Inteligencia estratégica en México, vacío que debilita al Estado

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José Réyez

La función de los servicios de inteligencia en una democracia debería ser clara: recoger, procesar, analizar y evaluar información para anticipar riesgos, desactivar amenazas y guiar decisiones de Estado con visión de futuro.

Sin embargo, en México, esta premisa dista de ser una realidad. La inteligencia estratégica —aquel insumo fundamental para diseñar políticas de seguridad con perspectiva de mediano y largo plazo— brilla por su ausencia, dejando al país expuesto a amenazas cada vez más complejas y transnacionales.

La investigación Hacia un sistema de inteligencia estratégica: retos y perspectivas de la inteligencia para la seguridad nacional de México de Luz Celina Camarena Romero, especialista en seguridad y defensa del Instituto de Investigaciones Estratégicas de la Armada de México, revela un diagnóstico crudo pero necesario:

México carece de un sistema de inteligencia estratégica integrado. En su lugar, lo que prevalece es un entramado de agencias civiles, militares y navales que operan de manera fragmentada, con poca coordinación y aún menos confianza entre ellas. El resultado es un Estado que reacciona, pero no anticipa; que responde a síntomas, pero no ataca causas.

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Uno de los problemas estructurales más graves es que la inteligencia en México ha sido históricamente tratada como una política de gobierno, no de Estado. Esto significa que cada administración redefine prioridades, interrumpe procesos y, en muchos casos, politiza el uso de la información.

Agencias como el antiguo Cisen —hoy sustituido por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI)— han intentado profesionalizar el quehacer de la inteligencia, pero sus esfuerzos han sido insuficientes frente a la falta de voluntad política para construir una verdadera comunidad de inteligencia.

La descoordinación interinstitucional no es un problema menor. Cuando las agencias no comparten información, el análisis se empobrece, se duplican esfuerzos y se desperdician recursos. Pero más grave aún es que esta dinámica impide una comprensión integral de las amenazas.

El crimen organizado, el narcotráfico, el terrorismo, los ciberataques y el espionaje, integrados en la Agenda Nacional de Riesgos, son fenómenos multifactoriales que exigen respuestas transversales. Sin un sistema que integre las visiones civil, militar y naval, México seguirá combatiendo fantasmas con estrategias desarticuladas.

En los últimos años, la administración federal ha priorizado la inteligencia criminal, orientada a la contención inmediata de delitos como el narcotráfico o la extorsión. Si bien esta es indispensable para la seguridad pública, no sustituye a la inteligencia estratégica. La primera es reactiva; la segunda, preventiva. La primera actúa sobre hechos consumados; la segunda, sobre tendencias y escenarios futuros.

México necesita con urgencia un sistema que permita identificar patrones estructurales, proyectar escenarios de riesgo y diseñar políticas que ataquen las raíces de la inseguridad. De lo contrario, seguiremos viendo cómo las crisis se gestionan sobre la marcha, con un alto costo social e institucional.

La creación de un sistema de inteligencia estratégica no es un lujo, sino una necesidad de seguridad nacional. Para ello, es indispensable:

Un marco normativo robusto: Una ley que garantice la autonomía, la supervisión y el carácter estatal no gubernamental—de la inteligencia; profesionalización: Invertir en la formación y retención de analistas especializados, capaces de procesar grandes volúmenes de información y producir conocimiento accionable. tecnología y ciberinteligencia, incorporar inteligencia artificial, machine learning y otras herramientas para la detección temprana de amenazas en el ciberespacio.

Así como cooperación internacional: Establecer mecanismos permanentes de intercambio de información con agencias aliadas, esencial para enfrentar amenazas transnacionales. Comunidad de inteligencia: Fomentar la confianza y la coordinación entre las agencias civiles, militares y navales, bajo una misma visión de Estado.

La inteligencia estratégica no es un tema técnico o burocrático; es la columna vertebral de la seguridad nacional. Sin ella, el Estado mexicano seguirá navegando a ciegas en un entorno global cada vez más hostil e impredecible. La fragmentación, la desconfianza y la mirada cortoplacista han debilitado nuestra capacidad de anticipación y respuesta.

Es tiempo de dejar atrás la improvisación y construir un sistema de inteligencia que trascienda gobiernos, que integre visiones y que proteja, no sólo a las instituciones, sino la estabilidad y soberanía de la nación. La seguridad de México no puede seguir siendo rehén de la inmediatez. Necesita, más que nunca, una inteligencia con visión de Estado.

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