Malinchismo a la carta: senadores, migración y la narrativa del desastre

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Por KUKULKÁN

EN EL ESCENARIO político de la Cuarta Transformación, las gradas están divididas entre quienes gritan “¡Viva México!” y quienes parecen susurrar “¡Que nos salve Estados Unidos!”. Los senadores Marko Cortés, Geovanna Bañuelos y Claudia Anaya Mota, desde sus respectivos templos ideológicos, nos regalan discursos tan variopintos como predecibles. Veamos cómo sus posturas sobre el gobierno y las deportaciones masivas de Donald Trump oscilan entre la colaboración, la resistencia y el pánico económico, dejando claro que la narrativa del desastre sigue siendo el recurso favorito de la oposición.

CAMPEÓN de la derecha ilustrada, Marko Cortés no pierde oportunidad de lanzar flores a Trump mientras aboga por designar a los cárteles como terroristas. Un movimiento que, según él, facilitaría el “combate conjunto” contra el crimen organizado. Curioso que ese combate implique abrirle las puertas a la intervención extranjera, porque, claro, nada dice “respeto mutuo” como pedirle al vecino del norte que haga el trabajo sucio. Eso sí, Cortés se rasga las vestiduras por los derechos humanos de los migrantes, aunque no olvida mencionar que México debería prepararse para “cambiar su estrategia de seguridad”, una frase tan gastada como sus propuestas.

POR SU PARTE, Geovanna Bañuelos, del Partido del Trabajo, se viste de heroína popular. En un tono maternal, asegura a los migrantes zacatecanos que no están solos y que México es y siempre será su hogar. Su discurso, cargado de emotividad, busca resaltar los logros de los paisanos en Estados Unidos, desde el envío de remesas hasta su contribución a la economía de la potencia mundial. Sin embargo, no puede evitar caer en la paradoja de aplaudir las políticas sociales de la Cuarta Transformación mientras reconoce que los migrantes se fueron, en primer lugar, por la falta de oportunidades en el país. Pero, ¿quién necesita coherencia cuando el público aplaude?

Y LUEGO está Claudia Anaya Mota, quien, desde la bancada priista, nos advierte que el apocalipsis económico está a la vuelta de la esquina. Según la senadora, las deportaciones masivas traerán inflación, presión sobre los servicios públicos y una caída en las remesas. Pero no se queda ahí: también exige que el gobierno presente un plan claro para recibir a los deportados, como si olvidara que su propio partido fue el arquitecto de varias crisis migratorias. Su llamado a la unidad nacional suena más a un recordatorio de que, cuando las cosas se pongan feas, la oposición estará lista para señalar con el dedo.

LO FASCINANTE aquí es el subtexto malinchista que permea estas posturas. Mientras Cortés parece dispuesto a entregar la soberanía en bandeja de plata, Anaya utiliza las remesas como prueba de que dependemos de los migrantes para sostener el PIB. Ambos ignoran convenientemente que el sueño americano también es el resultado de políticas nacionales que empujaron a millones a buscar oportunidades fuera de México. La Cuarta Transformación, con todos sus errores y contradicciones, representa una ruptura con esa vieja narrativa de subordinación. Pero no es perfecto: los problemas estructurales, como la violencia y la falta de empleo, no desaparecerán con discursos de autosuficiencia. Sin embargo, resulta irónico que quienes más critican al gobierno actual sean los mismos que claman por soluciones extranjeras o vaticinan desastres inminentes.

EL SENADO debería ser un espacio para debatir propuestas reales, no un teatro donde los actores principales luchan por protagonizar el siguiente gran escándalo. Pero aquí estamos, viendo cómo se perpetúa el juego de siempre: unos piden ayuda al vecino, otros venden esperanza, y algunos se conforman con asustar al público. Mientras tanto, los migrantes siguen siendo piezas de un tablero donde nadie, ni gobierno ni oposición, parece estar jugando realmente a su favor.

@Nido_DeViboras