Barceló y su delfinario de la muerte

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Barceló y su delfinario de la muerte
Por KUKULCÁN

TAL PARECE que en el Dolphinaris del hotel Barceló Riviera Maya los delfines son simples fichas en su lucrativo tablero turístico. Porque aquí, en la joya del Caribe mexicano, donde el sol brilla para los turistas y los dólares fluyen como el tequila en los bares de todo incluido, la vida de estos mamíferos marinos vale menos que la entrada a uno de sus espectáculos. El accidente sufrido por un delfín en pleno show –con un estrepitoso golpe contra el pavimento frente a los horrorizados turistas que pagaron por verlo “feliz” saltando en cautiverio– es solo otro episodio de esta historia de explotación disfrazada de experiencia única.

AUNQUE la empresa salió inmediatamente a desmentir que el delfín no había muerto y que estos hechos no ocurrieron recientemente sino en 2020, fue claro el dolo de haberlo ocultado por tanto tiempo. No es la primera vez que Dolphinaris y Barceló se colocan en el ojo del huracán por maltrato animal. Plata y Tulagui, dos delfines que fallecieron en su delfinario en menos de un año, por graves  razones: estrés, encierro y las consecuencias de un cautiverio que convierte a estos seres en meros objetos de entretenimiento. Porque aquí no importa si los delfines sufren, siempre y cuando sigan generando millones con su triste espectáculo.

PERO, ¿qué pasa con las autoridades? ¿Acaso alguien cree que la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) hará algo más que abrir otro expediente para acumular polvo? No olvidemos que en México la protección ambiental muchas veces se limita a comunicados llenos de buenas intenciones y promesas que jamás se cumplen. Mientras tanto, Barceló sigue llenando sus piscinas con delfines esclavizados y sus cajas registradoras con los dólares de turistas ingenuos que creen que estas criaturas sonríen por amor y no por desesperación.

Y ES QUE el negocio es redondo. Con paquetes que van desde los $1,399 hasta los $3,275 pesos por persona, los visitantes pagan por nadar con los delfines, posar para la foto perfecta y regresar a casa con la satisfacción de haber vivido un momento “mágico”. Lo que no ven es la realidad tras bambalinas: animales con comportamientos anormales por el encierro, alimentados con raciones controladas para obligarlos a participar y expuestos al sol durante horas en estanques que no replican ni una fracción de su hábitat natural.

LOS DELFINARIOS en México han operado con total impunidad durante décadas. Existen al menos 34 de estos centros en el país, 19 de ellos en Quintana Roo, el estado donde la industria turística ha hecho y deshecho a su antojo con la complacencia de las autoridades. Porque en este paraíso, donde los resorts de lujo dictan las reglas del juego, los derechos de los animales se diluyen entre contratos publicitarios y promociones de paquetes vacacionales. Barceló, una cadena hotelera española con presencia en más de 20 países, debería saber que en pleno 2025 la explotación animal con fines comerciales no es una buena carta de presentación.

CLARO, mientras los turistas sigan pagando y las autoridades miren para otro lado, ¿por qué habrían de cambiar sus prácticas? El reciente escándalo ha desatado indignación en redes sociales y ha puesto nuevamente el foco sobre la urgencia de regular y prohibir los delfinarios en México. La pregunta ahora es: ¿será suficiente para que Barceló y otras empresas sigan el ejemplo de países que ya han cerrado estos centros de explotación? ¿O seguiremos viendo delfines sacrificados en nombre del entretenimiento mientras el negocio siga siendo rentable? Tal vez lo único que hará reaccionar a Barceló no es el sufrimiento de los delfines, sino el golpe a su imagen y reputación. Porque si algo nos ha enseñado la historia, es que a las grandes empresas no les duele el maltrato animal, pero sí les duele cuando dejan de entrar los billetes.

@Nido_DeViboras