Zósimo Camacho
Las familias migrantes latinoamericanas, y particularmente mexicanas, padecen el endurecimiento de las políticas racistas del gobierno de Donald Trump en Estados Unidos. Sufren una intolerable persecución en un país construido por sus manos.
Mientras los datos del Latino Donor Collaborative revelan cómo los mexicanos sostienen la economía estadunidense -desde los campos agrícolas hasta los laboratorios de tecnología-, la reciente “Operación Caballo de Troya” en Westlake, Los Ángeles, California, expone la cruel contradicción de un sistema que depende de ellos mientras los criminaliza.
Agentes de la Patrulla Fronteriza, disfrazados de contratistas en un camión de alquiler, tendieron una trampa a jornaleros frente a un Home Depot, el mismo lugar donde miles acuden cada madrugada para buscar el trabajo que alimenta industrias esenciales. La escena, digna de una película de espionaje, se saldó con 16 detenciones, violatorias de órdenes judiciales que prohíben tácticas discriminatorias y que mancha el rostro de una nación construida por migrantes.
El relato de César, el jornalero que sobrevivió a la redada, encapsula el horror: la camioneta amarilla que prometía empleo se convirtió en una celda móvil. En su testimonio, recogido por el diario mexicano La Jornada este 6 de agosto, señala que agentes enmascarados -uno incluso con sombrero de vaquero, como burla grotesca al estereotipo que dicen combatir- cazaron a hombres cuyo único delito fue esperar una oportunidad para trabajar.
Esta operación, celebrada en redes sociales por un fiscal federal como muestra de “aplicación irrenunciable” de la política migratoria, ignora que esos mismos migrantes pagan impuestos, salvan cosechas y levantan edificios. Según el más reciente informe del Latino Donor Collaborative, las personas aportaron 96 mil 700 millones de dólares en impuestos en 2022, incluidos 25 mil 700 millones a la Seguridad Social, un sistema del que muchos jamás podrán beneficiarse.
La complicidad involuntaria de empresas como Penske Truck Rental, cuyos vehículos se usaron como carnada, revela hasta qué punto la maquinaria antiinmigrante se normaliza.
Mientras el portavoz de la empresa promete “reforzar políticas”, las redadas ya han sembrado terror en comunidades que, según los mismos datos, son clave para el futuro laboral de Estados Unidos: el 78 por ciento de los nuevos trabajadores hacia 2030 serán latinos. ¿Cómo reconciliar esta persecución con la dependencia económica que el país tiene hacia ellos?
El contraste no podría ser más obsceno. Por un lado, los trabajadores de origen mexicano en Estados Unidos generaron un producto interno bruto (PIB) de 2.06 billones de dólares en 2024, comparable al de Canadá y superior al de países como Italia, Brasil o Australia; por otro, son cazados como delincuentes. Y si nos referimos sólo a los nacidos en México que se encuentran en Estados Unidos, la aportación es de 781 mil 200 millones de dólares en el mismo año.
Así, los migrantes aparecen como “trabajadores esenciales” en informes económicos, pero se les niega dignidad en las calles. Esta esquizofrenia nacional sólo se resolverá cuando el reconocimiento de su contribución deje el papel y se traduzca en políticas humanas.
Tal operativo de la Patrulla Fronteriza en Westlake sube el nivel de cinismo de las indignas redadas ordenadas por Trump. Fue un acto de crueldad calculada, una representación grotesca de la hipocresía de un país que depende de los migrantes mientras los persigue. Ahora agentes federales encubiertos tienen permiso para cazar migrantes como animales en estacionamientos de Home Depot.
Operaciones como la de Westlake muestran que el “sueño americano” se troca en pesadilla, vigilada por agentes con sombreros de vaquero o con el rostro cubierto. El embate, sin embargo, ya se refleja en la economía estadounidense. Con sus mejores trabajadores aterrorizados en sus casas, la productividad de esa nación se derrumba.
Lo que queda claro es que cualquier cuadrilla de trabajadores migrantes -en el campo, los supermercados, las construcciones, los jardines- vale más para Estados Unidos que todos los agentes de la Patrulla Fronteriza juntos. Los datos lo demuestran.