- Vecinos con décadas de residir en sus alrededores aseguran que este paseo tradicional de la urbe regia protagoniza un resurgimiento.
STAFF / AR
MONTERREY, NL.- Mientras que para muchos regios la Alameda Mariano Escobedo mantiene un halo de nostalgia que se mezcla con la percepción de inseguridad, vecinos con décadas de residir en sus alrededores aseguran que este paseo tradicional de la urbe regia protagoniza un resurgimiento.
Hoy en día, en este parque público que por décadas ha sufrido del deterioro y abandono, es posible caminar tranquilamente, hacer ejercicio y convivir, afirman vecinas que desde hace un par de años comenzaron a acudir a las asambleas organizadas por la asociación civil Cívitas.
En este modelo de trabajo, Cívitas convoca a una junta mensual a los más de 400 vecinos que casa por casa ha identificado en el cuadro entre Pino Suárez y Venustiano Carranza (de oriente a poniente), y de Juan Ignacio Ramón a Carlos Salazar (de sur a norte).
La asociación, que con su sede en la calle Modesto Arreola -a una cuadra de la Alameda- también es vecina, gestiona que a la reunión acudan representantes del Municipio de Monterrey con el fin de que los habitantes expongan las problemáticas de la zona.
Inseguridad, acumulación de basura y comercio informal han sido los temas en los que ha habido un mayor avance.
Pero hay otras preocupaciones en las calles aledañas que urgen a resolver, como la proliferación de “hotelitos” en los que dueños de viejos edificios rentan pequeños cuartitos a la población en tránsito, y de “centralitas”, terminales de autobuses improvisadas en plena calle y frente a las casas.
En la siguiente reunión, el Municipio regio debe presentar soluciones. De no ser así, la incansable filosofía de acompañamiento de Cívitas es insistir en sus derechos, diariamente, hasta que se cumplan.
“Nosotros solos como ciudadanos no podemos ante la autoridad, no nos había sido fácil”, dijo Graciela Rodríguez, quien desde hace 30 años vive sobre la Calle Rayón, a media cuadra de la Alameda. “Pero estoy muy contenta por el cambio tan grande que se ve en la Alameda”.
Con ella coincide Fabiola Rodríguez, con la misma cantidad de años como residente del sector, sobre la calle Aramberri.
“En administraciones anteriores había lo que se le llamó Participación Ciudadana, pero no le daban seguimiento. Gracias a Cívitas que nos apoyó a darle seguimiento”, comentó.
“Antes no teníamos luminarias, ahorita ya las hay. Los contenedores de basura estaban totalmente huecos, pero se soldaron, se pintaron. Y los jardines no se cortaban, siempre había mucha hierba, pero ahora ya se trajeron más jardineros”.
Con tres décadas de ser vecinas, Graciela y Fabiola no se conocían. Ha sido a través de las asambleas de Cívitas como han comenzado a hacer algo impensable en un barrio por el que diariamente transitan miles de personas y vehículos.
‘ES DE TODOS’
Además de las asambleas, una de las estrategias más visibles ha sido la realización en un domingo cada mes de Alameda de Pinta, réplica del programa San Pedro de Pinta.
El objetivo es recuperar el espacio público, pero también animar a quienes viven alrededor de este ícono de la Ciudad a involucrarse en los temas que les afectan a ellos y a sus vecinos.
Así que en las juntas se les empodera con el conocimiento de derechos, leyes, reglamentos y de las responsabilidades de los funcionarios, sea regidor, diputado, Secretario o Alcalde.
“Hay mucho desconocimiento de lo elemental, yo lo llamo analfabetismo cívico”, dijo Juan Manuel Ramos, director de Cívitas, surgida de la organización ciudadana Redes Quinto Poder. “La gente desconoce derechos básicos, no sabe cómo exigirlos y también no quiere conocer sus obligaciones”.
“A veces vamos más con el diputado porque el diputado anda más en la calle, o si pasa algo de inseguridad culpamos a la Presidenta de la República, cuando tenemos un Alcalde”.
En la cruzada por la Alameda se han involucrado no sólo quienes habitan una casa habitación, sino también propietarios de negocios y universidades del barrio.
Melina Sosa, directora de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Metropolitana de Monterrey, ubicada sobre la calle Aramberri y a la que acuden 800 estudiantes, cuenta que su alumnado solía enfrentar problemas de acoso e inseguridad en el parque.
“A lo mejor yo nada más visualizaba ciertas cuestiones de delincuencia en mi zona, pero están peor en la otra cuadra, y entonces empezamos a hacer fuerza y a enfocarnos como comunidad”, comentó.
Aún faltan varios problemas urbanos por resolver en la Alameda y sus alrededores, pero para Cívitas hay que también celebrar esos “pequeños triunfos”.
El sueño es que este modelo de empoderamiento ciudadano se replique en otros barrios y sectores de la Ciudad.
“Esto no quiere decir que todo esté perfecto”, aclaró Sosa de la Metropolitana, “pero nos gustaría invitar a todos los que pasan por la Alameda a que se sientan parte de ella y que también apoyen, que vengan, por ejemplo, a la Alameda de Pinta, porque eso también colabora.
“La Alameda no es sólo de los vecinos. Es de todos”.
LA FOTO DEL CABALLITO
De las postales de antaño que marcaron una época de esplendor de la Alameda, quien ha permanecido a lo largo de 55 años es don José Martínez, el fotógrafo de los caballitos.
Fue en 1970 cuando comenzó a tomar imágenes de niñas, niños y sus familias. En aquel entonces, recuerda, los paseantes debían regresar a la semana para recoger sus fotos, ya que se tenía que revelar.
Ahora, don José, de 75 años, cuenta con una impresora digital a su lado para entregar inmediatamente la imagen con su respectivo marco. No sólo ha visto pasar generaciones, sino el esplendor, la decadencia y el resurgimiento del parque.
“Ahorita hay mucha vigilancia”, dijo don José, “ha mejorado, ya es más seguro”.