Por KUKULKÁN
PARECE que Ernesto Zedillo, aquel expresidente al que le debemos la receta perfecta para convertir crisis económicas en deuda pública (sí, hablamos del infame Fobaproa), decidió tomarse una pausa de su cómodo exilio en España para reaparecer como el nuevo defensor de la justicia en México. ¡Qué ironía! No sería México si no tuviéramos una buena dosis de surrealismo político de vez en cuando. Y es que en su más reciente acto de magia, el exmandatario llegó con una misión: criticar la reforma judicial de la 4T. Porque, claro, cuando uno ya fracasó lo suficiente en el poder, nada mejor que regresar para dar lecciones a quien está a punto de irse. ¡El timing perfecto!
ZEDILLO apareció en un evento académico que, para ser sinceros, no emocionó a nadie excepto a sus organizadores. Pero lo interesante del show fue que la ministra presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña, fue premiada por su “lucha incansable” por la independencia del Poder Judicial. Porque, si algo necesita el país en estos momentos, es una Corte que sea absolutamente independiente… de la ciudadanía, claro está. Todo esto bajo el patrocinio del buen Ernesto, quien, si la memoria no falla, hace unos 30 años impulsó la reforma que redujo a los ministros de la Corte a 11, todos cuidadosamente seleccionados para no molestar demasiado al salinismo que aún dominaba el tablero.
AHORA, nuestro héroe del pasado reciente dice que la reforma de Andrés Manuel López Obrador es un atentado contra la democracia. ¿Será que a Zedillo se le olvidó que cuando fue presidente hizo exactamente lo mismo que critica? No es por revivir viejos traumas, pero, durante su mandato, la “justicia” fue más bien una herramienta conveniente para dejar sin voz a los opositores y pasar sus reformas sin que le temblara la mano. ¿O ya se nos olvidó el Fobaproa, la matanza de Aguas Blancas, o esas reformas fiscales que exoneraban a los poderosos de pagar impuestos? Si nos ponemos a hilar fino, no se trata de proteger la justicia, sino de proteger los intereses que siempre han controlado esa “justicia” a conveniencia.
Y COMO la historia nunca decepciona, la crítica de Zedillo no vino sola. No, porque cuando uno quiere montar un buen drama político, hay que traer a todos los personajes posibles. Así que también apareció, desde su confortable celda en Estados Unidos, Genaro García Luna, el ex “súper policía” de Felipe Calderón, ese que ahora está condenado por narcotráfico. Sí, García Luna envió una cartita donde, entre líneas, trata de vincular a López Obrador con el narcotráfico. No presentó pruebas, claro, pero en este juego de tronos, la verdad es lo de menos. La narrativa es lo importante. Y qué mejor manera de alimentar el espectáculo que con acusaciones sin fundamento justo cuando el presidente está a dos semanas de retirarse.
SI HAY ALGO que el bloque conservador odia más que perder el control del sistema de justicia, es dejar pasar la oportunidad de lanzar barro, aunque éste no pegue. La reforma judicial propuesta por López Obrador, con todo y sus críticas, busca una transformación profunda. A diferencia de lo que hizo Zedillo, que puso a jueces a modo, la reforma 4T propone que sean los ciudadanos quienes elijan a los ministros de la Suprema Corte. ¡Ay, la democracia directa! ¡Qué miedo le tienen! Si algo queda claro es que el verdadero temor y molestia para personajes como Zedillo y compañía, es perder el control de ese intrincado tejido de poder donde siempre han jugado a su antojo.
POR LO PRONTO, aquí estamos los mexicanos de a pie, viendo cómo la vieja guardia política hace su último gran esfuerzo para desprestigiar a un presidente que está a punto de retirarse. Si ya trajeron a Zedillo y García Luna al tablero, sólo falta que en la próxima semana convoquen a una sesión espiritista para que Salinas también diga lo suyo. Mientras tanto, López Obrador, a dos semanas de decir adiós a la presidencia, sigue siendo el protagonista indiscutible de la política mexicana. La oposición, en su desesperación, no hace más que revivir sus propios fantasmas.