El magnate que ama odiar al Estado

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Por KUKULKÁN

DESDE su púlpito tuitero, el empresario Ricardo Salinas Pliego se ha autoproclamado un cruzado contra el Estado, dedicado a repetir que el gobierno es “un parásito” y que México sería un paraíso si no existiera ese ogro burocrático que, según él, asfixia a los emprendedores. Bonito discurso, digno de un “influencer” libertario de YouTube. El detalle es que, sin ese Estado que tanto desprecia, su emporio tendría menos vida que una tanda de Elektra impaga.

Y ES QUE la ironía es monumental: el grueso de la fortuna de Salinas Pliego —esa que presume con yates, campos de golf y mensajes de superioridad moral hacia el resto de los mortales— no nació del libre mercado puro y duro, sino de concesiones, contratos y favores gubernamentales que todos los presidentes, desde Salinas de Gortari hasta López Obrador, le han entregado con moño incluido.

RESULTA que el señor “anti-Estado” se convirtió en magnate gracias a las llaves del erario. Salinas Gortari le dio Televisión Azteca en 1993 con un préstamo de 30 millones de dólares de su hermano Raúl. Y cuando la concesión estaba por caducar, Peña Nieto, en una de esas decisiones que huelen más a complicidad que a política pública, se la prorrogó hasta el 2042. ¿Libre mercado? No. Estado, ese mismo al que hoy llama parásito.

CON ZEDILLO vino Totalplay, su juguete de internet y telefonía, y con López Obrador llegó la prórroga hasta 2055. ¿Quién dice que la 4T no apoya a los empresarios? Claro, hasta que se les ocurre cobrar impuestos atrasados: más de 74 mil millones que Salinas Pliego se niega a pagar desde 2008. Ahí sí, la libertad empresarial se traduce en evadir responsabilidades fiscales mientras exige respeto.

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PERO la lista de privilegios aún es larga. Peña Nieto le regaló la primera concesión para explotar recursos geotérmicos con Grupo Dragón, manejado por su hija Ninfa. Energía eléctrica, parques eólicos, pozos geotérmicos en Nayarit, contratos petroleros con Pemex… todo, absolutamente todo, amparado por decisiones del odiado Estado. Incluso su Banco Azteca se llenó los bolsillos gracias a los programas sociales de la 4T, hasta que el Banco del Bienestar le cerró la llave.

Y QUÉ DECIR de la publicidad oficial. Millones de pesos fluyeron de Los Pinos y Palacio Nacional a las arcas de TV Azteca durante los sexenios de Fox, Calderón, Peña y el propio AMLO. Sólo en tiempos peñistas, su televisora recibió 7 mil 800 millones de pesos. ¿Eso también es producto del libre mercado? Más bien del libre despilfarro.

AHORA, con Claudia Sheinbaum en la Presidencia, llegó el “ya basta”: ni un peso más en publicidad para TV Azteca mientras no pague los impuestos que debe. La medida es simple, lógica y hasta obvia. ¿Cómo financiar con dinero público a quien se rehúsa a cumplir con sus obligaciones fiscales? Y por supuesto, al magnate no le cayó nada bien la noticia.

DE PRONTO, el Estado que antes era fuente de privilegios se convirtió en su archienemigo. El discurso de Salinas Pliego contra el Estado sería medianamente creíble si su riqueza proviniera de arriesgar capital en mercados abiertos, de competir en igualdad de condiciones o de innovar. Pero no: su modelo de negocio ha sido estar siempre al lado del poder, recibir concesiones de largo plazo, contratos petroleros jugosos, permisos eléctricos ventajosos y publicidad oficial a manos llenas.

Y CUANDO el Estado le exige cuentas, se convierte mágicamente en un mártir de la libertad económica. Así que el empresario que presume independencia del Estado resulta ser uno de sus hijos más consentidos. No hay contradicción más grande que la de un hombre que construyó su fortuna gracias a los privilegios del poder… mientras acusa al poder de ser la raíz de todos los males.

EN EL FONDO, Salinas Pliego no odia al Estado. Lo ama, lo necesita, vive de él. Lo que odia, en realidad, es que el Estado le cobre lo que debe. Porque una cosa es recibir concesiones y contratos multimillonarios, y otra muy distinta es abrir la cartera para pagar impuestos. Ahí sí, se acabó el amor. El magnate juega a ser el Robin Hood libertario de Twitter, pero en la vida real es más bien un aristócrata cortesano, de esos que siempre saben a qué rey jurar lealtad.

Y COMO todo cortesano, cuando el monarca cambia y deja de darle privilegios, grita traición. La víbora muerde donde más duele: sin el Estado que tanto desprecia, Ricardo Salinas Pliego sería apenas un empresario mediano, otro más en la jungla del mercado. Pero gracias al Estado, es un magnate que debe más impuestos de los que cualquier mexicano de a pie verá en su vida.

@Nido_DeViboras

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