Sergio León Cervantes
La promoción turística no es un lujo, es una política económica de supervivencia.
Cada peso invertido en promoción genera hasta 18 pesos en derrama económica, según estudios de la Organización Mundial del Turismo. Es el músculo que mueve 10 millones de empleos en México, que alimenta a más de 4 millones de familias y que representa 8.6% del Producto Interno Bruto nacional.
Cuando un país deja de contar su historia, deja de vender su futuro.
Promocionar no es hacer propaganda; es defender la competitividad. Sirve para mantener viva la percepción de seguridad, para sostener confianza en mercados internacionales, para posicionar destinos ante competidores que no descansan.
Cada campaña turística es, en el fondo, un ejercicio de psicología social: recordarle al viajero por qué seguir eligiendo México.
Sin promoción, no hay presencia; sin presencia, no hay elección; y sin elección, no hay visitantes.
Para 2026, el Gobierno Federal planea destinar al turismo entre el 0.4% y 0.5% del Presupuesto de Egresos de la Federación, unos $42,000 a $50,000 millones de pesos.
Pero de ese total, sólo entre $2,000 y $3,500 millones irán a promoción internacional.
Eso equivale a 0.04% del presupuesto nacional: una cifra simbólica frente al tamaño de la economía turística mexicana.
Por comparación, España y Tailandia invierten más del doble en promoción que México, aun teniendo menos territorio que cubrir.
La República Dominicana, con una economía 20 veces menor, destina en marketing casi la misma cantidad que nuestro país.
Y mientras ellos crecen entre 8% y 12% anual en llegadas internacionales, México se estancó en 3.6% en 2024, con riesgo de retroceso en 2026 si la promoción no se fortalece.
El Gobierno de Quintana Roo, por su parte, destinará alrededor de $2,200 a $2,500 millones de pesos al turismo, de los cuales $500 millones irán a promoción y posicionamiento internacional.
Proporcionalmente, el Estado invierte cinco veces más que la Federación en relación con su tamaño presupuestal.
No por exceso, sino por necesidad.
Porque entiende que la imagen turística no se improvisa, se construye con constancia y estrategia.
Y aunque el esfuerzo estatal es destacable, no alcanza para sostener sólo la reputación de un país entero.
Si México reduce su visibilidad internacional, el impacto será medible:
- Menos visitantes: se estima que una caída de apenas 5% en promoción efectiva puede significar 1.8 millones menos de turistas al año.
- Menos divisas: eso equivale a US$2,000 millones de pérdida directa en ingresos turísticos.
- Menos empleos: hasta 120,000 empleos formales e informales dependen de esa cadena de valor.
- Menor recaudación: la caída en IVA e ISR asociados al turismo podría representar una pérdida fiscal cercana a $7,000 millones de pesos.
En suma, ahorrar en promoción sale más caro que invertir.
El próximo año, México será uno de los tres anfitriones del Mundial de Fútbol 2026 junto a Estados Unidos y Canadá.
Será una vitrina mundial sin precedentes: más de 5,000 millones de espectadores y 3 millones de visitantes potenciales en el corredor norteamericano.
Sin embargo, México llega sin una estrategia nacional de promoción unificada, sin campañas globales consistentes y con recortes que reducen la capacidad de competir.
Quintana Roo podría ser el puente natural del turismo del Mundial, la plataforma de conexión entre los partidos jugados en Norteamérica y el Caribe, pero para lograrlo necesita respaldo federal.
La promoción estatal, por sí sola, no puede compensar el silencio del país.
El turismo no se vende solo; se vende con presencia, planeación y emoción.
Si México no invierte más en mostrarse, otros países lo harán por nosotros.
Cada día sin promoción es un día en que otro destino compra la mente del viajero.
Y en economía turística, lo que no se ve, no se elige; y lo que no se elige, no se consume.
Quintana Roo está haciendo su parte.
Le toca ahora a la Federación apostar en serio por la voz que más divisas, empleo y orgullo genera para México.
No se trata de pedir más dinero, sino de invertir con inteligencia en lo que sí produce país: el turismo.
Porque el silencio, cuando se trata de promoción, también se paga… y caro.
¡Hasta la próxima semana, con nuevos retos y oportunidades!
Sin miedo a la cima, que el éxito ya lo tenemos.
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