- Lo barato sale caro: proponen cobrar más a turistas extranjeros para proteger el patrimonio mexicano.
STAFF / LUCES DEL SIGLO
CIUDAD DE MÉXICO.- Los visitantes que vienen del extranjero y quedan maravillados con las ruinas de Teotihuacan, las esculturas de Tula o los códices del Museo Nacional de Antropología, pagan por entrar a estos sitios menos de lo que cuesta un café en Nueva York. Ese bajo costo, que puede parecer una cortesía cultural pero también representa un freno para la conservación y operación digna de estos espacios.
Por eso, senadores del Partido Verde presentaron una propuesta para elevar las tarifas de acceso exclusivamente a turistas internacionales. El objetivo: generar recursos suficientes para preservar el patrimonio, sin encarecer el acceso para mexicanos. La medida modificaría el artículo 288 de la Ley Federal de Derechos, permitiendo tarifas diferenciadas por nacionalidad.
En términos concretos, el acceso a sitios como Chichén Itzá pasaría de 95.58 a 286.74 pesos para extranjeros, mientras los nacionales seguirán pagando lo mismo. La propuesta también busca que el dinero recaudado se distribuya en partes iguales entre el INAH y los gobiernos estatales donde se ubican los sitios. Esto permitiría no solo reforzar la conservación, sino atender los efectos del turismo masivo, como la gentrificación o el deterioro ambiental.
¿Es mucho cobrar 286 pesos (unos 15 dólares) por entrar a una zona arqueológica de talla mundial? La comparación internacional ayuda a poner las cosas en perspectiva. En Estados Unidos, visitar el Museo Metropolitano de Arte cuesta 30 dólares. El Museo de Arte Moderno de San Francisco también cobra cifras similares.
En Europa, entrar al Louvre cuesta unos 24 euros, los Museos Vaticanos en Roma rondan los 22, y la Acrópolis de Atenas ya cuesta 33. Todo esto sin mencionar que muchos de estos museos reciben grandes subsidios estatales, algo que no siempre ocurre en México.
En cambio, en México, incluso los sitios más icónicos como Teotihuacan o Palenque cobran alrededor de 100 pesos (unos 5.50 USD), una cifra simbólica comparada con el valor histórico y el costo de mantenerlos operando los 365 días del año. Inclusive si se aprueba la propuesta del Partido Verde, los precios seguirán siendo competitivos a nivel internacional.
Pero no se trata sólo de números. El punto central de la reforma es redistribuir los beneficios del turismo cultural. Las comunidades locales, que muchas veces reciben poco o nada del flujo de visitantes, tendrían mayor participación en la operación de los sitios. Además, se plantea ampliar la gratuidad a todos los residentes de los municipios donde se ubican los recintos, no solo a comunidades indígenas colindantes.
Entre 2018 y 2024, más de 90 millones de personas visitaron museos y zonas arqueológicas del país. Y solo en 2022, los ingresos fueron de apenas 647 millones de pesos, una cantidad limitada frente a las necesidades de operación y conservación.
Por eso, los legisladores ecologistas insisten: si México tiene un patrimonio comparable con el de Egipto, Grecia o Italia, también necesita recursos a esa escala. Que los turistas extranjeros paguen un poco más no es un abuso, es una forma justa de corresponsabilidad. Porque preservar la historia también cuesta. Y quienes vienen a admirarla, pueden —y deben— ayudar a sostenerla.