Por KUKULKÁN
CON LA SALIDA de Andrés Manuel López Obrador del Palacio Nacional, se cierra un capítulo sin precedentes en la historia mediática de México. No solo se va el presidente que monopolizó la agenda informativa durante seis años, también desaparece el protagonista de uno de los espectáculos políticos más duraderos: las mañaneras. AMLO no solo gobernó, también entretuvo.
COMO un maestro de ceremonias, día tras día, desde las seis de la mañana, ponía el tono y el ritmo de la conversación nacional, alimentando tanto a sus simpatizantes como a sus detractores. Se va López Obrador, y con él se apaga la chispa que encendía la polémica diaria. ¿Qué será ahora de los medios que crecieron a su sombra? Esa red de comunicadores, que nació a su amparo y se alimentó del rating que solo el presidente podía garantizar, está a punto de enfrentarse a su prueba de fuego: la vida sin AMLO.
A LO LARGO de su mandato, el presidente no solo gobernó, sino que también se convirtió en el principal productor de contenido para la prensa tradicional y digital. Con sus declaraciones, ataques, y su inagotable energía para armar polémicas, AMLO dictaba la nota de “ocho columnas” en todos los diarios del país, ya fuera para criticarlo o para aplaudirlo. Su estilo, un híbrido entre el evangelizador y el standupero, aseguraba que, a las diez de la mañana, las redes y las redacciones estuvieran llenas de material para sobrevivir otro día en este circo mediático.
PERO AHORA, con su salida, la música se detiene. Y la pregunta es inevitable: ¿Qué será de esos medios alternativos que encontraron su auge en las conferencias mañaneras? Durante seis años, disfrutaron de un flujo constante de material, cortesía del presidente. Cada declaración polémica era oro puro para alimentar la conversación, atraer clics y, por supuesto, inflar las audiencias. Muchos periodistas de este nuevo ecosistema mediático construyeron sus carreras en torno a su cercanía con el discurso oficial, aplaudiendo o “aclarando” lo dicho por el líder de la 4T.
AMLO no deja solo un vacío de contenido. También se lleva con él el esquema de comunicación directa que tanto éxito le dio. Rompió con la tradición de que solo un puñado de periodistas privilegiados tuvieran acceso a la “fuente presidencial”. Abrió los micrófonos para todos, y con eso, también democratizó el caos. Los medios tradicionales miraron desde su pedestal con desdén, mientras surgía una nueva camada de comunicadores que entendieron que en el ecosistema digital, el que grita más fuerte es el que se lleva la audiencia.
CLAUDIA Sheinbaum, la elegida para tomar la estafeta, sabe que no puede dejar caer el telón de este show mediático. Si bien no tiene el carisma incendiario de AMLO, su equipo de comunicación está afinando los mismos instrumentos que le permitieron al presidente controlar la narrativa y difundirla como verdades absolutas. Consciente de que la oposición no supo hacerle frente a la comunicación del tabasqueño, Sheinbaum intentará replicar el modelo. Pero, la gran pregunta es si los medios que surgieron bajo el influjo de AMLO sobrevivirán sin su energía centrípeta.
SI HAY ALGO claro, es que AMLO ponía la pauta, y sin su presencia diaria, las cámaras de estos comunicadores alternativos podrían quedarse enfocando a la nada. ¿Podrán estos medios encontrar nuevas narrativas que mantengan el interés de una audiencia que se alimentaba del show mediático de la Cuarta Transformación? O peor aún, ¿qué harán cuando ya no haya un enemigo claro y visible a quien defender?
EL VACIO informativo que deja AMLO es innegable. La brújula mediática ha perdido a su norte. Ahora, los medios emergentes tendrán que sobrevivir sin su mecenas y, sobre todo, sin su protagonista estelar. ¡Vaya reto que les espera!