Elmer Ancona
Algo que parece no tener muy claro la presidenta Claudia Sheinbaum es que no se está enfrentando sólo a un hombre grosero y testarudo llamado Donald Trump, sino a todo un sistema, al nuevo reacomodo de las agendas políticas internacionales.
Al hacer un poco de geopolítica, uno se encuentra que las naciones, todas, están inmersas en una nueva ola, en tremendos tsunamis políticos y económicos que, de acuerdo con los expertos en el tema, se vienen dando cada 150 años aproximadamente.
A la izquierda internacional le tocó vivir, hasta no hace poco, sus años de gloria, de esplendor; tan es así que impusieron la famosa Agenda 2030 que está a punto de fenecer.

Las élites mundiales, las que realmente gobiernan al mundo, las que están escondidas en lo más profundo de los infiernos donde les gusta jugar, se divirtieron un poco con eso que algunos calificaron de antineoliberalismo.
Pero como dice la vieja estrofa que se aplica al momento de partir la piñata: “Ya le diste uno, ya le diste dos, ya le diste tres y tu tiempo se acabó”.
Desde mi punto de vista respecto a las cosas que están aconteciendo en el mundo, esto es lo que se está cantando en el concierto de las naciones.
Basta ver las preocupantes señas profascistas y pronazis que algunos dirigentes mundiales están haciendo de manera pública, sin tener nada de vergüenza, para entender hacia dónde quieren llevar a la humanidad.
En verdad, no estamos lejos de estar inmersos en un Nuevo Orden Mundial que, aunque no nos guste, marcará el destino de miles de millones de personas de diversas nacionalidades.
Y este -tómelo muy en cuenta- no es un tema de izquierdas y derechas; tampoco de comunismos y capitalismos. Esos simplemente son anacrónicos modelos que perciben los que no entienden de Estados Oscuros o de Estados Inmersos.
Las posiciones que están adoptando los poderosos líderes de Asia, particularmente de China, o de la euro-asiática Rusa que hace puro teatro con Ucrania (de querer ya la hubiese destruido), son parte del maquiavélico juego de las élites ocultas, en donde manda, en gran medida, el Reino Unido.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, debe saber a la perfección que el problema no es Donald Trump, sino el sistema oculto que ya no dejará margen de acción a los viejos pensamientos socialistas, al menos en América Latina.
¿Cuánto tiempo de vida queda a estos modelos de gobierno, como el que se está aplicando en el Continente? Con toda seguridad muy poco, quizá unos cuantos años (2030).
¿Qué pasará con todo ese grupo de naciones que integran los BRICS, esta organización formada por Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán y los Emiratos Árabes Unidos?
Harán valer sus intereses y propósitos, pero alineados a la próxima agenda mundial que marquen las élites.
Ni México ni Sheinbaum, nada ni nadie podrá salvarse de la agenda política que se avecina y que someterá al mundo a los designios de los nuevos y próximos gobernantes.
En este perverso juego de poder, por supuesto, una de las cabezas principales será Donald Trump y su séquito de funcionarios que, a decir verdad, están medio exaltados, inmersos en un mundo mental de psicodelia.
Esos son nuestros vecinos. Con toda seguridad, lo que se viene para México no será nada bueno en materia de migración o de inversiones, entre otras cosas, y la llamada Cuarta Transformación podría estar en vilo.
Y ni llevando a todo el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) al Zócalo Sheinbaum podrá salvarse del personaje naranja que tiene de vecino. Demos tiempo al tiempo.
@elmerando
