- Mandan mensaje de unidad y respaldo total a la presidenta Claudia Sheinbaum.
FELIPE VILLA
CIUDAD DE MÉXICO.- El Zócalo de la Ciudad de México vibraba con la energía de miles de personas. Desde temprana hora, las calles aledañas comenzaron a llenarse de banderas, pancartas y el murmullo de una multitud que, pese al calor, la espera y el ajetreo, se mantenía firme, emocionada y expectante. No era un mitin cualquiera; era una asamblea que, más que informar, representaba un mensaje de unidad y respaldo total a la presidenta Claudia Sheinbaum en su firme postura ante la reciente crisis arancelaria con Estados Unidos.
El ambiente era festivo, pero con un trasfondo de orgullo y dignidad nacional. Familias enteras, jóvenes con banderas en la espalda, adultos mayores con sombreros para cubrirse del sol y trabajadores con carteles improvisados convergían en la Plaza de la República. “No estás sola”, se leía en muchas pancartas, como si la frase ya estuviera destinada a convertirse en el lema del día. La música de fondo se mezclaba con las conversaciones animadas y con la venta de aguas frescas y antojitos que recorrían la plancha del Zócalo.
Cuando la presidenta apareció en el templete, el mar de gente estalló en una ovación ensordecedora. En medio de la multitud, se sentía la vibración de la euforia compartida. El sonido de las matracas y las porras se entrelazaban con los cánticos y el ondear de banderas tricolor. Pero el momento más potente llegó cuando Sheinbaum, con voz firme, habló sobre la importancia del respeto y la soberanía de México. Fue entonces cuando la multitud, como si hubiera ensayado una y mil veces, lanzó un grito que retumbó hasta los edificios históricos que rodean la plaza: “¡No estás sola! ¡No estás sola! ¡No estás sola!”

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Era un rugido de respaldo, de solidaridad, de confianza en su liderazgo. La presidenta sonrió, visiblemente conmovida, y levantó el puño en señal de agradecimiento. No hacía falta que respondiera con palabras; la conexión entre ella y el pueblo estaba sellada en ese instante.
En su discurso, Sheinbaum relató la llamada con Trump y cómo, a través del diálogo y el respeto, logró que se suspendieran los aranceles. “México no es ni más ni menos que ninguna otra nación”, sentenció con firmeza. La ovación fue inmediata. La multitud entendía que, a pesar de las diferencias políticas e ideológicas, este no era solo un triunfo de su gobierno, sino de todo un país que se niega a ser tratado con desprecio por nadie, mucho menos por su principal socio comercial.
Los gritos de “¡México, México!” se mezclaban con el eco del “¡No estás sola!”. Algunos asistentes ondeaban banderas gigantes, otros se abrazaban emocionados. Había lágrimas en los ojos de muchas personas que, más allá de un evento político, sentían que estaban siendo parte de un momento histórico.
Cuando el evento llegó a su fin, la gente no se dispersó de inmediato. Se quedaron, comentando, bailando, compartiendo el sentimiento de haber sido testigos de un acto de resistencia y dignidad. La Plaza de la República, que tantas veces ha sido escenario de luchas, de protestas y de festejos, volvía a ser testigo del poder de un pueblo que defiende a su nación y respalda a su presidenta.
Al final del día, mientras la multitud caminaba de regreso, dispersándose lentamente, una frase se repetía en el aire, de boca en boca, de corazón en corazón: “No estás sola”. Y quedó claro que Claudia Sheinbaum lo sabe.
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