Por KUKULKÁN
AL FINAL de una larga y desgastante batalla, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) emitió su veredicto en torno a la reforma judicial: por una votación de siete ministros a favor y cuatro en contra, el proyecto del ministro Juan Luis González Alcántara, que pretendía anular la reforma, fue aprobado. Sin embargo, no logró los ocho votos necesarios para invalidar la reforma constitucional. En esta jugada política sin precedentes, la ministra presidenta Norma Piña se quedó a un paso de imponerse en esta batalla, pero finalmente fue doblada por la presidenta Claudia Sheinbaum, quien, desde el Ejecutivo, se apuntó una victoria contundente. Así, el pulso de poder entre dos de las mujeres más influyentes de México terminó con la primera ministra del país derrotada.
ESTE resultado es más que un simple fallo judicial; es un episodio que marca la historia de la política mexicana. Por primera vez, dos mujeres se enfrentaron desde las posiciones más altas del país. Norma Piña intentó utilizar todo su arsenal legal, jugando con el límite de la Constitución, buscando reinterpretar el número de votos necesarios y aplicando maniobras que la acercaron a la victoria. La estrategia de última hora de Piña fue reinterpretar la Constitución para que bastaran seis votos en vez de los ocho requeridos. Pero ni siquiera con siete logró imponerse.
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EL PROYECTO de González Alcántara proponía bloquear elementos fundamentales de la reforma judicial: desde la elección popular de jueces y magistrados hasta la polémica figura de los “jueces sin rostro”. Sin embargo, la falta de un voto adicional le costó a la Suprema Corte la oportunidad de reafirmar su autonomía frente al Ejecutivo. La ministra presidenta, quien prometió “guardar y hacer guardar” la Constitución, terminó siendo guardada ella misma, al no lograr que sus colegas se sumaran al bloque mayoritario. Su intento de liderar un poder judicial autónomo se desmoronó ante los embates de un Ejecutivo que, con Claudia Sheinbaum al frente, mostró la habilidad y la fuerza para doblar a su oponente en un duelo sin precedentes.
LA DERROTA de Piña resulta aún más irónica al observar cómo la SCJN —institución que se presenta como garante de la Constitución— jugó al límite de la legalidad con su propia Carta Magna. Con Norma Piña a la cabeza, la Corte intentó flexibilizar la interpretación constitucional para adaptarla a sus necesidades, en un acto de “autocontención”, como lo llamó el proyecto. ¿Cómo puede el poder judicial enarbolar la bandera de la legalidad y la justicia cuando es el primero en torcer el reglamento? El fallo, aunque dividido, es vinculante en cuanto a sus efectos, lo que significa que la reforma judicial impulsada por el Ejecutivo permanece en pie.
SUBESTIMADA por muchos, Claudia Sheinbaum logró inclinar la balanza a su favor y consolidó su posición como una líder capaz de desafiar y doblegar al máximo órgano judicial de México. Para el bloque conservador, este desenlace representa un trago amargo; sus esfuerzos por frenar la reforma a través del Poder Judicial fueron desmantelados por una maniobra en la que el Ejecutivo salió fortalecido. El Tribunal Electoral, en su papel de observador estratégico, decidió no emitir opinión cuando la SCJN pidió su postura sobre la reforma judicial, manteniéndose al margen del conflicto.
ESTE acto de neutralidad, sin duda calculado, muestra cómo cada actor en este conflicto prefirió cuidar su terreno. Pero en la Corte, la neutralidad no fue una opción. La ministra presidenta y sus colegas debían elegir entre proteger su autonomía o ceder ante el Ejecutivo. Y la votación final evidenció que el propio Poder Judicial no pudo alcanzar el consenso necesario para “defender su autonomía”. Para México, el saldo es claro: el Ejecutivo emerge victorioso y Norma Piña queda debilitada.
CON SIETE votos a favor y cuatro en contra, la SCJN envió un mensaje contundente, aunque contradictorio: querían frenar la reforma, pero no fueron capaces de reunir la fuerza suficiente para hacerlo. La imagen de la Corte como un “poder superior” al Ejecutivo y Legislativo queda empañada, pues al final no pudieron detener una reforma que les arrebataba parte de su propio control.
SEGURO este episodio será recordado como un punto de inflexión, no sólo por el contenido de la reforma judicial, sino por lo que simboliza: un México donde el poder ya no se limita a un círculo cerrado de hombres, sino que se disputa en el más alto nivel entre mujeres que han llegado a las posiciones más influyentes del país. La ministra presidenta Norma Piña, quien buscó hacer historia, terminó siendo doblegada por una Claudia Sheinbaum que, desde el Ejecutivo, dejó claro que sus aspiraciones van más allá de una reforma. Este duelo entre dos mujeres del más alto perfil marca un cambio en la dinámica de poder en México y establece un precedente: la lucha por la justicia y el poder en el país dejó de ser terreno exclusivo de los hombres.