Por KUKULKÁN
¡VAYA DEBUT internacional, señoras y señores! Claudia Sheinbaum, flamante Presidenta de México, llegó al G20 con una sonrisa segura y una agenda bajo el brazo, lista para hablar de tú a tú con los pesos pesados de la política global. Desde Justin Trudeau hasta Emmanuel Macron, pasando por un saludo a Xi Jinping y una charla con Joe Biden, Sheinbaum no perdió la oportunidad de mostrarse como una líder de talla mundial. Pero, como todo en la política, este baile entre gigantes tuvo su toque de ironía, momentos tensos y una buena dosis de gestos calculados. Porque, aunque se agradece que México tenga voz en el escenario global, no faltaron las miradas de “¿y ahora qué dirá?”.
ARRANQUEMOS con la propuesta estrella. En su primera intervención internacional, Sheinbaum llegó con un mensaje directo y provocador: que el mundo destine sólo el 1% del dinero que gasta en armas para implementar “Sembrando Vida” a nivel global. Una idea noble, sí, pero presentada en un salón donde varios de sus interlocutores están más ocupados enviando misiles que sembrando árboles. Con Justin Trudeau a un lado y Emmanuel Macron al otro, ambos defensores acérrimos de Ucrania en su guerra contra Rusia, la idea de desviar fondos armamentistas para plantar ceibas debió sonar más utópica que práctica. Más aún, considerando que, a unos asientos de distancia, Sergey Lavrov, enviado de Putin, seguramente tomaba notas mientras pensaba: “¡Qué interesante!” con una ceja levantada.
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LA PRESIDENTA mexicana también aprovechó para sentarse cara a cara con varios líderes mundiales. La charla con Biden estuvo centrada en los sospechosos habituales: migración, seguridad y economía. Nada nuevo bajo el sol, aunque lo interesante fue el tono cordial de ambos, dejando entrever que, por ahora, la relación México-EE. UU. sigue estable. Sin embargo, el momento de tensión llegó cortesía del Primer Ministro canadiense, Justin Trudeau, quien no dudó en señalar su “preocupación” por las inversiones chinas en México. Y, ojo, no lo hizo en privado. En rueda de prensa, Trudeau dejó claro que había abordado el tema directamente con Sheinbaum, destacando que los intereses norteamericanos siempre están en juego.
QUÉ INCÓMODO, ¿no? Por un lado, Sheinbaum agradeciendo a Xi Jinping la ayuda china para los damnificados de Acapulco; por el otro, Trudeau advirtiendo sobre los riesgos de inversiones asiáticas en territorio mexicano. Entre los dos, la Presidenta tuvo que maniobrar diplomáticamente, asegurando que el T-MEC sigue siendo la prioridad de México. Más allá de las tensiones, hay que reconocerle algo a Sheinbaum: no se achicó. Sentarse al lado de Macron, Biden y Xi Jinping no es poca cosa, y la Presidenta aprovechó cada minuto para dejar claro que México quiere jugar en las grandes ligas.
SU SEGURIDAD fue palpable, incluso cuando la mesa del G20 se convirtió en un campo político minado. Sheinbaum habló de la necesidad de reconfigurar los órganos multilaterales, como la ONU, en un claro guiño a las voces que piden mayor representación de los países en desarrollo. Es una postura ambiciosa, pero necesaria para un país que busca mayor relevancia global. Sheinbaum dejó claro que tiene el discurso, la estrategia y el aplomo para representar a México en la arena internacional. Sin embargo, el diablo está en los detalles. ¿Podrá traducir sus propuestas en acciones concretas? ¿Sabrá manejar las tensiones entre sus aliados del norte y su creciente cercanía con China? Por ahora, el debut fue sólido, aunque no perfecto.