estado se convirtió en un laboratorio de corrupción donde los mismos apellidos se repartían el poder económico y político con la destreza de un mago, haciendo desaparecer más de 22 mil millones de pesos que, según ellos, se fueron en “obras públicas” o “fondos para desastres”. ¡Vaya con esos magos! Las obras nunca aparecieron, pero las mansiones y las cuentas bancarias de Félix González Canto, Roberto Borge Angulo y Carlos Joaquín González siguen siendo visibles, para quien quiera buscarlas, claro.

PERO llegó Mara Lezama Espinoza, la primer gobernadora de Quintana Roo, no sólo para romper el techo de cristal que la vieja política había instalado, sino para quitarle la silla a esos caciques del saqueo que, sexenio tras sexenio, se turnaban el poder mientras predicaban su discurso de que los “fuereños” sólo venían a robar y se iban. ¡Ah, qué irónico! Resultó que los verdaderos saqueadores no fueron esos “extraños” que supuestamente venían de otros estados, sino los propios “nativos” que durante décadas se quedaron con todo lo que pudieron, dejando al pueblo con una deuda pública que aún asfixia el presente y amenaza el futuro.

CLARO, Mara no la tiene fácil. Tres retos tenía por delante antes de asumir el cargo: ser la primera mujer mandataria, llegar a la gubernatura desde la presidencia municipal de Cancún y, por si fuera poco, desmarcarse de esa casta política que veía a Quintana Roo como su feudo personal. Con una deuda pública que pesa como ancla y una economía polarizada, el gobierno de Mara Lezama ha intentado girar el timón, apostando por un “círculo virtuoso” donde los programas sociales se mezclan con inversiones públicas que prometen, ahora sí, llevar algo de bienestar a los bolsillos de los quintanarroenses.

Y NO, no es que todo esté resuelto. Los más de 22 mil millones de pesos no van a volver por arte de magia, pero lo que sí está claro es que las políticas de la Cuarta Transformación están apostando por algo diferente: obras de infraestructura en salud y educación que, al menos esta vez, sí son visibles. Claro, no hay que ser ingenuos, el combate a la corrupción y la austeridad republicana no han sido panaceas milagrosas, pero han comenzado a desmantelar esa estructura que Félix, Roberto y Carlos habían cimentado tan profundamente.

EL PROBLEMA es que aún hay mucho por hacer. No basta con inyectar recursos y obras públicas si no se llega al meollo del asunto: castigar a los responsables de este robo sistemático. Mara ha asumido públicamente que en los tres años que le quedan de gobierno no puede aflojar el ritmo. Si algo debe marcar su administración, además de las inversiones federales y estatales que finalmente parecen traer algo de desarrollo, es poner tras las rejas tanto a “nativos” como a “fuereños” que desde el poder tienen como única prioridad abultar sus cuentas bancarias.

HABLAR de sanciones a funcionarios cercanos a su administración no es fácil, pero sería el golpe maestro para demostrar que la Cuarta Transformación realmente es distinta al neoliberalismo, ese monstruo de mil cabezas que, según los “nativos”, fue traído por los “fuereños”. Es hora de hacer mofa de esa falacia. Nacida en la Ciudad de México, pero arraigada en Quintana Roo, Mara Lezama está demostrando que ambas etiquetas son sólo excusas para encubrir el verdadero problema: la corrupción, que no conoce de fronteras, ni de orígenes. ¿La diferencia? Ahora se está intentando ponerle un alto al menos en el primer círculo del gabinete estatal.

@Nido_DeViboras