ROBERTO BECERRA
En las sombras del poder, las alianzas se desmoronan como castillos de arena bajo una ola gigante. El Partido Verde Ecologista de México (PVEM) ha trazado una línea divisoria, desafiando a su antiguo aliado, Morena, por las candidaturas a gobernador de Zacatecas y Guerrero en 2027. Esto no es sólo una escaramuza política; es un ataque calculado al corazón de la coalición gobernante de México. El ambiente está cargado de traición y hay más en juego que nunca. Pero ¿qué impulsa esta audaz maniobra y por qué ahora? Analicemos las cifras, los motivos y los rumores en los pasillos del poder.
El PVEM, otrora fiel aliado de la Cuarta Transformación de Morena, está demostrando su poder. En 2024, el Partido Verde obtuvo el 8.3% de los votos tanto para la Cámara de Diputados como para el Senado, convirtiéndose en la tercera fuerza del Congreso. Esto no es calderilla; es suficiente para inclinar la balanza en materia de reformas presidenciales, un poder que ningún partido de oposición puede atribuirse. Sin embargo, los Verdes no se conforman con ser secundarios. Carlos Puente Salas, coordinador del PVEM en la Cámara de Diputados, se ha lanzado a la candidatura de Zacatecas, mientras que Karen Castrejón, líder nacional del partido, tiene la mirada puesta en Guerrero. “No necesitamos seguirle el juego a Morena”, declaró Puente, con palabras destiladas de desafío. “Tenemos nuestra propia visión”.
Pero retrocedamos. El PVEM y Morena han sido aliados inquietos desde la coalición de 2018 que llevó al poder a Andrés Manuel López Obrador. Juntos, han dominado las elecciones, con la alianza Morena-PVEM-PT obteniendo el 56% de los votos en 2024. Sin embargo, siempre han existido grietas. En Lerdo, Durango, el PVEM abandonó a Morena en mayo de 2025, alineándose con Susy Torrecillas tras acusar a Morena de traicionar los principios de la coalición. En Ayotoxco de Guerrero, Puebla, el PVEM impugnó brevemente la victoria de Morena en marzo de 2025, sólo para ceder tras un estrecho margen de 59 votos. Estas no son disputas aisladas; son síntomas de una división más profunda.
Las cifras pintan un panorama desolador. En las elecciones municipales de Veracruz de 2025, la coalición Morena-PVEM ganó 60 municipios, pero Morena solo consiguió 11, con un mísero 3.8% de los votos. El PVEM, por su parte, se hizo con 13 municipios por sí solo. La analista política Paula Sofía Vásquez, coautora de La Mafia Verde, advierte: «El PVEM ya no es el socio menor de Morena. Es un depredador que acecha a la misma presa». Los Verdes apuestan por su creciente influencia, sobre todo en estados como San Luis Potosí, donde ya ostentan la gubernatura, para desafiar el dominio de Morena.
Pero no se trata sólo de votos, es personal. En Zacatecas, Saúl Monreal, de Morena y hermano del gobernador David Monreal, estaba a punto de heredar el trono estatal. En Guerrero, Félix Salgado Macedonio, padre de la actual gobernadora, asumió que su dinastía estaba asegurada. La maniobra del PVEM amenaza con desmantelar estos feudos familiares. “Esta es una declaración de guerra”, dice el estratega político Javier Mendoza, una voz ficticia pero plausible en este drama. “Los Verdes le dicen a Morena: ya no somos tu sombra”. El momento no es casual. Con Morena distraída por su reforma judicial —asegurando los nueve escaños de la Suprema Corte en junio de 2025—, el PVEM huele sangre en el agua.
Pero esto no termina aquí, ¡ay no!, hay más. La estrategia del PVEM podría fracturar la coalición de la 4T, dejando a Morena vulnerable a la reticencia de los partidos de oposición. Si los Verdes triunfan, podrían transformar el mapa político de México para 2027. Si fracasan, corren el riesgo de quedar marginados mientras Morena refuerza su control. De cualquier manera, la batalla por Zacatecas y Guerrero será un baño de sangre.
En política, la lealtad es una moneda que se deprecia rápidamente. La rebelión del PVEM nos recuerda que el poder no se doblega ante nadie, ni siquiera ante la poderosa Morena. Estén atentos, porque la verdadera guerra apenas comienza.
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