José Réyez
En 2024, las autoridades marítimas interceptaron un número casi récord de narcosubmarinos en los océanos Atlántico y Pacífico, revelando una expansión en las rutas y métodos utilizados por los traficantes para transportar cocaína a nivel internacional.
De acuerdo con el reporte de InSight Crime Narcosubmarinos: la creciente sofisticación del transporte global de cocaína, estos hallazgos destacan la adaptabilidad y sofisticación de los cárteles de droga, que cada vez más recurren a embarcaciones semisumergibles para evadir la detección de las autoridades.
Los narcosubmarinos, utilizados tradicionalmente para transportar droga desde la costa pacífica de Colombia hacia Centroamérica o México, ahora aparecen en zonas tan distantes como las islas Azores, Sierra Leona y Australia.
En el último año, se interceptaron embarcaciones con cargamentos de hasta 6.5 toneladas de cocaína cerca de las Azores, mientras que otra fue encontrada abandonada en una playa de Sierra Leona. Además, un narcosubmarino con más de 5 toneladas de cocaína fue detenido en el Pacífico rumbo a Australia, evidenciando la globalización de este método de transporte.
La mayoría de estas embarcaciones no son submarinos convencionales, sino “buques de perfil bajo” (LPV, por sus siglas en inglés), que navegan cerca de la superficie con sólo una pequeña parte visible. Construidos principalmente con madera y fibra de vidrio —materiales difíciles de detectar por radar—, estos vehículos suelen medir unos 15 metros de largo y funcionan con motores diésel o de gasolina.
Los traficantes han incorporado innovaciones como escudos de plomo, intercambiadores de calor y pintura camuflada para reducir su firma térmica y visual, dificultando aún más su detección.
Según el Centro Internacional de Investigación y Análisis Contra el Narcotráfico Marítimo (CIMCON) de la Armada de Colombia, construir un LPV puede costar entre 150 mil y 2 millones de dólares, dependiendo de su sofisticación.
Estas embarcaciones suelen ser operadas por tres o cuatro tripulantes y, aunque son más vulnerables a la interceptación que los submarinos tradicionales, su diseño hidrodinámico y bajo perfil las hace altamente efectivas para evadir controles.
El aumento en el uso de narcosubmarinos refleja la capacidad de los grupos criminales para adaptarse a los esfuerzos de interdicción y expandir sus operaciones a nuevas regiones. Las autoridades enfrentan el desafío de desarrollar tecnologías y estrategias más avanzadas para contrarrestar esta amenaza, que sigue creciendo en alcance y complejidad.