‘La vida siempre presenta desafíos’

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La vida siempre presenta desafíos Glantz
  • Hija de padres judíos que huyeron del nazismo desde Ucrania —Jacobo Glantz y Elizabeth Shapiro—, la autora Margo Glantz recuerda que antes que nada fue una lectora voraz.
ISRAEL SÁNCHEZ / AGENCIA REFORMA

CIUDAD DE MÉXICO.-Hace 11 años, la escritora Margo Glantz recibía en la 24 Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, presentada por su amiga y colega Diamela Eltit.

Este 2021, en la edición 35 del encuentro (del 27 de noviembre al 5 de diciembre), será Eltit quien reciba el reconocimiento, mientras que Glantz la Medalla Carlos Fuentes. Sincronía que no podría resultarle más significativa.

“Digamos que hay mucho de justicia poética, para mí muy conmovedora, muy importante”, estima en entrevista la narradora, académica, traductora y ex diplomática, nacida el 28 de enero de 1930 en la calle de Jesús María 44, en el barrio de La Merced.

“Yo soy muy vieja y he tenido muchos galardones, afortunadamente, pero siempre un galardón la reaviva a una. Entonces, siento que estoy muy vigente, y que, a pesar de que tengo 91 años, soy una persona que está en la escena pública y que sigo siendo activa. Eso es muy importante para mí, después de una pandemia que nos ha tenido recluidos, con miedo al contagio y a tantas cosas tan terribles”.

Justicia poética, define Glantz la feliz coincidencia con Eltit para esta FIL, pero lo cierto es que bien podría aplicar para su propia carrera vista en retrospectiva, cuando, a cuenta de autor, publicó su primer libro de ficción, Las mil y una calorías, Novela dietética, o cuya controversial novela erótica Apariciones rechazaron editar dos importantes sellos.

Dicho de otra forma, la presea Fuentes no es sino el más reciente reconocimiento para quien labró su trayectoria con gran esfuerzo.

“He tenido un papel importante”, reconoce. “Creo que todo eso junto, de alguna manera, justifica el galardón”.

SU PROPIA GENEALOGÍA

Hija de padres judíos que huyeron del nazismo desde Ucrania -Jacobo Glantz y Elizabeth Shapiro-, la autora recuerda que antes que nada fue una lectora voraz.

Fue la lectura, curiosamente, la que le granjeó el primero de todos sus premios, cuando tenía apenas 6 años; “me regalaron una muñeca de celuloide que hablaba”, comparte en la cronología de la Biblioteca de Autor Margo Glantz, con que le homenajeara la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes en 2006.

En casa, relata, su padre -un gran poeta en yidis- siempre se encargó de que tuvieran libros sobre leyendas griegas, por ejemplo, o revistas culturales.

“En fin, teníamos mucha relación con los libros, y yo primero que nada fui una gran lectora”, refrenda. “Y al ser lectora, ansiaba yo algún día poder escribir y que mis libros tuvieran la posibilidad de ser leídos con el mismo entusiasmo con que yo leía los de otros autores”.

Pero es algo que se fue dando tarde, hasta los 47 años, cuando comenzó a escribir ficción, según ha dicho la propia Glantz, maestra en Letras Modernas por la UNAM, y doctora en Letras Hispánicas por la Universidad de La Sorbonne, París, ciudad a la que llegó acompañada de Francisco López Cámara, con quien se había casado en 1950.

“Quizá por el tipo de escritura que yo frecuento -la fragmentaria-, que ahora ya es una escritura completamente normal, pero cuando yo empecé a escribir era poco conveniente para las editoriales y para los lectores, porque exige mayor esfuerzo que una lectura narrativa normal que maneja, al estilo aristotélico, causa y efecto, y una narratividad continuada”, expone la autora.

Acaso una ventaja para erigir su carrera en las letras fue el no haber tenido que lidiar con las expectativas sociales que en ese entonces pesaban sobre las mujeres, limitándolas a no ser mucho más que madres y esposas.

“No, en mi casa les parecía muy bien que estudiara lo que yo quería, aunque muchas veces tenía yo problemas porque la economía familiar era muy precaria.

“Por ejemplo, tuvimos una zapatería, y yo tenía que quedarme ahí muchas veces porque había que ayudar a mis padres, y entonces no podía ir a la escuela o viajar a actividades escolares”, rememora Glantz. “Pero al contrario: mis padres me entusiasmaban”.

Al final, confía, estaban muy orgullosos de sus logros: una carrera académica de seis décadas en la UNAM, a donde ingresó como profesora de tiempo parcial en el Departamento de Historia del Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras en 1959, año en que nació su primera hija, Alina.

“Todavía vivían mis padres cuando publiqué (la autobiografía) Las genealogías, que estaba dedicado a ellos, y a mi madre le daba mucho orgullo. Mi mamá celebró muchísimo cuando me dieron el Premio (Xavier) Villaurrutia en el 83; estaba fascinada y me hizo una gran fiesta. Mis hermanas también estaban muy emocionadas con mis libros”, evoca.

Sobre los desafíos que debió sortear como escritora, refiere sin dudarlo el haber sido una madre divorciada y trabajadora, sin tener a veces el tiempo para sus dos hijas.

“Tuvieron ellas bastantes carencias justamente por el hecho de que yo tenía que trabajar para mantenerlas, y aparte de eso porque era un tipo de trabajo que a veces me alejaba: conferencias en el extranjero, giras, etcétera. Sobre todo, a la menor (Renata, 12 años más chica que Alina) la dejé muy niñita por un mes, o viajaba yo mucho, y eso pues sí le afectó”.

¿Hay algo de remordimiento?

Claro que sí, a veces hay mucho. Sobre todo cuando las hijas de alguna manera se lo manifiestan. ¿Pero qué se puede hacer? La vida es complicada para ellas, para mí, para todos. Uno se enfrenta a las dificultades y las va venciendo poco a poco, como las vencí yo y las están venciendo ellas. Así es: la vida siempre presenta desafíos. A veces una buena madre que está todo el día con los hijos puede ser intolerable.

¿Las escritoras de ahora la tienen más fácil?

Definitivamente. Veo cómo las chicas jóvenes -con las que me relaciono muy bien-, como Gabriela Jauregui, Jazmina Barrera, Isabel Zapata y muchas otras más, Verónica Gerber, etcétera, tienen mucho más facilidades, mucho más reconocimiento, mucho más editoriales, mucho más congresos, mucho más todo de lo que yo tuve.

Es decir, mi vida, viéndola en perspectiva hacia atrás, ha sido mucho más difícil, como ha sido más difícil la vida de mis contemporáneas, que ya casi no existen. Estamos en vida nada más Luisa Josefina Hernández, Lolita Castro, Elena Poniatowska, yo, y quizás olvido a alguien.

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