Zósimo Camacho
El rescate del Sector Salud de la precariedad y la privatización en que lo dejó el pripanismo podría ser una de las principales obras de la 4T… o su mayor fracaso. La formación de médicos está en crisis desde hace, al menos, 40 años. Y no sólo por la documentada falta de espacios en las universidades, sino por lo que ocurre en los propios hospitales: miles de jóvenes han visto truncados sus aspiraciones, acorralados por el abuso de poder de cacicazgos que deciden quiénes continúan su formación y quiénes no.
Las prerrogativas de quienes controlan los nosocomios rayan en lo delincuencial. Jóvenes –hombres y mujeres– han sido sometidos a estrés y abusos laborales y sexuales. Los saldos de estas conductas depredadoras se saldan con estudiantes con ansiedad, depresión y otras crisis psicológicas que han devenido, en algunos casos, en suicidio. Y claro, muchos desisten en seguir su formación en las residencias médicas.
Sólo en este año más de 5 mil residentes se dieron de baja, documenta la Asamblea Nacional de Médicos Residentes. Se trata hasta de pérdidas para el propio erario, pues las becas que destinaron a estos estudiantes no rendirán frutos. Y no por la falta de capacidad o responsabilidad de los médicos en formación sino por un sistema que los empuja a la deserción.
En el corazón del sistema de salud mexicano late esta contradicción profunda y dolorosa. Mientras se construye con esfuerzo un sistema sanitario moderno, capaz, garantista del derecho a la salud para pobres y ricos y exento de las corruptelas del pasado, sus cimientos están siendo minados por una práctica tan arraigada como dañina: la normalización del maltrato hacia las médicas y médicos residentes.
La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) ha alzado la voz en un pronunciamiento de mediados de julio pasado, en el que reconoce la ambiciosa meta de transformación, pero previene con firmeza sobre las condiciones inhumanas que padecen quienes, paradójicamente, constituyen la principal fuerza laboral en los hospitales públicos del país: 47 mil 767 jóvenes en formación.
Este llamado no es un eco solitario. De hecho, fue resultado de un clamor unánime de decenas de Federaciones, Asociaciones y Colegios Médicos de México, quienes –en una carta dirigida a las más altas autoridades sanitarias y educativas de mediados de año–, condenan enérgicamente los inhumanos actos de violencia psicológica, hostigamiento, acoso y humillación.
Ambos documentos, desde sus respectivas trincheras, pintan un cuadro estructural de un problema multifactorial y normalizado. Lejos de ser un rito de pasaje o una herramienta pedagógica, este ecosistema de violencia, ampliamente documentado por instancias como el Observatorio de Educación Médica y Derechos Humanos de la Universidad Veracruzana, es la manifestación de un modelo arcaico que se asemeja a un esquema de castas, perpetuando la subordinación, el menosprecio al trabajo académico y de cuidado, y la discriminación más burda.
Las consecuencias de esta crisis son devastadoras y se miden en vidas. Las cifras citadas por la CNDH son un grito silencioso que no puede ser ignorado: la tasa de depresión entre estos estudiantes de medicina ronda el 27 por ciento; la de ansiedad supera el 50 por ciento, y el suicidio se cuenta entre las principales causas de muerte.
Los Colegios Médicos añaden a este lúgubre panorama la gran deserción en diversas sedes y los desafortunados actos de intentos suicidas y los consumados. Lejos de forjar mejores médicos, este sistema destruye vocaciones, precariza vidas y, lo que es más grave, pone en riesgo directo la calidad de la atención y la seguridad de la población derechohabiente.
Ante esta realidad, el consenso es absoluto: estos actos son inaceptables. La CNDH declara que la enorme demanda de servicios de salud no puede ser una excusa para la explotación y el hostigamiento laboral y sexual, prácticas que constituyen una violación flagrante de los derechos humanos a una educación de calidad y a un trabajo digno.
Por su parte, las Federaciones y Colegios hacen un llamado urgente a todas las instituciones, desde la Secretaría de Salud y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) hasta las universidades y el sector privado, para adoptar una cultura de cambio basada en la no violencia, la empatía y el respeto, que siga el mandato de la Ley General de Salud.
La solución, coinciden ambos pronunciamientos, requiere de una acción coordinada, seria y multisectorial. No basta con reconocer el problema: se debe romper el pacto de silencio y erradicar la complicidad. La CNDH anuncia un Informe Especial inminente, mientras que los Colegios Médicos exigen cero impunidad, seguimiento adecuado de la salud del médico en formación y la restructuración urgente de los espacios académicos para convertirlos en ambientes saludables. La lucha colectiva de las y los médicos residentes, que recuerda la de 1964 cuando exigían un pago justo y dignidad, ha conquistado espacios, pero hoy el mandato ético, social y legal es consolidarlos.
Como bien señalan los Colegios Médicos, este asunto no sólo es de los profesionales de la salud, sino de la sociedad en general. La CNDH rechaza de forma contundente una formación inhumana que disfraza de disciplina la explotación. Nadie debería tener que sufrir para ejercer la noble vocación de sanar. Defender al pueblo y construir un sistema de salud verdaderamente fuerte implica, ineludiblemente, defender la dignidad de quienes lo cuidan. Es un compromiso social del que nadie puede evadirse.
Recursos Humanos de la Secretaría de Salud está al tanto, como los órganos internos de control de las dependencias con sectores de atención sanitaria; por supuesto, las Contralorías de los estados; y claro, la Secretaría Anticorrupción y Buen Gobierno. Las instituciones ya realizan auditorías que podrían destapar una cloaca en las próximas semanas.
La reacción de los caciques no se ha hecho esperar. Se ha encontrado sabotaje en las políticas sanitarias con, por ejemplo, el ocultamiento de lotes de medicamentos y otros insumos médicos.
Los hallazgos que han documentado colectivos y la propia Asamblea Nacional de Médicos Residentes ya abrieron un canal de diálogo en el Poder Legislativo federal. El próximo 27 se celebrará por primera vez en la Cámara de Diputados el Foro Nacional Dignidad y Derechos Humanos de Médicas y Médicos Residentes: un Paradigma Restaurativo.
Queda claro que el sector salud está en disputa. ¿Lo controlarán quienes desde hospitales y clínicas se conducen como caciques o señores feudales? ¿O realmente vendrá una renovación directiva a la altura del derecho a la salud que demanda el pueblo?