Por KUKULKÁN
QUIÉN lo diría: los banqueros, aquellos ogros filantrópicos del capitalismo salvaje, esos mismos que la derecha mexicana veneraba como oráculos del mercado, hoy se desmarcan del conservadurismo gritón y se acercan, discretos pero firmes, al calorcito de la 4T. Sí, los mismos que juraban que con un gobierno de izquierda vendría el apocalipsis financiero, hoy se dan la bendición con Claudia Sheinbaum y hasta sonríen para la foto.
LA ESCENA reciente es de antología: Fernando Chico Pardo, uno de los tiburones más curtidos del ecosistema empresarial, anunció con bombo y platillo que compró el 25 % de Banamex —unos 42 mil millones de pesos, como si fueran un par de boletos para el Vive Latino— y declaró, sin rubor alguno, que lo hizo por la confianza que le inspira la presidenta. Sí, leyeron bien: confianza en la presidenta. Palabra que a la derecha le provoca urticaria.
EXPLÍCITO, el agradecimiento de Chico Pardo a Claudia Sheinbaum cayó como balde de agua helada en las filas opositoras. Esos sectores que, atrincherados en la narrativa del desastre inminente, se esfuerzan a diario por pintar al movimiento como enemigo del capital, de los bancos, de la iniciativa privada, ahora ven cómo sus viejos aliados financieros prefieren los abrazos del poder a los berrinches del Club de Tobi empresarial.
PORQUE, seamos claros: la banca en la era de la 4T no sólo ha sobrevivido, ha prosperado como nunca. Entre 2019 y 2023, los cinco grandes bancos repartieron más de 372 mil millones de pesos en dividendos. Y en los primeros cinco años del sexenio, acumularon utilidades superiores a 958 mil millones. Si eso es “estar asfixiados por un gobierno populista”, entonces los banqueros viven en el paraíso de los márgenes de ganancia.
EL GOBIERNO, por su parte, no se lanzó a expropiar sucursales ni a quemar cajeros automáticos en nombre del socialismo tropical. Al contrario: en 2019 se echó a andar un programa de impulso al sector financiero; en 2024 se firmó un convenio con la Asociación de Bancos de México para dar crédito a mipymes; y hasta se han hecho alianzas para digitalizar pagos en Pueblos Mágicos. Mientras tanto, las utilidades de la banca rompieron récord en 2023 y 2024, y las condiciones regulatorias siguen tan estables que hasta los inversionistas internacionales bostezan de tranquilidad.
EL DISCURSO también cambió: los banqueros se han puesto la camiseta de la inclusión financiera, la digitalización y el desarrollo regional. Palabras que hacen juego con el léxico de la 4T y que, de paso, les permiten ampliar mercados. Es decir, negocio redondo. Y mientras tanto, la derecha, desesperada, grita “¡traición!”, como si Chico Pardo hubiera vendido su alma en el Zócalo a cambio de una palmada presidencial.
LA IRONÍA no podría ser más sabrosa: los mismos que acusaban al lopezobradorismo de ser un peligro para la inversión, hoy tienen que tragarse que un banquero de peso diga que se enamoró del proyecto de país. Y, para colmo, que lo diga mientras paga religiosamente sus impuestos y defiende el cumplimiento fiscal como una obligación moral. ¡Qué dirán los campeones de la elusión creativa y las offshore en Panamá!
EL CASO de Banamex es emblemático. El regreso de un banco icónico a manos mexicanas es un triunfo simbólico que conecta con la narrativa nacionalista del movimiento. Pero también es una jugada de confianza empresarial que deja a la derecha sin su comodín favorito: el del pánico económico. Si Banamex regresa “a casa” en pleno sexenio de la 4T y bajo la bendición de un banquero que presume más de cinco décadas invirtiendo en México, ¿dónde queda el apocalipsis que prometían los catastrofistas?
LA VERDAD es que, más allá de la grilla, los banqueros han sabido leer el viento: enfrentarse a un gobierno popular y fuerte no les da dividendos; en cambio, tender puentes, hablar de inclusión y cooperar con programas oficiales les asegura ganancias récord y estabilidad regulatoria. Pragmatismo puro.