Los papás del “narcogobierno” ahora se asumen blancas palomitas 

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Por KUKULKÁN

RESULTA que ahora los mismísimos creadores del término narcogobierno —sí, los que lo patentaron a sangre, dólares y encubrimiento—, se ponen el traje de vírgenes ultrajadas y acusan a la Cuarta Transformación de lo que ellos mismos inventaron. No cabe duda: en política, la desvergüenza es el único recurso que no se agota.

RETROCEDAMOS un poco. Fue en tiempos de Carlos Salinas de Gortari, el geniecillo neoliberal de los 90 cuando se exhibió que México no sólo padecía corrupción, sino era un corporativo criminal con logotipo tricolor. Los asesinatos de Luis Donaldo Colosio y Francisco Ruiz Massieu —ambos priistas de cepa, ambos víctimas del fuego amigo— dejaron claro que la política mexicana no necesitaba enemigos: se bastaba sola para exterminarse.

Y CUANDO Suiza destapó las cuentas millonarias de Raúl Salinas, el hermano incómodo convertido en cajero del régimen, la prensa europea ya no habló de “crisis política”: habló de narcogobierno. “México: Estado mafioso con fachada institucional”, decían los titulares. El PRI había tocado fondo, y el país descubrió que su gobierno no sólo robaba… también mataba. Fue el principio del fin de la dictadura perfecta y el inicio del desfile de los hipócritas.

LUEGO llegó Felipe Calderón Hinojosa, con casco, chamarra militar y el ego inflado de cruzado moral. Le declaró la guerra al narco mientras su Secretario de Seguridad, Genaro García Luna, recibía maletas de dinero del Cártel de Sinaloa como quien cobra aguinaldo. El hombre que debía protegernos terminó condenado a 38 años de prisión en Estados Unidos, y con él, el discurso del “México valiente que no se rinde ante el crimen” se fue al drenaje junto con la poca credibilidad que le quedaba al PAN.

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AQUEL gobierno no combatió al narco: le hacía outsourcing. Mientras Calderón hablaba de “mano firme y corazón limpio”, García Luna coordinaba la logística de los cárteles con la misma eficiencia con la que mentían en Los Pinos. Pero claro, hoy el exmandatario vive convencido de que todo fue un malentendido ético.

Y aquí es donde la historia se vuelve tragicómica. Los mismos partidos que fueron los padrinos del narco en el poder, hoy quieren endilgarle la etiqueta de “narcogobierno” a la Cuarta Transformación. El PRI y el PAN, convertidos en fósiles parlantes, gritan “¡corrupción!” desde los sótanos de su propia infamia. Les funciona como terapia: mientras más gritan, menos se oyen entre sí.

EL ARGUMENTO estrella de la oposición es un libro de Anabel Hernández, lleno de anécdotas, rumores y testimonios misteriosos que nadie ha comprobado. No hay grabaciones, no hay fotos, no hay documentos. Sólo frases de “me dijeron que me dijeron”. Y claro, cuando una jueza federal dictamina que aquello no tiene sustento, la derecha aplaude… en silencio. No vaya a ser que alguien les pida pruebas de sus propias alianzas con el crimen organizado.

ASÍ que, para recapitular:

PRI: fundó el modelo del narco institucional.

PAN: lo modernizó con uniforme militar y conferencias de prensa.

4T: hereda el desastre y encima tiene que aguantar que los creadores del monstruo le digan Frankenstein.

Y AUN ASÍ, los viejos caciques azules y tricolores se empeñan en vendernos la idea de que ellos sí eran los buenos. Que los tiempos de Salinas y Calderón eran “épocas de Estado de derecho”. Por favor. Si aquellos gobiernos hubieran sido un laboratorio, el narcotráfico habría sido su producto estrella y García Luna su director de innovación.

HOY, sin un líder que los una, los restos del PRIAN sobreviven entre conferencias de prensa sin público y hashtags desesperados. Son lidercitos de cartón, reciclados del basurero electoral, que intentan culpar a sus verdugos de los crímenes que ellos cometieron. Y lo peor: esperan que alguien les crea.

LA IRONÍA es deliciosa: los padres fundadores del narcogobierno ahora lloran porque perdieron la custodia del país. Como si los exnarcos del poder pudieran dar lecciones de moral pública. Y uno no puede más que brindar —con agua, no con whisky de campaña— por la coherencia perdida: los que llenaron las cárceles de inocentes, hoy se declaran perseguidos; los que gobernaron con el narco, hoy se dicen víctimas del narco; y los que hundieron a México en sangre, hoy juran que lo hacían por amor a la patria. Lo dicho: si la historia de México fuera una serie, estos serían los villanos que, en la segunda temporada, quieren regresar como héroes.

@Nido_DeViboras

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