Por KUKULKÁN
EN LA POLÍTICA mexicana hay aves raras, y luego está Ricardo Monreal: plumaje guinda, pero canto disonante. Desde los días en que Andrés Manuel López Obrador apenas se subía a la Cuarta Transformación como a un tren en marcha, Monreal ya se distinguía por soplar en contra del viento. Y no por accidente o por “convicción democrática”, como gusta decir, sino por ese fino olfato que le permite oler la oportunidad… aunque huela a traición.
HOY, en su versión de diputado morenista -con la camiseta medio puesta y el cuchillo bajo la manga-, Monreal vuelve a desentonar. Esta vez le echó limón al caldo de la reforma electoral propuesta por la presidenta Claudia Sheinbaum, quien busca rediseñar la representación de las minorías. El zacatecano, siempre atento a parecer el más lúcido de los morenos, soltó un texto donde advierte de “costos democráticos” en la iniciativa presidencial. Así, en tono académico y con voz de estadista, volvió a hacer lo que mejor sabe: patear el pesebre desde dentro.
NO ES la primera vez que el honorable legislador encuentra pelos en la sopa guinda. Recordemos que en 2021, durante la elección intermedia en la Ciudad de México, su “neutralidad estratégica” ayudó a pintar de azul varias alcaldías. En Morena se mascó como traición, pero Monreal, imperturbable, simplemente se limitó a decir que “era momento de reflexión”. Una reflexión que, claro, siempre le conviene. Ahora nos sale con que la propuesta de Sheinbaum podría “debilitar la pluralidad” del Congreso. Qué conmovedora preocupación por las minorías, viniendo de alguien que ha hecho de la ambigüedad una forma de vida.
HABLA de “costos democráticos”, como si no fuera precisamente él quien suele jugar a ser mayoría y minoría según le conviene. En su texto -que más bien parece una clase de ciencia política a distancia- Monreal reconoce que la representación proporcional ha sido fundamental para abrir espacios. Pero de inmediato advierte que el sistema actual “no siempre garantiza cercanía con el electorado”. Eso sí, no se atreve a proponer gran cosa, sólo sugiere “fórmulas intermedias”. O sea, ni sí ni no, sino todo lo contrario.
LA PROPUESTA presidencial, que incluye la figura del tercer senador por mayoría relativa -mejor conocido como “el segundo lugar gana algo”- le parece “restringida”. ¡Qué sorpresa! Monreal no quiere perder la pluralidad, pero tampoco ceder control. Defiende el equilibrio, pero sin mover un dedo. Quiere cambiar sin cambiar nada. Un malabarismo que ya le conocemos. ¿Y qué propone exactamente el zacatecano? Nada concreto. Sólo que “repensemos” la representación. Traducción del monrealés al español: que no se apruebe nada sin que yo le meta mano.
SU FÓRMULA favorita sigue vigente: lucir como el más sensato en medio de los extremos. Ni AMLO ni Sheinbaum le convencen del todo; él está por encima, mirando desde su torre de marfil en el Palacio Legislativo. Es curioso que un personaje que presume su sensibilidad democrática no tenga empacho en torpedear los consensos de su propio partido. Pero no nos equivoquemos: Monreal no está en contra de la reforma electoral por sus principios, sino porque no es su reforma. En su imaginario político, si algo no lo lleva al centro de la escena, no merece pasar.
ESTE es el mismo Monreal que sueña con ser presidente desde hace décadas, pero que prefiere el rol de eterno disidente, de intelectual incómodo, de profeta sin tierra. Por eso canta fuera del coro: no porque le moleste la melodía, sino porque quiere dirigir la orquesta.
Mientras Claudia Sheinbaum intenta dar forma a su proyecto de nación, Monreal seguirá jugando al equilibrista. Simula estar con todos, pero en realidad sólo está con él mismo. Porque en el fondo, el diputado no quiere cambiar el sistema: quiere que el sistema lo quiera a él.