Por KUKULKÁN
EN EL AJEDREZ político mexicano, parece que la oposición ha decidido jugar sólo con peones. ¿Su gran estrategia? Oponerse a todo lo que venga del lopezobradorismo, sin importar el qué, el cómo o el porqué. Desde que Andrés Manuel López Obrador puso un pie en Palacio Nacional, la derecha ha encontrado un extraño placer en convertir cada movimiento en una tragedia nacional. ¿El Tren Maya? Desastre ecológico. ¿La Reforma Energética? Retroceso al Paleolítico. ¿Los programas sociales? Propaganda populista. Pero lo más curioso es que, en su afán de criticar todo, olvidaron lo más básico: proponer algo.
EN DEPORTE nacional de la derecha se ha convertido el anti-obradorismo, pero no porque tengan grandes ideas que competir. No, lo suyo es mucho más sencillo: decir “no” a todo lo que huela a la Cuarta Transformación. De hecho, si López Obrador sugiriera pintar de azul el cielo, probablemente escucharíamos cómo el PAN y el PRI lanzan conferencias de prensa urgentes para advertir sobre los peligros de una atmósfera controlada por el Estado. Porque para ellos, no hay política pública lopezobradorista que no sea un desastre en potencia.
LO MÁS IRÓNICO de todo es que la oposición ha llegado a un punto en que no sólo rechazan todo, sino que subestiman al pueblo en el proceso. Según ellos, los millones que votaron por la 4T no son ciudadanos conscientes, sino un montón de “chairada” manipulada y adoctrinada, incapaz de entender la realidad política. Siguen pensando que el pueblo es tonto, ignorante, que no sabe lo que le conviene, y que todo esto es sólo una especie de “fiebre comunista” que desaparecerá con una aspirina de neoliberalismo bien recetada. Así de simple.
PERO, ¿qué hizo la derecha para que su propuesta de nación sonara tan… vacía? Pues para empezar, se olvidaron del pueblo. Durante décadas, PRI y PAN gobernaron para los mismos de siempre: empresarios, banqueros, magnates. Todo el “populacho” fue relegado al papel de simple espectador, mientras las decisiones clave se tomaban en las esferas de poder. Y ahora que ese pueblo ha despertado —o como dice AMLO, ha sido parte de una “revolución de las conciencias”—, la derecha no sabe qué hacer. Le hace falta pueblo, pero lo peor es que no lo ven. Siguen creyendo que pueden ganar elecciones con discursos de café entre aristócratas.
CLARO, la derecha tiene una coartada perfecta: si el pueblo apoya a López Obrador es porque ha sido “engañado”. No porque el pueblo entienda sus propias necesidades o haya sufrido por años las decisiones de gobiernos anteriores, no. Para ellos, la gente ha sido hipnotizada por el “mesías tropical” y, por supuesto, no son capaces de pensar por sí mismos. No ven en ese apoyo popular un respaldo a un proyecto de nación, sino un error masivo de juicio que sólo ellos, los iluminados de la oposición, pueden corregir.
Y AQUÍ LLEGAMOS a lo más absurdo de todo: la derecha no tiene un proyecto de nación. Su única “propuesta” es oponerse sistemáticamente a todo lo que haga la 4T. Lo mismo da que sea una obra de infraestructura, una reforma legislativa o un programa social. Si viene de López Obrador, entonces está mal. Es casi como si hubieran renunciado a pensar. En lugar de proponer algo que de verdad conecte con las necesidades del país, se enfrascan en la política del todo o nada: si no es su proyecto, no vale. Si lo presenta AMLO, entonces es un fracaso asegurado.
LO PEOR es que esta actitud de oposición por oposición no ha funcionado. López Obrador se retira con niveles de popularidad que fluctúan entre el 65% y el 75%, mientras la oposición se desmorona entre alianzas que parecen sacadas de una mala telenovela. En su afán de restarle méritos al Presidente, se han olvidado de hacer lo más importante: escuchar al pueblo. Ese mismo pueblo que les dio la espalda porque ya no soportaba el cinismo con el que gobernaban.
AHORA, con la llegada de Claudia Sheinbaum, la oposición enfrenta un dilema. Algunos tienen la esperanza de que Sheinbaum “corrija el rumbo”, que no caiga en la tentación del autoritarismo que tanto temen (o al menos eso dicen). Pero mientras sigan encerrados en su burbuja aristocrática, incapaces de reconocer el cambio social que se vive en México, seguirán condenados a ser meros espectadores de un proyecto que no comprenden.
¿MORALEJA? La derecha opositora tiene dos opciones: o sigue en su postura de negar todo y criticar por deporte, o acepta que necesita reconectar con el pueblo para tener una mínima posibilidad de competir. Porque si algo ha quedado claro es que oponerse sin proponer no es un plan, y mucho menos una estrategia ganadora.