Elon Musk: ¿El vice en las sombras o el villano que Trump no esperaba?

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Por KUKULKÁN

EN EL MUNDO donde los líderes políticos se reinventan cada minuto para mantener su protagonismo, Elon Musk ha logrado algo que ni siquiera Donald Trump imaginó: robarle los reflectores el día de su propia investidura. La escena fue tan simbólica como surrealista. En medio de aplausos y vítores, Musk levantó su brazo con un gesto que, para la mayoría, evocó el infame saludo nazi. ¿Una desafortunada coincidencia? Según él, sí. Según el resto del planeta, una señal tan calculada como su imperio tecnológico.

PERO CLARO, en el manual Muskiano, la culpa siempre recae en los demás. Desde su cuenta en X (antiguo Twitter y ahora su patio de recreo personal), respondió: “Francamente, necesitan mejores trucos sucios. El ataque de ‘todos son Hitler’ ya cansa.” ¿Y qué hizo la multitud digital? Prendió fuego. Historiadores, analistas y hasta expertos en gestualidad no tardaron en descuartizar el argumento. Incluso Ruth Ben-Ghiat, historiadora del fascismo, no dudó en catalogar el momento como un saludo nazi “beligerante”.

POR SUPUESTO, no faltaron los defensores de Musk, que parecen tener tanto presupuesto como SpaceX. Andrea Stroppa, un asesor cercano, aseguró que el magnate simplemente quería “dar su corazón al público”. Ah, claro, porque todos sabemos que el amor y el fascismo siempre han sido fáciles de confundir. El verdadero problema de Musk no es sólo su dudoso gesto. Es su incapacidad para entender que su influencia trasciende la tecnología. Hoy, Musk no es sólo el dueño de Tesla y SpaceX, sino un actor político con el poder de un vicepresidente informal. Nombrado al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, porque hasta en la seriedad busca memes), Musk tiene ahora la misión de reformar el gobierno estadounidense.

EL AGRAVIO del desafortunado mensaje es que Trump le abrió las puertas del poder, y Musk, fiel a su estilo, decidió ocupar la sala, el comedor y hasta el baño. El día de la investidura, más de uno se preguntó si el nuevo presidente era Trump o Musk. Después de todo, mientras Trump ofrecía promesas políticas, Musk hablaba de colonizar Marte y asegurar “el futuro de la civilización.” A este paso, no nos extrañe que la primera ley de esta administración sea un decreto que convierta a SpaceX en un ministerio oficial.

QUÉ BIEN que siempre se cuenta con las soluciones perfectas para estos tiempos inciertos. Hay que reconocerle algo a Musk: tiene el instinto perfecto para polarizar. El mismo hombre que se alió con Trump es también el que roba atención con sus comentarios en X, promesas espaciales y controversias. En otro contexto, el gesto de su brazo podría haber pasado como una torpeza aislada, pero cuando tu discurso coquetea con el nacionalismo, la ultraderecha europea y el culto a la personalidad, las cosas se complican.

ADEMÁS, su influencia no se limita a Estados Unidos. Musk es un actor global que ya ha mostrado simpatías por el AfD alemán y partidos antiinmigración en Europa. Es aquí donde radica el verdadero peligro: un hombre con tal alcance, que puede moldear narrativas políticas a golpe de un tuit, es mucho más que un empresario excéntrico.

BAJO este escenario, ¿o Trump es aliado o víctima de su propio Frankenstein? Musk goza de una habilidad envidiable para rodearse de personajes que complementan su narrativa, pero esta vez puede haber ido demasiado lejos. No es sólo un socio político; es una fuerza que amenaza con eclipsar a Trump. ¿Cómo compite un presidente con un magnate que promete llevar a la humanidad a Marte y asegura tener la solución a todos los problemas de eficiencia gubernamental?

POR AHORA, Trump parece conforme con el apoyo de Musk, pero si el pasado nos ha enseñado algo, es que el ego del magnate sudafricano no tiene límites. Y cuando llegue el momento, no dudemos que Musk encuentre en Trump el próximo obstáculo a eliminar. Hay hasta quienes se preguntan si Elon Musk es un genio malentendido o un megalómano en ascenso. Lo que está claro es que Musk no necesita ser presidente para manejar los hilos del poder. Con su plataforma X, su influencia global y su proximidad a Trump, tiene todas las herramientas para jugar en las ligas mayores. Y si algo nos dejó claro su gesto durante la investidura, es que cada paso suyo es tan polémico como estratégico.

ASÍ QUE, mientras unos debaten si lo que vimos fue un saludo nazi, un acto de amor mal interpretado o simplemente otro intento de Musk por mantenerse en el centro del escenario, una cosa es segura: el magnate no sólo tiene los reflectores, sino también las riendas del poder. ¿Será este el principio de una nueva era o simplemente el comienzo del fin? A este paso, ni siquiera Marte parece lo suficientemente lejos para escapar de Elon Musk.

@Nido_DeViboras