Elmer Ancona Dorantes
Al interior de la Iglesia, el Papa Francisco generó un sinfín de reacciones sobre su modo de ejercer el papado.
Para unos fue un Pontífice que trastocó las reglas establecidas de la doctrina católica, lo catalogaron como un personaje auténticamente “disruptivo”, “moderno” y “comunicador”.
No fue un personaje tan amado por los círculos más conservadores en el Vaticano, por las élites más “italianas”. Su pontificado estuvo entre la crítica y la disrupción.
Para otros fue “uno más” en la línea de los jerarcas católicos, sin marcar mucha distancia con lo que hicieron sus antecesores, claro, sin comparar el estatus que mantuvo durante décadas el Papa Juan Pablo II, catalogado como “El Papa bueno” o “El Papa más amado de la historia”, “El Papa Magno”.
Los políticos más anti conservadores del mundo lo consideran como el Pontífice más terrenal de los últimos tiempos; es el caso de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien lo considera “un líder religioso humanista que siempre optó por los pobres”.
Muy a su estilo “argentino”, el Papa Francisco solía bromear constantemente ante los medios de comunicación, en las entrevistas exclusivas, en los foros públicos, ante las masas.
Siempre mostró un estilo “muy latino” que quizá no encajó del todo con los círculos más cerrados y elitistas del Vaticano, con los cardenales, arzobispos y obispos del mundo “tradicional” del episcopado.
Fue uno de los papas más “ecumenistas” de todos los tiempos, al reunirse con líderes religiosos de otras denominaciones, ya sean judíos, musulmanes, budistas o cristianos ortodoxos.
Para los más tradicionalistas, abrir las puertas a otras religiones y pactar con esos liderazgos fue, “casi casi”, como conspirar contra la doctrina milenaria del cristianismo y del catolicismo.
A sus 88 años de edad, no obstante, dejó un legado significativo en la Iglesia Católica -y para el mundo- a través de sus encíclicas papales y, muy en especial, con sus propuestas sociales.
A mí, en lo particular, lo que más me gustó, lo que más me sedujo de su pontificado, fue su extenso espíritu de Misericordia al que convocó durante casi todo su mandato.
En el mismo Vaticano lo llaman hoy “El Papa de la Misericordia”, y vaya que se lo ganó a pulso. Si hay un mensaje que caracterizó el pontificado del Papa Francisco -más que ningún otro- es el de la Misericordia.
Todavía este año y parte del 2026 el pueblo católico podrá disfrutar de las indulgencias plenarias que ofreció este Pontífice debido a su amplio espíritu de caridad, de generosidad y de perdón al que convocó insistentemente al mundo católico-cristiano.
“La Misericordia de Dios es nuestra liberación y nuestra felicidad. Vivimos de la Misericordia y no podemos permitirnos estar sin ella: es el aire que respiramos.
“Somos demasiado pobres para poner condiciones, necesitamos perdonar, porque necesitamos ser perdonados. Así es la Misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura, porque Dios perdona no con un decreto, sino con una caricia”.
En cuanto a sus propuestas de carácter político y social, el Papa Francisco defendió a los más pobres y marginados, denunciando la “cultura del descarte” y promoviendo una economía al servicio de las personas. Es un tema de estricta justicia social.
Con el tema migratorio, abogó por la tierna acogida y protección de migrantes y refugiados, exhortando a las naciones a actuar con solidaridad y humanidad ante estos peregrinos.
Respecto al tema de las reformas de la Iglesia Católica, el Papa Francisco implementó reformas en la Curia Romana para fomentar la transparencia y la descentralización del poder.
Además, estableció medidas contra los abusos sexuales al interior de la Iglesia y promovió una mayor inclusión de mujeres y laicos en roles de liderazgo.
En su segunda encíclica papal, llamada Laudato Si, se refirió al cuidado de la “Casa Común”, la tierra, el planeta, la casa de todos, el medio ambiente; hizo un llamado urgente a la acción contra el cambio climático y la degradación ambiental, con lo que destacó la conexión entre la crisis ecológica y la pobreza.
En la encíclica Fratelli Tutti centró todo el recorrido humano en la fraternidad y la amistad social, promoviendo una cultura del encuentro, de solidaridad y cooperación entre pueblos y religiones para construir un mundo más justo y pacífico.
Al Papa Francisco, en síntesis, se le podrá recordar como el Pontífice más pragmático en la historia de la iglesia, el más social, el más “mundano”, el más “popular” en cuanto a su forma de expresar el pensamiento cristiano, incluso, para entender a las llamadas “minorías”.
@elmerando