- Claudia Sheinbaum hizo una jugada que pocos vieron venir, nombró a Pablo Gómez Álvarez como coordinador de los trabajos de la reforma electoral
FELIPE VILLA
CIUDAD DE MÉXICO.- En el ajedrez político de la Cuarta Transformación, cada movimiento cuenta. Y esta semana, la presidenta Claudia Sheinbaum hizo una jugada que pocos vieron venir, pero que ya está haciendo eco en ambas cámaras del Congreso: nombró a Pablo Gómez Álvarez como coordinador de los trabajos de la reforma electoral que su gobierno impulsará ante el Legislativo. Un mensaje claro, directo y de doble filo: uno para los operadores institucionales, y otro para los líderes parlamentarios de su propio partido.
Gómez no necesita presentación: es economista por la UNAM, figura histórica del movimiento de 1968, expresidiario político, y un veterano legislador de izquierda con una trayectoria que lo hace uno de los pocos sobrevivientes ideológicos del México que resistió desde la calle antes de ocupar el Congreso. Fue diputado federal en cinco ocasiones, senador, líder del PRD, del PSUM, y coordinador parlamentario. Durante décadas, promovió reformas estructurales en materia presupuestal y electoral, y denunció escándalos como Pemexgate y Amigos de Fox. Todo eso le da una legitimidad difícil de disputar incluso entre sus adversarios.
El mensaje político detrás de su designación es igual de claro que su currículum: mientras figuras como Adán Augusto López o Ricardo Monreal —líderes de Morena en ambas cámaras— acumulan escándalos, divisiones internas y acusaciones de oportunismo, Sheinbaum elige a un cuadro sobrio, técnico y sin ambiciones personales visibles. En otras palabras, un operador sin aspiraciones electorales pero con autoridad moral e ideológica, capaz de encarar una reforma polémica sin parecer juez y parte.
Desde la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), Gómez ya había demostrado su confiabilidad institucional. Fue ratificado en 2021 con respaldo de todas las bancadas, lo cual anticipaba su capacidad de negociación en terrenos pantanosos. Y aunque su perfil operativo fue criticado en su momento, su solvencia política lo mantuvo fuera de la polémica, algo escaso en el gabinete de la 4T.
Como líder de la comisión presidencial encargada de diseñar la reforma electoral, Gómez tendrá que diagnosticar el sistema vigente, proponer variantes y lograr consensos amplios, todo mientras se enfrenta a un Congreso cada vez más fragmentado. Pero su trayectoria le permite hacerlo con una base sólida: fue representante ante el IFE, conoce el andamiaje legal del INE, y ha defendido públicamente una reforma que reduzca el gasto, elimine plurinominales y recorte el poder burocrático de los partidos políticos.
Más allá de su capacidad técnica, el nombramiento de Gómez es una maniobra política que reposiciona a Sheinbaum como líder con autonomía propia, enviando un claro mensaje de que el proceso de transformación continuará bajo su propia arquitectura. Y si para ello necesita dejar fuera de juego a los viejos liderazgos de Morena —como Monreal, quien ha expresado sus reservas hacia la reforma electoral—, no dudará en hacerlo con manos firmes, pero indirectas.