Sergio León Cervantes
Cada año más de 300 millones de personas viajan por motivos religiosos, con una derrama global que supera los 250 mil millones de dólares. No se trata de moda: es convicción. El musulmán que peregrina a La Meca, el judío que busca rutas kosher, el hindú o Hare Krishna que acude al Kumbh Mela, el budista que visita Bodh Gaya. Y lo más relevante: viajan incluso en crisis económicas, porque no es ocio, es obligación espiritual.
Los números son contundentes: el turismo musulmán proyecta US$230 mil millones para 2030, con Arabia Saudita captando ya US$12 mil millones al año solo por el Hajj. India genera US$20 mil millones en semanas con el Kumbh Mela. Israel, con el turismo kosher, y los circuitos budistas de Asia, elevan el gasto per cápita gracias a servicios especializados.
¿Dónde queda México, y en particular Quintana Roo? Hoy nuestro estado depende de sol y playa, pero estos viajeros no buscan broncearse. Lo que piden es otra cosa: comida kosher o halal certificada, menús vegetarianos estrictos, espacios de oración, seguridad cultural y experiencias de espiritualidad auténtica.
Aquí está la oportunidad: si Quintana Roo captara apenas un 1% del turismo religioso mundial, estaríamos hablando de más de 2,500 millones de dólares adicionales cada año, suficientes para detonar miles de empleos, cadenas de proveeduría local y recaudación fiscal. En un contexto de desaceleración económica global y baja en gasto turístico, este segmento puede ser la gran diferenciación económica-turística que necesitamos.
No es necesario transformar todo el estado. Podemos especializar dos o tres municipios —por ejemplo, Tulum como destino espiritual con retiros budistas, Cancún con certificaciones halal y kosher para captar al mercado islámico y judío, y Chetumal como hub hindú/Hare Krishna por su vínculo caribeño—. Cada municipio con identidad clara, generando un producto único y complementario.
El rol es compartido:
- Gobierno: abrir programas de certificación kosher y halal, y promover a Quintana Roo como destino “faith-friendly”.
- Empresarios: invertir en capacitación, infraestructura y alianzas con comunidades internacionales.
- Sociedad y academia: sensibilizar, generar conocimiento y diseñar proyectos piloto que prueben el modelo.
El turismo religioso no es sólo fe: es economía, empleo y estabilidad. Si Quintana Roo se atreve a innovar, podríamos diversificar nuestro futuro y asegurar un crecimiento sostenido en medio de la incertidumbre global.
¡Hasta la próxima semana, con nuevos retos y oportunidades!
Sin miedo a la cima, que el éxito ya lo tenemos.
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