Por KUKULKÁN
SIEMPRE se ha dicho que en política no hay coincidencias, sólo casualidades demasiado bien acomodadas como para creer en la inocencia. Y si de sospechas hablamos, la reciente campaña de “desprestigio” que rodea al exsecretario de Gobernación y hoy senador Adán Augusto López huele más a ajuste de cuentas que a mero fuego cruzado. Porque, aunque el tabasqueño ha dicho con todas sus letras que tiene plenamente identificado al autor intelectual, también ha guardado el nombre bajo llave… y en ese silencio florece la especulación.
¿QUIÉN sería capaz de orquestar una estrategia para intentar dinamitar la carrera de un personaje curtido en la política obradorista? Pues entre pasillos y murmullos, muchos dedos apuntan hacia un viejo conocido: Ricardo Monreal Ávila, el zacatecano de las mil vidas políticas, eterno sobreviviente de tempestades y experto en el arte de la revancha. No es descabellado pensar en él como posible cerebro tras bambalinas.
LA MEMORIA es corta en la política, pero no tanto: apenas en diciembre de 2024, Adán Augusto, con toda la seriedad que da la presidencia de la Junta de Coordinación Política del Senado, acusó a su correligionario de Morena de haber dejado un cochinero presupuestal en la Cámara Alta. Nada más y nada menos que contratos simulados, irregularidades y presuntos desvíos por alrededor de 150 millones de pesos.
EL GOLPE fue quirúrgico. Entre las joyas del hallazgo se mencionaba un contrato millonario para la “administración de archivos” que sangraba más de 60 millones de pesos al año. Adán Augusto no sólo lo exhibió públicamente, también anunció que esos convenios serían rescindidos y las denuncias llegarían a la Fiscalía, la Auditoría y la Función Pública.
ASTUTO como siempre, Monreal respondió indignado, alegando que todo era una calumnia y que su administración había sido auditada de arriba abajo sin irregularidades. Pero la mancha quedó. Y si hay algo que los políticos no olvidan, es quién los exhibió frente al público. Porque en el tablero de los poderosos, el prestigio es la ficha más difícil de recuperar.
LOS MESES siguientes parecieron traer calma. En enero de 2025, ambos líderes se dieron el abrazo de unidad —ese que siempre se da de dientes para afuera— y aseguraron que todo había quedado atrás. Pero la vieja máxima aplica: “Cuando veas a dos políticos sonriendo juntos, revisa si no están afilando el cuchillo bajo la mesa”.
Y AHORA, con el ruido mediático en contra de Adán Augusto, las preguntas vuelven como serpientes en la maleza. ¿No será que el zacatecano encontró la manera de vengarse, no con denuncias ni discursos en el pleno, sino con un trabajo más fino, discreto y letal? Por supuesto, nada está probado. Y seguramente nunca se probará.
LAS CAMPAÑAS negras se alimentan del anonimato, de rumores sembrados con precisión quirúrgica y de la sospecha que se instala como veneno en la opinión pública. Lo que sí es evidente es que, de todos los posibles “sospechosos”, Monreal tiene el motivo más claro: la herida de haber sido señalado por corrupción en el mismísimo Senado que él administraba.
QUIENES conocen la política de Morena, saben que esta confrontación no sería nueva. Viene de años atrás, de roces constantes y diferencias soterradas. Lo que vimos en 2024 fue sólo la punta del iceberg, un capítulo más en una novela de intrigas que se sigue escribiendo.
MIENTRAS tanto, Adán Augusto juega al misterio. Afirma que ya tiene identificado al autor intelectual de la guerra sucia en su contra, pero se niega a decir el nombre. Y esa ambigüedad, lejos de apagar el fuego, lo alimenta. Cada silencio del tabasqueño es un espacio abierto a la especulación, y cada especulación suma puntos en la lista de sospechosos.
EN ESTE Nido de Víboras no damos nombres —faltaba más—, pero tampoco ignoramos que cuando un político asegura tener la prueba en la mano y decide guardarla, lo hace por cálculo, no por prudencia. Quizá Adán Augusto se guarda la carta para el momento preciso, o quizá prefiere dejar que el rumor corra y desgaste solo al adversario.
LO CIERTO es que, si la campaña de desprestigio contra él tiene nombre y apellido, Ricardo Monreal es, al menos, el sospechoso favorito de la opinión pública. Y en política, a veces, basta con parecer culpable para cargar con la sentencia.