Lili Campos y su desesperado coqueteo con Morena

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Por KUKULKÁN

EN LA POLÍTICA mexicana, pocos espectáculos son tan lamentables —y al mismo tiempo fascinantes— como el de aquellos que, en el ocaso de su poder, se deshacen de sus principios con la gracia de un camaleón al que le falla el camuflaje. Ese parece ser el caso de Lili Campos Miranda, la ex alcaldesa panista de Solidaridad, Quintana Roo, quien tras su desastrosa derrota electoral en junio pasado ahora intenta un desesperado salto mortal para caer, ni más ni menos, que en los brazos de Morena.

ESTAMOS hablando de la misma Lili Campos, quien alguna vez se llenó la boca criticando al movimiento de la Cuarta Transformación, y que este domingo hizo acto de presencia en el evento donde Claudia Sheinbaum rindió su informe por los primeros cien días de gobierno. Ahí la panista no sólo fue vista como asistente no invitada, sino que, en un acto de descaro absoluto, usurpó un gafete de legisladora federal para colarse y posar sonriente junto al diputado morenista Pedro Haces.

¿QUIÉN iba a pensar que la misma Campos, quien antes calificaba a Morena como “un peligro para Quintana Roo”, ahora desfilaría con el aplomo de una recién convertida militante? Aunque, claro, esto no es más que el penúltimo capítulo de una trayectoria marcada por el oportunismo y los escándalos de corrupción. Durante su paso por la presidencia municipal de Solidaridad, Campos Miranda dejó tras de sí un rastro de denuncias penales que la señalan por un manejo opaco y, según sus detractores, francamente ilícito de los recursos públicos.

ENTRE las irregularidades más graves, se encuentra el presunto desfalco de decenas de millones de pesos destinados a obra pública y programas sociales, además de la sospechosa asignación de contratos millonarios a empresas ligadas a su círculo cercano. Pero si algo caracteriza a los políticos del corte de Campos es su habilidad para encontrar padrinos políticos que les ofrezcan un escudo de impunidad. Hasta hace poco, ese padrino era Carlos Joaquín González, el ex gobernador panista de Quintana Roo, quien fue recompensado por su entrega del estado a Morena con la embajada de México en Canadá.

SIN EMBARGO, parece que el exmandatario ya no está dispuesto a “meter las manos” por su discípula, dejando a Lili en una posición vulnerable. Con el agua al cuello y las denuncias acercándose peligrosamente, la exalcaldesa ha optado por el manual del cínico: cambiar de bandera en un intento desesperado de salvarse de las consecuencias de sus actos. Y como el oportunismo no tiene vergüenza, ahora aparece sonriente en eventos morenistas, en un movimiento que recuerda al de un náufrago aferrándose al último madero flotante.

EL CASO de Lili Campos no es más que un eco del ejemplo de su mentor Carlos Joaquín. Recordemos que el exgobernador, al final de su administración, negoció su salvación entregando Quintana Roo a Morena en bandeja de plata. Como recompensa, no sólo evitó investigaciones por el desfalco financiero de su gobierno, sino que se le premió con una embajada. La exalcaldesa, fiel a la escuela de su maestro, parece estar siguiendo el mismo libreto. Su aparición en el evento de Claudia Sheinbaum no fue casualidad, ni mucho menos ingenua. Fue un acto calculado para enviar un mensaje: “Estoy dispuesta a lo que sea con tal de salvar el pellejo”.

LA DIFERENCIA entre Campos y otros políticos chaqueteros radica en su habilidad —o la falta de ella— para disimular. Usurpar un gafete de legisladora para entrar a un evento oficial raya en la caricatura. ¿Qué sigue? ¿Un TikTok con Claudia Sheinbaum al ritmo de “Los caminos de la vida”? El espectáculo de Lili Campos nos recuerda que, en la política mexicana, los principios son como las playeras de campaña: se cambian según la conveniencia. Lo preocupante es que estos actos de cinismo extremo parecen ser la norma y no la excepción. Y mientras tanto, los ciudadanos seguimos pagando el precio de su impunidad.

@Nido_DeViboras