POR KUKULKAN
DICEN que los mejores platillos requieren paciencia, fuego lento y, sobre todo, un chef que sepa cuándo mover la cuchara y cuándo dejar que el guiso tome forma solito. En la cocina política del nuevo régimen, ese cocinero experimentado y de paladar curtido es Pablo Gómez, quien ha decidido no entrar de lleno a la batalla electoral, sino marinarla con calma desde la Comisión Presidencial para la Reforma Electoral.
MIENTRAS Claudia Sheinbaum coordina a su gabinete y sigue midiendo el tamaño real de las botas que dejó el “compañero presidente”, Gómez —veterano de mil fuegos— ha optado por cocinar su reforma como un buen mole oaxaqueño: con ingredientes complejos, tiempos largos y sin mostrar toda la receta de una sola vez. Total, el platillo no se sirve hasta 2027, cuando la elección intermedia ponga a prueba si la 4T sigue viva o empieza a oler a recalentado.
LA ESTRATEGIA es clara. En lugar de lanzar una propuesta de reforma electoral al vapor —y arriesgarse a que se le queme en la bandeja del Congreso—, el chef Gómez ha optado por poner la olla en la lumbre baja y mantenerla ahí, burbujeando, mientras se realiza una “consulta nacional”, con foros, audiencias y una plataforma web donde supuestamente los ciudadanos pueden decidir… aunque como en todo buen restaurante, la carta ya está predefinida.
PORQUE no nos engañemos: la “consulta” es sólo el todo en su lugar. Los ingredientes ya están sobre la mesa: reducir el financiamiento a los partidos, eliminar los plurinominales incómodos, darle más poder al electorado, pero sin tocar demasiado al INE (al menos no por ahora). Eso sí, con la promesa de que todo será más barato, más representativo y más democrático. El equivalente político al “light pero con sabor”.
SOBRE la práctica, Gómez ha dejado claro que esta no es una receta exprés. No busca aplicarla ni en 2025 ni en 2026. ¿Por qué arriesgarse ahora cuando se puede esperar a que bajen los humos de la sucesión, se acomoden los platos en la mesa del poder, y se sepa con certeza quién está dispuesto a pasarle la sal y quién se la va a esconder?
Y AHÍ es donde entra la verdadera sazón del asunto: esta reforma electoral se está preparando para mejorar el sistema, pero también para controlar mejor la cocina en la siguiente ronda, lo que aplican con normalidad tanto regímenes de derecha como de izquierda para que la gobernabilidad no se le salga de control. Con el nuevo Congreso en formación, la clientela política más alineada y la oposición aún sin recetario propio, 2027 es el año perfecto para estrenar menú.
ESO SÍ, con la narrativa del “ahorro” y el “empoderamiento ciudadano” como guarnición principal. Porque no hay nada más vendible que la promesa de pagar menos por un platillo que, en el fondo, puede tener los mismos ingredientes de siempre: más control desde el centro, menos contrapesos institucionales y un chef que sabe exactamente cuánta sal dejar que pongas tú.
AL FINAL, lo que Pablo Gómez está cocinando no es sólo una reforma electoral. Es una fórmula de gobernabilidad al gusto del régimen, disfrazada de platillo democrático. La espera hasta 2027 es estratégica: tiempo suficiente para que se enfríen las resistencias, se olviden las críticas y se presente el platillo como si fuera la nueva cocina de autor… aunque todos sepamos que se trata de una receta rehecha, sazonada con viejas intenciones.
Y MIENTRAS tanto, el chef sigue removiendo con calma, vigilando que nadie meta cuchara antes de tiempo. Porque si algo sabe Gómez —como buen viejo lobo de la política y alquimista del poder— es que las reformas que de verdad dejan huella no se imponen. Se sirven en el momento justo, con el mantel bien planchado, y cuando el comensal ya no tiene más hambre de debate.




