Por KUKULKÁN
EN MÉXICO la justicia no llega tarde. Llega jubilada, con bastón, o en silla de ruedas… y a veces, cuando ya ni hace falta. Eso sí, cuando por fin aparece, suele hacerlo con bombo y platillo, como si reparar una injusticia de hace 20 años fuera un mérito de presente y no una deuda impagable del pasado. La reciente liberación de Israel Vallarta, tras dos décadas de prisión preventiva sin sentencia, y la detención (¡aplausos grabados, por favor!) de Sandra Lucía Téllez Nieves, socia de la tristemente célebre Guardería ABC, son la muestra más acabada de que la justicia mexicana tiene el ritmo de una telenovela de los 90: eterna, inverosímil y siempre con los mismos villanos… solo que aquí no hay final feliz, ni Televisa paga los daños.
EN EL CASO de Vallarta, bastó con que se desmoronara el “montaje” orquestado por el entonces zar del narco-falso-secuestrador, Genaro García Luna, para que todo el castillo de mentiras se viniera abajo. Claro, Israel ya había pasado 20 años encerrado, había sido torturado y arrastrado mediáticamente como el monstruo de la película, mientras las cámaras giraban obedientes a la voz del director en turno. ¿Y qué pasó con los que organizaron el espectáculo? Nada. En México se premia más un buen guión que una mala sentencia.
Y AHORA hora, el caso ABC. Dieciséis años, 49 niños muertos y decenas de heridos después, finalmente atrapan a Sandra Téllez, una de las socias de la guardería donde el fuego no solo arrasó vidas inocentes, sino también el último resquicio de confianza pública en las instituciones del Estado. Fue arrestada en Arizona, no porque México la buscara con rabia, sino porque allá se topó con una ficha roja de Interpol. Allá sí la tomaron en serio.
LO IRÓNICO (o más) es que Téllez había sido condenada a casi 29 años, pero gracias al mágico arte de los amparos, las apelaciones bien lubricadas y el sistema judicial estilo “spa para funcionarios”, la sentencia se redujo a cinco años y siete meses. ¿Qué son cinco años cuando 49 familias perdieron lo más valioso que tenían? Pregúntenselo a la Suprema Corte, que en 2022 decidió que ya era suficiente castigo. Porque al parecer, en este país, las penas también se reducen por buena conducta… judicial.
¿Y QUÉ TIENEN en común Vallarta y la Guardería ABC? Que ambos casos fueron engendros del calderonismo, esa época dorada en que el combate al crimen se confundía con la producción de reality shows judiciales y las redes de poder tejían impunidad para los cuates, los primos, los socios y las comadres. En el caso ABC, no olvidemos que uno de los socios era pariente de Margarita Zavala, y en Vallarta, el montaje fue transmitido en cadena nacional con la venia del poder.
AHORA, el Poder Judicial se viste de blanco y nos dice que “sí hay justicia”. Que Vallarta salió libre y que Téllez fue detenida. Pero la pregunta es: ¿quién paga por los años robados, los hijos muertos y las vidas arruinadas? Porque en este sistema, la culpa se expira, pero el dolor no. No es casualidad que las detenciones o liberaciones lleguen justo cuando el gobierno busca oxigenar su imagen, dar señales de rectitud o sacar brillo a la toga judicial. Pero que no se nos olvide: esto no es justicia, es una reparación a medias en un país donde, si tienes palancas, tu castigo siempre puede esperar… o caducar.